6. Daría mi vida por ti

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- No hacía falta que me pegaras así - se quejó Gellert, con una mano en la nuca, una vez regresaron a Nurmengard. - Sólo fue una broma.

Albus puso los ojos en blanco y meneó la cabeza sonriendo ante la forma que tenía su amado de comportarse como un niño travieso. No valía la pena regañarle, siempre sería igual.

- Siento que nuestra salida al campo acabara así - dijo el profesor, rodeándole con sus brazos. - Fue una buena idea, aunque ahora resulte que todo el mundo va allí de cita romántica.

Gellert sonrió y se apoyó en su pecho, con una sonrisa satisfecha.

- Si quieres podemos continuar con lo que estábamos haciendo en el bosque - le propuso el búlgaro. - No será tan romántico como lo hubiera sido allí, pero...
- Nunca habría pensado que Gellert Grindelwald buscaría formas de ser "romántico" - bromeó Albus, con la cabeza apoyada en su hombro. - Aunque me gusta este nuevo tú...
- Cuidado, profesor - siguió la broma Grindelwald. - Te salvas porque has dicho que te gustó así.

Albus se echó a reír, con una risa clara y cantarina que nadie, ni siquiera su familia, le escuchaba desde hace mucho tiempo.

- Que no sirva de precedente - dijo al cabo de un rato, sin perder la sonrisa. - Tuviste una buena idea con lo del secuestro.
- ¡Jah! Sabía que había sido una buena idea - se jactó Gellert, con arrogancia.
- Será posible... para que le habré dicho nada - resopló el profesor, resignado. - Lo que quiero decir es que si no hubieras puesto en práctica tú idea, aunque fuera traerme aquí a la fuerza, no hubiera querido saber nada de ti.

Grindelwald se volvió en sus brazos y le miró de frente, clavando sus ojos grises como esquirlas de hielo en los azulones del profesor.

- Al principio, no querías saber nada de mí - comentó el búlgaro. - Supongo que te debo una disculpa por haberte traído aquí a la fuerza, pero mira el lado bueno... has podido visitar mi fortaleza.
- Mmm... sí, me debes una disculpa - contestó Albus, inclinándose hacía sus labios. - Pero no pasa nada, te he perdonado esta pequeña travesura.

El profesor atrapó sus labios con los suyos, besándole apasionadamente. Gellert no tardó en  devolverle el beso, feliz de haber arreglado las cosas con el hombre que siempre había amado. Quedaban otras cosas por resolver, por supuesto, y la más acuciante era evitar la mala influencia de Vida Rosier, pero de eso se ocuparía más tarde. Por el momento, sólo quería besar a su pareja y olvidarse del mundo.

- Escúchame, Gellert - dijo Albus cuando se separaron. - Nuestra relación va a ser complicada por tu situación, pero estaba pensando que quizá sería buena idea comprar un pequeño terreno, en los montes del Valle, donde pudiéramos vivir tranquilos y felices, sin que nadie nos molesten. ¿Qué te parece?
- Me parece perfecto, pero ¿qué vas a hacer con tu trabajo? Creía que debías permanecer en ese colegio tuyo, al menos durante el curso escolar.

El profesor se separó un poco y sirvió dos copas, una para Gellert y otra para él. Se sentó en un sillón, pensativo.

- No necesariamente - comentó, mirando al infinito. - Quizá habrá periodos, normalmente a final de curso, durante los exámenes finales, que tendré que permanecer allí unos días.
- ¿Quieres intentar esto de verdad, Albus?
- La idea me la diste tú, querido - repuso el profesor. - Tengo bien claro que nuestra relación no va a poder ser como las demás, que ni siquiera mi familia podrá enterarse, pero supongo que tú también lo tienes claro.
- Sí, lo tenía muy claro cuando fui a buscarte a ese barco - asintió Grindelwald. - Y tu familia no puede enterarse porque básicamente todos y cada uno de ellos tienen motivos para odiarme y no dudarían en capturarme - añadió suspirando.
- Quizá a largo plazo podamos probar con uno o dos... - masculló Albus, casi para él mismo. Su mente ya cavilaba los planes A, B, C y todo el abecedario hasta la Z, para que llegara el momento en que, al menos en privado, pudieran estar juntos abiertamente.
- Muy bien, moya lyubov, - aceptó Gellert. Su voz era neutra porque no estaban las cosas para mostrar entusiasmo; al fin y al cabo, quedaban muchos cabos sueltos por resolver. Sin embargo,  sus ojos gris azulado resplandecían de felicidad; una felicidad que no habían tenido desde que Albus y él se habían conocido en el Valle de Godric.

4. Animales Fantásticos: la fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora