Diana es una chica libre, fiestera y muy segura de sí misma.
Todo lo opuesto a Alexander, su muy atractivo, pero tímido vecino.
Ella lleva prácticamente toda la vida enamorada de él, aunque nunca se a animado hablarle, pero unos sucesos los llevarán...
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—Hola. —lo saludo con la respiración agitada y mis pechos subiendo y bajando al ritmo de la misma. —¿Qué haces aquí?
—Tuve que caminar ya que el autobús me dejó, y me perdí la primera hora de clases. —comenta dándome su típica sonrisa tímida y ambas manos en su bolsillo.
Y no miento me encanta esa sonrisa, se me hace jodidamente tierno.
—Señorita García, no la veo corriendo. —habla el entrenador con su voz de 'Te estoy regañando'
—Te veo más tarde. —me despido y continúo corriendo.
[...]
—Me siento muy cansada para ir a entrenar. —me quejo y tomo mi termo para tomar un poco de agua.
—Sabes que debemos ir.
Bufo y tomo el uniforme para vestirme, y una vez que termino salgo de los vestidores.
—Lucas, papá vendrá a buscarte, comportate ¿Quieres? —informo y él asiente con la cabeza.
Camino en compañía de Rebeca hasta la parada de autobuses para ir al olímpico a un entrenamiento que tenemos.
—¿Irás a la fiesta de ésta noche? —indaga Rebeca mirándome con cara de si no vas, te mato.
—Sabes que no me pierdo ninguna fiesta, y menos si es inicio de clases.
Llegamos por fin al lugar, bajamos del autobús y entramos.
—Todas conocen sus lugares, así que en posición. —comenta el entrenador de voleibol.
Nos fue terrible hoy en el juego, perdimos contra el equipo contrario. El entrenador está enojado y con razón, pasamos demasiado tiempo entrenando como para haber perdido.
Llego a casa cansada y aburrida, odio haber perdido, me había esforzado tanto para ese juego, y todo fue en vano.
—Hola cariño. —habla papá haciéndome centrar en la realidad. —¿Cómo te fue en el juego?
—¡Horrible! No puedo creer que hayamos perdido. —comento con decepción.
Él me regala una sonrisa de aliento, y ignorando todo subo a mi habitación, lanzo mi mochila contra la cama y me dejo caer en ella con la mirada fija en el techo.
Ha llegado la hora de la fiesta.
Una loca idea pasa por mi cabeza, tomo mi móvil y voy directo al contacto de Alex, lo dudo unos segundos pero estoy decidida, lo invitaré a la fiesta.
