Capítulo 31. Distrito del placer.

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En el capítulo anterior.

Hay que seguirlos-Dijo el trío al unísono.

-Esperen, debo avisarle a Eina que saldré...-Los detuvo en seco. La correa apretaba el cuello del peliblanco, aún más teniendo en cuenta que el destino era desconocido.

-¿En serio crees que te abra la puerta? La conversación parecía muy seria y trataba sobre ti. Posiblemente sea peligroso-Le avisó el pelirrojo.

Un escalofrío recorrió la espalda del muchacho.

-Tienes razón... intervenir cuando ella está enojada es igual de difícil que luchas contra un minotauro irregular-Confesó el pobre muchacho enamorado. Ya saben lo que dicen, el amor no conoce defectos y el carácter fuerte de la semi elfo era una de las cosas que él amaba de ella. Tal vez debido a que la única mujer con la que convivió desde niño poseía uno a la par o ligeramente superior al de su novia.

"Mamá Alfia, si la conocieras sin dudas se llevarían bien" Pensó, mientras le bajaba sudor de la frente. La peliplateada era de temer.

-Okey... ¡Manos a la obra!-Gritaron, arrancando a correr y seguir a las dos féminas sin ser detectados o perderlas.

Y así la investigación nocturna comenzó, sin saber al lugar donde los llevaría y mucho menos sin saber lo que les esperaría...

En el capítulo actual.

Nuestro grupo de aventureros, pertenecientes a la familia Hestia desde que inició el juego de guerra vs Apolo, a excepción de Cassandra y Daphne, quienes se hallaban siendo regañadas en demasía y sermoneadas sobre no acercarse al conejo humanoide, recorrieron las calles de Orario, siguiendo al par de orientales de la familia Takemikazuchi, o al menos Chigusa solamente momentáneamente a consecuencia de la reconversión de Mikoto.

Trataban de evitar ser vistos a toda costa porque la impresión que les daba esta pequeña travesía nocturna de las féminas era que, en caso de ser descubiertas, se excusarían y postergarían el objetivo que se plantearon, así que las siguieron desde las sombras, tratando encarecidamente de no llamar la atención hasta que conocieran el paradero.

-Llevamos diez minutos caminando y no sé a dónde se dirigen. Yo nunca he pasado por aquí-Susurró el conejo, asomándose desde una pared fuera de un callejón.

-Lili opina lo mismo. Esta zona, si bien no la desconozco, no imagino por qué Mikoto-Sama y Chigusa-Sama quisieran visitarla. Prácticamente es una zona peligrosa-Comentó la Hobbit, asomándose desde el mismo lugar que el peliblanco, solo que un poco más abajo por su menor estatura a comparación con este último.

-Hmmm-Encima de la Bell y Lili, emergió la cabeza de Welf, quien sostenía su barba y lucía pensativo.

"No hay manera de que se dirijan ahí... ¿Verdad? ¿Qué podrían hacer en ese sitio dos chicas tan buenas como ellas?" Se cuestionó fervientemente, tratando de buscarle lógica al recorrido que las orientales tomaban sin miramientos e intenciones de frenar. También le parecía extraña la manera en la que evitaban que la gente las viera.

-Se movieron. Andando-Avisó el joven peliblanco, movilizándose.

El resto lo siguió.

"Dime por favor que no van al distrito del placer. Si Bell entra a ese lugar Eina nos matará junto con él..." Un escalofrío recorrió la médula del herrero, imaginándose la aterradora cara de la semi elfo, quien daba más miedo que el Jacinto criatura con el que se enfrentó su amigo en el juego de guerra.

¿Está mal enamorarse de un aventurero?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora