Capítulo 11

481 69 3
                                    

CAPÍTULO 11

TE SIENTO EXTRAÑO.

TE SIENTO EXTRAÑO

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Diana, corre!

No puedo sacar la imagen de Alex de mi cabeza, y sus palabras se repiten en mi mente una y otra vez.

—Eso intento.

—¡Deprisa!

***

—No puedo creer que haya fracasado en ese ejercicio tan fácil. —me quejo mientras tomo un poco de agua de mi termo.

—No te puedes quejar. —comenta Rebeca sentada en un pequeño banco. —te estuve echando las porras todo el tiempo.

Sonrío.

—Lo sé, pero aún así perdí la carrera, no puede ser, ya casi llegaba.

—Al menos la materia de educación física no es importante. —expresa encogiéndose de hombros. —no te preocupes, no habrán calificaciones por eso.

Una vez que terminamos de conversar, voy a uno de los vestidores y me doy un pequeño baño, para luego vestirme con el uniforme e ir a la clase de filosofía.

La verdad, no sé por qué cojo esa materia.

[...]

Estoy en la cafetería con Rebeca, pero mi mente permanece perdida entre mis pensamientos y allí sólo existe una persona.

Alexander.

Lo sentí muy extraño, estaba frío y distante, y la verdad nunca lo había notado así, siento que algo le pasa y tengo que averiguarlo. Lo conozco de toda la vida, aunque no hayamos hablado todo ese tiempo, sé que él no es así.

—¿Me estás escuchando? —habla Rebeca tronando los dedos, y regreso de inmediato a la realidad.

—¿Qué decías?

—Tu licuado ¿En que mundo estás?

—Lo siento. —digo soltando una pequeña risa, para luego tomar mi licuado.

—Alexander deja en paz a mi amiga. —ella bromea y suspiro triste. —¿Qué sucedió ayer? No has querido contarme.

—Alex fue muy duro conmigo. —digo mientras juego con el sorbete de mi licuado. —él no es así, yo sé que tiene algo, lo conozco.

—Que tal si no. —ella me mira con tristeza. —que tal si verdaderamente es así.

—No Rebeca, yo voy a descubrir lo que le pasa.


No dejo de dar vueltas en mi habitación, es más de medianoche y aún no logro dormir, necesito repuestas, no logro sacar la imagen de Alexander de mi cabeza, sé que esas palabras que salieron de su boca no eran de él.

Tomo una piedra pequeña de un vaso de cristal que adorna en mi habitación, estoy decidida, debo hablar con él y no puedo esperarme a después.

Me acerco a la ventana y abro mis cortinas, abro el cristal y puedo notar que la casa de al lado está complemente oscura, lo pienso unos segundos, pero finalmente lanzo la piedra.

Espero unos segundos y no tengo éxito, así que lo intento de nuevo, al paso de unos minutos intento darme por vencida, pero la luz de su habitación de repente se enciende y su ventana se empieza abrir.

—¿Qué quieres? —su mirada es fría como el hielo, su voz carece de alguna emoción y no logro leer su expresión. Dios, este no es él, no es el Alexander que conozco. —pregunté qué qué quieres.

—Po... ¿podemos hablar?

—¿No ves que estaba dormido?

—Solo un segundo.

Él cierra su ventana sin decir una palabra ¿Qué le pasó al Alexander que conocí?

Continúo de pies en el mismo lugar con la esperanza de que vuelva a salir, pero cuando finamente me rindo lo veo salir de casa, así que me apresuro a encontrarme con él.

—¿Qué quieres? —vuelve a preguntar, su voz suena ronca y diferente.

—Solo quiero saber por qué estás así, dime si hice algo que no te gustó.

—Eres tan patética.

Auch.

De verdad no creo que esas palabras estén saliendo de su boca.

—Sabes qué si estás tratando de ser un patán no te queda para nada bien.

—A ti no te queda para nada bien querer hacerte la moquita muerta.

—Sabes qué... —un nudo se hace en mí garganta, sus palabras me duelen, pero no lo voy a demostrar. —vete al demonio.

—No vuelvas a buscarme Diana.

—No te preocupes... que no lo haré.

Él se queda de pies justo en el mismo lugar, y yo me retiro a toda prisa a mi casa, ya en mi habitación me dejo caer en mi cama y suelto ese nudo que llevaba eche desde hacía rato, no pude contenerme y dejé salir todas las lágrimas acumuladas.

Después de todo, Rebeca sí tenía razón.

Después de todo, Rebeca sí tenía razón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Lulú ❤️

El chico de al lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora