Diana es una chica libre, fiestera y muy segura de sí misma.
Todo lo opuesto a Alexander, su muy atractivo, pero tímido vecino.
Ella lleva prácticamente toda la vida enamorada de él, aunque nunca se a animado hablarle, pero unos sucesos los llevarán...
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Inhala. Exhala.
Inhala. Exhala.
Respiro hondo, y toco dos veces el timbre.
Hoy iré al doctor y Diana aceptó acompañarme... como una amiga, pero me acompañará y es lo que me importa, me conformo con tan solo saber que ella está a mi lado, sé que ella me ama y solo tiene miedo a salir lastimada y la comprendo, yo también lo estaría.
—Hola Alexander, ¿Cómo estás? —dice amablemente el señor Fred una vez que abre la puerta, —Pasa, Diana baja en unos minutos.
—Hola señor Fred, muy bien, gracias, —digo mientras me adentro a la casa.
Tomo asiento en la sala y unos segundos después noto a Diana bajar las escaleras, radiante y hermosa como siempre.
—Hola Alex, —dice, y me quedo paralizado unos segundos.
Sacudo varias veces mi cabeza y devuelvo el saludo.
—¿Nos vamos?
Asiento.
—Todo saldrá bien, —agrega el señor Fred.
—Gracias, —digo y empiezo a retirarme junto a Diana.
—Estás hermosa, —agrego una vez fuera de la casa.
—Gracias.
Diana saluda amablemente a mis padres que también me acompañarán y luego subimos al auto y papá empieza a conducir.
—Estoy tan feliz de que Alexander por fin haya entrado en razón, —comenta mamá desde el asiento de copiloto, se le puede notar muy sonriente.
—Sí, no empecemos hablar sobre eso, —corto el tema inmediatamente.
Una vez que llegamos al hospital entramos al consultorio del doctor, quien se sorprende bastante al verme.
—Alexander, no esperaba verte por aquí.
—Yo tampoco esperaba venir.
—Me sorprendí bastante cuando tu madre me llamó para agendar la cita... me alegra mucho que al fin hayas entrado en razón.
—Me quedaré en la sala de espera, —susurra Diana a mi lado, —todo saldrá bien ¿De acuerdo?
