18. Proposición casi improvisada

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Unos días habían pasado desde que Albus y Gellert habían empezado a vivir juntos en la casita escondida en el Valle de Godric. Los dos magos habían podido respirar tranquilos, ya que Theseus le había dado la buena noticia a Dumbledore de que Aberforth y Bunty habían sido liberados y habían regresado ilesos a Hogsmeade.

Su vida era tranquila o todo lo tranquila que podía ser una existencia escondida: Gellert pasaba el día paseando por los montes del Valle, cuidando de no encontrarse a nadie, mientras Albus seguía con su trabajo en Hogwarts y regresaba a casa por las noches.

En todas las horas que pasaba en solitario, el búlgaro le daba vueltas a la idea que había tenido el primer día que habían pasado en la cabaña; aún no la había puesto en práctica y la verdad era que tenía ciertas dudas sobre llevarla a cabo. No estaba seguro de que fuera lo más adecuado en la situación que estaban viviendo y además, le parecía egoísta obligar a su amado profesor a unirse aún más profundamente con él, cuando aún no sabían como iba a terminar todo aquello, ya que aunque Vinda Rosier estaba en prisión, ni siquiera estaba en Azkaban, sino en la prisión de la Confederación Internacional de Magos, a la espera de juicio. Cualquier cosa podía ocurrir, tanto que saliera libre, como que se escapara. 

A pesar de que procuraba mantener sus dudas y sus preocupaciones alejadas cuando su pareja estaba en casa, ya que bastante tenía el profesor con sus propias preocupaciones, Albus se dio cuenta de que había algo que carcomía a Gellert, aunque no podía imaginarse que era. Una noche, estaban los dos sentados en una mullida alfombra frente a la chimenea, apoyados uno sobre el otro, como si fueran dos adolescentes en lugar de dos hombres de más de cincuenta años. 

- ¿Ocurre algo, Gellert? - Le preguntó Albus, acariciando el cabello entrecano de su pareja. - Llevas días muy raro, bueno sé que nuestra vida no es exactamente normal, pero... no te estarás arrepintiendo de todo esto, ¿verdad?

El búlgaro se encogió de hombros y enarcó las cejas, suspirando. Al parecer no había sido tan hábil para ocultar sus pensamientos como pensaba.

- No es eso, moya lyubov - le aseguró Grindelwald, sonriendo. - Nunca me arrepentiría de estar contigo, antes estoy arrepentido de lo contrario. Sólo llevo un tiempo pensando en algo, pero me temo que quizá es algo demasiado egoísta por mi parte proponértelo. 

- Querido mío, ¿ya estás tomando decisiones por mí otra vez? - Preguntó Dumbledore, devolviéndole la sonrisa, sin ningún rastro de enfado en su voz. - ¿Por qué no me lo cuentas y soy yo quien decide si es o no egoísta? - Le dio algunos besos por el cuello, como para convencerle de que lo hiciera; Gellert puso una sonrisa traviesa. 

- Mmm... quizá podrías hacer algo más para convencerme de que te lo cuente - sugirió con tono de reto. - Sé que puedes hacerlo mejor, profesor...

El susodicho profesor cogió a su pareja por las solapas y tiró de él para besar sus labios apasionadamente. Era uno de los momentos preferidos de Albus cuando Gellert y él estaban a solas; empezaban a retarse y a jugar y la mayoría de las veces, sino todas, acaban haciendo el amor en el sofá o en aquella alfombra donde estaban en ese momento. El búlgaro respondió al beso con gusto, uniendo sus lenguas en una sola. 

- Bueno... eso está mejor - le provocó Gellert, sonriendo, cuando se separaron. - Has hecho que recuerde que realmente no puedo vivir sin ti. 

- Tampoco puedo vivir sin ti, Gellert - replicó Albus, volviendo a besarlo. - ¿Sabes de qué me arrepiento? De haber perdido el tiempo temiendo enfrentarme a ti y luego volver a perderlo tratando de detenerte... debería haberte buscado y haber tratado de traerte a mi lado. No es sólo culpa tuya que hayamos pasado tanto tiempo separados. 

Grindelwald se echó a reír. Era tan típico de Albus echarse la culpa de todo lo ocurrido; las palabras de su amado le hicieron decidirse, al fin y al cabo, no tenía nada que perder, y además era obvio que juntos eran mucho más fuertes que por separado.

4. Animales Fantásticos: la fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora