19. La historia de Gellert

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Albus se apresuró a rescatar su varita de entre sus ropas y usarla para vestirlos a los dos rápidamente, mientras Gellert se partía de risa en el suelo, recordando la cara del magizoologo cuando se había dado cuenta de lo que había interrumpido.

- Gelleeerrt - le reconvino el profesor, poniendo los ojos en blanco.
- Ni que Scamander no hubiera visto nunca lo que estabamos haciendo - replicó el búlgaro entre risas.

El profesor puso los ojos en blanco, meneando la cabeza, ya lo sabía: Gellert era totalmente incorregible, pero lo amaba de la misma manera. Sin decir nada, se encaminó hacia el exterior de la cabaña, esperando que lo que Newt había venido a decirle fuera lo suficientemente importante como para que el joven magizoologo no se hubiera marchado. Efectivamente, Newt seguía alli paseando por la orilla del arroyo, con la punta de su varita iluminando el lugar y el rostro totalmente ruborizado.

- ¿Newt? - Le llamó con prudencia, ya que no sabía como iba a reaccionar su sobrino.
- Albus... lo siento, no debería haber entrado de repente y sin llamar - se disculpó el magizoologo, incómodo y avergonzado.
- Pues no - opinó Gellert, quien había salido de la casa detrás de Albus y se mantenía cruzado de brazos, apoyado en la puerta. - Como siempre, tiene el don de la oportunidad, señor Scamander.

Albus miró a su prometido y luego a su sobrino, rezando a todos los dioses de la magia, si es que existían, para que no fueran a ponerse a discutir. Por suerte, Newt parecía mantener su actitud conciliadora.

- No he venido a discutir, señor Grindelwald - contestó, mirando a Gellert de reojo. - Y a pesar de todas las veces que intentó matarnos a mí y a mis amigos en el pasado y a su intento de ponerme en contra de Albus, si usted realmente ama a mi tío y quiere hacer borrón y cuenta nueva, por mí está bien... aunque espero que no tenga que arrepentirme de darle mi confianza.

Gellert sonrió. De todos los amigos de Albus, Newt Scamander siempre había sido el más comprensivo, cualquiera diría que era hijo de Aberforth Dumbledore. El búlgaro se incorporó y fue hacia el magizoologo, alargándole una mano, que el chico aceptó.

- Podría decirle que no confiara en nadie, señor Scamander, ni siquiera en mí - dijo manteniendo su tono burlón, pero dándole un punto de amabilidad. - Aún así, le agradezco sus palabras...
- A parte de para traumatizarte viendo a tu antiguo profesor con su prometido, ¿a qué has venido, Newt? - Preguntó Albus, con calma. Levantó la mirada, esperando alguna reacción del joven al escuchar la palabra "prometido", pero Newt se limitó a mirarle con algo de sorpresa, pero no dijo nada.
- Credence y Daisy han regresado a casa - dijo Newt, mirándoles a los dos; su expresión de incomodidad y vergüenza se convirtió en una gran sonrisa. - Y no os lo vais a creer: ¡Daisy lo consiguió! ¡Encontró la forma de librar a Credence del obscurus y él vuelve a ser un mago normal y corriente! ¡Mi hermano está bien!

Albus y Gellert se miraron aliviados e impresionados. Incluso encontrando la cura, no podían estar seguros de que funcionará y ayudara a Credence con su condición, en cambio aquella jovencita lo había logrado; el más aliviado era el búlgaro, quien siempre se había sentido culpable de haber llevado al sobrino de su amado al límite, en lugar de ayudarlo.

- Mañana iré a Hogsmeade - anunció Albus, decidido. - Quiero ver a tu hermano y es hora de que tenga una larga conversación con Aberforth, la familia debe estar unida, no separada por rencillas del pasado - miró a Newt y a Gellert, orgulloso porque al menos hubieran llegado a un acuerdo de tregua. - Y quiero estar ahí para mi hermano, mi cuñada y mi sobrino.

Gellert asintió a las palabras de su prometido; a él le hubiera gustado poder acompañar a Albus a Hogsmeade, pero era consciente de que su presencia allí dificultaría que el profesor y su hermano hicieran las paces.

4. Animales Fantásticos: la fuerza del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora