Capítulo 26. Juego de guerra.

1.4K 145 59
                                    

En el capítulo anterior.

-Un alma corrompida luchará contra la pureza de un alma inmaculada...-Susurró, recordando su profecía de la noche anterior.

Por fin lo entendió...

Un escalofrío recorrió cada rincón de su cuerpo.

La moneda sería lanzada al aire y solo la voluntad del destino decidirá de qué lado caerá.

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

En el capítulo actual.

El día había llegado. La fecha predilecta para la disputa que estaba apunto de ocurrir.

Bell Cranel, perteneciente a la familia Hestia y en conjunto con varios miembros que recientemente se unieron a esta misma con el objetivo de servir como apoyo a su compañero en esta situación a la que se vio obligado a adentrarse, se hallaba de pie en la habitación de su bella pareja.

Él tomaba su armadura, equipándola en brazos y pecho. Rodeándole el cuello se encontraba aquella bufanda de piel de Goliath que recibió de regalo meses atrás. Enfundada en el costado derecho de la cintura reposaba una espada de aspecto viejo pero a la cual el peliblanco le tenía alta estima y apego. ¿Cómo no tenérselo en primer lugar? Fue el arma que le proporcionó el poder para realizar las proezas y superar las pruebas que ha enfrentado desde su arribo en Orario.

Su rostro demostraba concentración y ligeros tintes de preocupación.

¿A qué se debía esto? A una corazonada. A pesar de haberle dado la golpiza de su vida al capitán de la familia Apolo, algo le decía que no sería tan sencillo como en esa ocasión.

Su corazón latía realmente rápido. Pulsaciones mayores a 120 por minuto. Esto trajo como consecuencia cierta agitación en él, la cual se apaciguó cuando la hermosa semi elfo se le acercó, abrazándolo desde su espalda.

-¿Te sientes nervioso?-Preguntó, recargando su barbilla en el hombro izquierdo del muchacho mientras ambos brazos lo envolvían.

Bell miró de reojo a Eina. Ella vestía con una pijama que usaba normalmente antes de dormir. Dicha vestimenta era demasiado delgada, tanto que el contacto de los redondos y suaves pechos de la asesora podía ser sentido en la espalda.

Se sonrojó levemente debido a ello. No obstante, decidió responder al cuestionamiento de su amada tras un largo y tranquilizador suspiro.

-Sí... Escuché que la familia Apolo es numerosa. No dudo de mi fuerza pero temo que Welf, Lili y Mikoto se vean embarrados en esto-Expresó, frotando sus ojos con la yema de los dedos índice y pulgar.

Eina rompió el abrazo para después tomarlo del brazo y jalarlo delicadamente a la cama, sentándolo en el borde.

-¿Eh?-Salió de los labios rojos del conejo.

-Sé que tienes miedo... Yo también lo siento...-Dijo la asesora, posando su mano encima de la de Bell.

Los dedos se entrelazaron, afianzando el agarre.

¿Está mal enamorarse de un aventurero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora