22▪︎ En el desfase

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Harry odia lo permisivo que está siendo consigo mismo. Sin importarle cuán molesto este su padre al respecto, él ha decidido tomarse un par de días de descanso. Su casa no es un hogar, no es acogedor estar en tan desagradable lugar, sin embargo, prefiere la soledad de su habitación a tener que obligarse a sonreír por horas enteras detrás de un mostrador a personas que suelen no tener ningún grado de amabilidad.

Constantemente esta preguntándose qué debería hacer, pero no hay una respuesta asertiva en cada cuestionamiento.

Toma un sorbo de café, mientras observa por la ventana, como la neblina se esparce por los tejados del vecindario. El día comienza a tornarse negruzco y el cielo da señales de una posible tormenta. El ruido de la televisión encendida resuena por el pasillo, y el sonido de las voces de los amigos de su padre y de su padre mismo llegan a Harry con absoluta facilidad.

Pero no le importa, la felicidad del resto no es la suya, y por ahora todo lo que puede hacer es pensar en que hace dos semana fue la última vez que vio a Louis. Lo recuerda tan claramente que el suceso parece volver a repetirse una y otra vez, lastimándolo con más saña de la que alguna vez experimentó. No puede evitar llorar cada vez que lo recuerda, porque se siente herido de la peor manera.

Está tarde, vestido con su pijama favorita, con los pies tibios y las manos alrededor de la taza con el café más reconfortante que haya bebido alguna vez, Harry siente que su vida no tiene sentido. Está tan perdido que incluso respirar le provoca un sinfín de cuestionamientos, no tiene una familia por la cuál pueda decidir no rendirse, no tiene a quien su corazón desea tener. No existe un punto blanco en el que pueda descargar sus penas, no hay nadie en esa habitación que pueda abrazarlo mientras la vida se desmorona frente a sus ojos.

Semanas atrás, cuando Louis había decidido ignorarlo, Harry al menos tenía la oportunidad de verlo durante la jornada de trabajo. Sin embargo, esta vez todo es diferente, Louis decidió, sin el menor de los problemas, dejar el trabajo.

Y Harry lo llamó durante horas enteras, le escribió textos inmensos, sin obtener una respuesta, suplico hasta que sus llamadas y mensajes dejaron de ser recibidos.

Finalmente, esto hizo que se enfrentara a una desafortunada nueva realidad. Y en esta nueva realidad, Louis no existe, ni él, ni todo lo que sucedió entre ellos.

Y un mes después, cuando despierta por la madrugada sintiéndose desorientado, con el cuerpo sudoroso, el estómago vuelto un nudo, y una sensación asfixiante en la garganta, Harry se encuentra a sí mismo deseando poder morir. El vacío en su pecho se siente más real ahora que su respiración es lenta, cuando sus manos titiritan y ya no hay deseos de nada, ni siquiera de llorar.

Más tarde, la urgencia de su cuerpo por liberarse de los desechos hace que salga de la cama. En el baño se arrodilla frente al retrete y vomita hasta que sus ojos están llorosos, mientras tiembla sin poder controlarse y su garganta arde, siente como su cerebro palpita ante tan abrumante episodio, como sus sienes se contraen y su visión se vuelve borrosa.

Con las piernas temblorosas se pone de pie, tira de la manija del inodoro para que los desechos se vayan, y luego se sostiene del lavamanos. El espejo le devuelve el reflejo más nauseabundo con el que hubiese deseado no encontrarse. Las ojeras oscuras debajo de sus ojos, la palidez de su piel, la agonía en su mirada y lo abrupta y desencajada de su expresión es el ejemplo perfecto de uno de los estados más enfermizos en los que un ser humano puede estar. Luce desagradable en el peor de los aspectos, y Harry ni siquiera parece importarle.

Finalmente, y aunque sus manos están temblando cuando gira la manija del agua, en el lavamanos, Harry se limpia de cualquier rastro de suciedad. Cepilla sus dientes, y luego, vuelve a la cama cuando se siente lo suficientemente estable para hacerlo.

Esta madrugada todo es más silencioso que de costumbre, ni siquiera el ruido de la naturaleza fuera de su ventana es lo suficientemente audible para distraerlo de su inestable realidad.

Mira el techo blanco de su habitación, y se siente tan distante, incluso de su entorno familiar. Nada aquí se siente como suyo, y aunque nunca obtuvo tranquilidad en este lugar, ahora que finalmente esta lejos de sentirse dichoso, emocionalmente, Harry comprende que nunca fue tan infeliz como lo es ahora.

Entonces, una voz en el fondo de su mente le hace una pregunta: ¿Qué debemos hacer, Harry?

Y a pesar del miedo que aún existe en él, la respuesta es certera.

-Dejar de luchar.

SEDIENTO|  L.S Donde viven las historias. Descúbrelo ahora