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Una vez en Calcuta mientras le daba vueltas a aquella carta en la recepción del hotel, Lara esperaba encontrarse personalmente con aquella mujer que se había ofrecido a brindarle alianza y protección. Pero en su representación apareció Larson Conway, quien con actitud altanera se presentó frente a la arqueóloga con una revista que la mostraba a ella como portada de la misma, reconociendo la admiración que Lara tenía por la busqueda a lo desconocido. No lo había visto desde que combatió contra él y Pierre DuPont en Roma por la piedra filosofal.

—¿Que tiene que hacer un hombre para que le prestes ese tipo de atención? —preguntó Larson en tono seductor. Buscó apartar la atención de la arqueóloga de aquella carta.

No hace falta mencionar la molestia que dicha actitud le provocó a Lara Croft. Era por demás reprobable la mirada de Larson clavada en su entrepierna. Lara se cubrió con la mano y de forma amenazante pero mostrando desinterés al mismo tiempo respondió.

—Si ese tipo de atención es lo que buscas, vas por buen camino Larson. —Amenazó, la dureza de su voz resultó imponente. 

—Suena bien, pero yo solo hago las presentaciones. —Larson encendió la Tablet donde apareció una elegante mujer en videollamada. —Lara Croft, te presento a Jaqueline Natla, de Tecnologías Natla.

—Buenas tardes señorita Croft. Mi departamento de investigación se interesa últimamente por los artefactos antiguos. Y supongo que con el incentivo adecuado usted es la mujer indicada para encontrarlos. —Anunció Natla.

—Te equivocas, solo juego por diversión. —Respondió Lara, esa actitud seca y altanera novedosa en ella era pura pretensión. No era de pavonearse pero lo estaba haciendo.

—Por eso mismo recurro a usted señorita Croft. Ambas requerimos una cosa que la otra posee, me comprometo a brindarle lo prometido si usted me ayuda a conseguir lo que busco.

—¿De que se trata? —inquirió.

—De un juego que ya ha jugado su padre. Es bien sabido que Richard pasó años buscando el Scion de la Atlántida, solo necesitaba la ubicación de la tumba de Qualopec.

—¿Has encontrado Vilcabamba? —cuestionó con sumo interés, pues los relatos de su padre anunciaban que el Scion poseía toda la información y que con ello podría saber lo qué pasó con Amelia Croft. Con esto en mente inclusive los recuerdos de Alister se esfumaron al intuir dicho hallazgo. Jaqueline sonrió habiéndose sentido ganadora de despertar el interés de la arqueóloga.

—¿Cuándo puede estar en Perú? —Preguntó Natla.


Esa misma tarde piloteó a Perú en un moquito, cortesía de Tecnologías Natla. Con ayuda de un guía arribó en la ubicación proporcionada. Abriendo la entrada a lo desconocido, una manada de lobos terminó con la vida de su acompañante. Sumando un remordimiento más a la agonía de Lara. 

Adentrándose a paso de sigilo, encontró un valle perdido dónde habitaban criaturas que habían sobrevivido millones de años. Incluso dinosaurios ante los que prefería pasar por desapercibida. Puso especial atención en la admirar la grandeza verdosa y rocosa del lugar. También en la majestuosidad de las criaturas que le hacían reconocerse diminuta por su naturaleza humana comparada a la agilidad de tan imponentes seres. No fue hasta que entre uno de los senderos por los que se desplazaba cuando una manada de velocirráptor se le fueron encima. 

Lara sacó ambas pistolas que constituían la mayor parte de su armamento. Prosiguió a dispararles simultáneamente, hasta que cayeran uno a uno. Su agilidad le benefició en los ataques fallidos de los reptiles que de altura no la superaban. El terror llegó cuando un temblor se manifestó en el suelo y muchos más velocirráptores huían de algo que Lara supo era más grande que ellos. 

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