13. El mundo de los sueños

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Albus sonreía mientras arreglaba el aula de Transformaciones después de terminar las clases. Aquella asignatura no le gustaba tanto como Defensa contra las Artes Oscuras, pero le apasionaba enseñar. Y nada le gustaba más que ver las caras entusiasmadas de los alumnos cuando los hacía ir al final del aula y empezaba a separar los pupitres hacia las paredes para una clase práctica. Aquel día había hecho que los chicos practicasen la transformación humana aplicada a un duelo, cosa que a él, consumado duelista, le gustaba mucho más que a sus alumnos. Los chicos y las chicas habían disfrutado batiéndose en duelo contra su profesor. Albus creía que era la mejor forma que aprendieran era con la práctica; podía enseñarles la teoría y, de hecho, lo hacía, pero fuera del colegio la teoria sola no les iba a servir de mucho.
Mientras terminaba de colocar los pupitres en su lugar, tocaba de vez en cuando el bolsillo interno de su chaqueta, donde guardaba el Pacto de Sangre; el símbolo del amor y el vínculo entre él y Gellert. Tan distraído estaba que no oyó entrar a su colega, aliada y asistente, Minerva McGonagall.

- Vas a tener problemas con el Ministerio, si descubren la forma que tienes de dar clase - opinó la profesora.

Dumbledore se volvió, un poco sobresaltado por la repentina aparición de Minerva.

- ¡Minerva! No te había oído entrar - dijo con tono afable y cordial. Dejó escapar una risita. - El hermano mayor de mi sobrino es el Director de Seguridad Mágica del Ministerio, dudo que me pongan más problemas de los que ya me ponen normalmente.

La profesora puso los ojos en blanco ante el tono despreocupado de su amigo. Era cierto que Albus se solía mostrar de ese modo cuando le advertían que tuviera cuidado con el Ministerio, pero McGonagall temía que se estuviera metiendo en algún lío, que no tenía nada que ver con sus clases poco ortodoxas.

- ¿Necesitas algo, Minerva? - Preguntó Dumbledore, arreglando sus papeles. - Si es que te sustituya en alguna clase, ya sabes que puedes contar conmigo cuando quieras... Los dioses de la magia saben que te he pedido que me sustituyas en demasiadas...
- No es eso... ¿Me vas a contar que te pasa? - Le preguntó a bocajarro. - Llevas casi un mes comportándote de forma extraña, errática... Desapareces más de una semana, vuelves destrozado y al cabo de poco... estás más feliz que nunca; no me malentiendas, me alegro de lo último, pero...
- Tranquila, Minerva - la atajó Albus antes de que pudiera seguir hablando. - Todo está bien.
- ¿Me tomas por tonta, Albus Dumbledore? - Le espetó la profesora, poniendo los brazos en la cintura. - ¿Crees que no me he enterado de tus continuos viajes a Londres? ¿Qué no me he dado cuenta de que ese maldito Pacto de Sangre, que por fin se rompió en Bhutan, está de nuevo intacto? ¿Qué has hecho, Albus?

El profesor se llevó un dedo a los labios y agitó la varita para insonorizar el aula.

- No me atrevería a tomarte por tonta, mi querida Minerva - contestó con su voz grave y plácida; tenía las manos humildemente juntas por delante. - Sé que dirás que soy estúpido... pero... Gellert y yo estamos juntos... de nuevo...
- Por el amor de Morgana - resopló Minerva, poniendo los ojos en blanco. - Claro que voy a decir que eres un estúpido, Albus Dumbledore...

Albus esperó en silencio a que Minerva terminara su diatriba.

- ¡Eres un inconsciente! ¿Cómo se te ocurre volver a confiar en Gellert? - Le reprendió la profesora con la confianza que le daba ser amiga suya desde hacía ya muchos años. - ¡Te traicionará! ¡Te volverá a dejar tirado como hizo después de la muerte de Ariana! ¡Por Morgana, Albus! ¡Acabarás en Azkaban!

El profesor suspiró; nada de lo que Minerva le estaba diciendo era algo que no esperara que le fuera a decir cuando se enterara de su relación con Gellert. Sin embargo, sonrió a su amiga y le dedicó aquella sonrisa algo cándida que su sobrino Newt había heredado.

4. Animales Fantásticos: la fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora