11. Un aliado inesperado

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- Sinceramente, Vinda... - continuó Gellert, en tono sarcástico. - Siempre he creído que tenías más clase, por no decir dignidad... y mejor gusto... - añadió mirando con desagrado al ex-auror alemán.

La francesa se levantó apresuradamente de encima de Helmut, arreglándose nerviosamente las faldas. Ambos seguían con las expresiones heladas sin saber que haría su antiguo jefe a continuación. Éste se limitó a cruzar la estancia hasta una mesita auxiliar en la que había un escanciador y se sirvió un vaso de coñac como si aquella fuera su casa. Con el mismo desparpajo se sentó en uno de los sillones, el más alejado de donde habían estado los otros dos.

- Gellert... - murmuró Vinda, mirándole avergonzada por como la había sorprendido.
- Tengo la impresión de que me debes una explicación, querida... o quizá, varias...
- Después de todo el tiempo que has pasado fuera no creo que tengas derecho a... - intervino Helmut, pero Vinda lo silenció con una mirada.
- Ésto que has visto no ha sido más que un entretenimiento... nada que tenga importancia - se justificó Vinda rápidamente.
- Francamente, querida... Con quien te acuestes me importa muy poco - la cortó Gellert con calma, pero sin perder el tono sarcástico. - Aunque sea con esta asquerosa rata... - Helmut le miró con expresión de ofensa, pero él ni se inmutó. - Fuera - le espetó, con una voz que sonó como un latigazo.

El alemán le dirigió una mirada altiva, pero Grindelwald se encargó de hacerle bajar la vista con otra mirada, en este caso de advertencia. Cuando el ex-auror salió de la habitación, Gellert volvió a dirigirse a Vinda.

- Mi señor... - dijo la francesa, con un susurro que pretendía ser humilde.
- No soy ningún señor, Vinda - la interrumpió Gellert con voz oscura y peligrosa. - Pero si soy tu jefe y, por culpa de tus continuos sabotajes, uno de mis mejores planes ha fracasado estrepitosamente...

Aterrorizada por el pretendido enfado de Gellert, Vinda cayó de rodillas frente a él.

- No lo sabía... creí que realmente nos habías abandonado - murmuró, tratando de justificar sus acciones. - Si hubiera tenido la más mínima evidencia de que todo era un plan, yo...
- Si hubieras tenido la más mínima evidencia, también lo hubieras hecho fracasar, Vinda - la cortó de nuevo, con voz glacial. - Ya me has demostrado que no eres más que una estúpida: porque si tuvieras la mitad de los sesos que los dioses le dieron a una ameba, te habrías dado cuenta de que para llevar a cabo mi estrategia necesitaba precisamente fingir que me había arrepentido y que nadie de mi entorno podía saber la verdad.

Gellert estaba siendo tan convincente con su actuación que Vinda se cubrió la cara con las manos con expresión arrepentida.

- Oh, querido... tienes razón - admitió, sollozante. - Lo siento tanto, debí haber entendido que todo era un plan para dejar fuera de juego a Albus Dumbledore...
- Si lo hubieras hecho, ahora ni siquiera necesitaría un imperius para controlar a ese ingenuo idiota - afirmó Gellert, con severidad, pero luego suavizó un poco la dureza de su tono.  - Me temo que ahora ya no va a ser posible...
- Mi señor... si hay algo que pueda hacer para solucionarlo... - se ofreció la francesa, alzando la mirada hacía él.
- Podrías, Vinda... - comentó el búlgaro, con tono displicente, observando el tono dorado oscuro del licor que había en su copa. - Bien, supongo que fui lo suficientemente convincente para que hasta tú te lo creyeras...
- Sí, querido... fue increíblemente convincente, yo no lo hubiera hecho mejor...
- No me hagas la pelota, ya sabes que no lo soporto - dijo Gellert, alzando una ceja, con desidia. - Está bien... no hay más tiempo para estupidas disculpas, debemos pensar en nuestro próximo movimento. Te sigo considerando mi mano derecha, Vinda, pero en el futuro espero confianza y lealtad, e inteligencia, por descontado.
- Sí, te lo prometo, querido... nunca volveré a dudar de ti, hagas lo que hagas - prometió la joven francesa, bajando la cabeza.

4. Animales Fantásticos: la fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora