Yongbok acabo dormido sobre las piernas de Changbin a mitad de la segunda película, el calor corporal y el aroma del perfume del mayor lo habían embriagado a tal punto de causarle suma relajación, por lo que acabo durmiéndose. Lo peor de todo fue cuando despertó y Changbin lo cargaba cual princesa hacía su habitación.
—Buenos días bello durmiente— saludó el pelinegro al ver que el menor había despertado.
—¿Que haces bin?— interrogó Yongbok con voz adormilada y, para extrema sorpresa del mayor, extremadamente grave.
—Te llevo a tu habitación, lix— respondió Changbin una vez se adentro en ella.
Se acercó a la enorme cama y dejó al pelirrojo con sumo cuidado sobre las suaves sábanas, como si de la joya más preciosa se tratase.
—¿Dónde vas a dormir?— cuestionó el menor con los ojos entreabiertos, tratando de luchar con las ganas inmensas de volver a dormir que lo azotaban.
—Ya me dirá Minho donde— respondió el pelinegro demasiado ocupado en taparlo perfectamente bien con las mantas.
—...¿No quieres... quedarte aquí?— propuso Yongbok— Hay mucho espacio para los dos.
Changbin medito unos segundos, sinceramente estaba muy nervioso, no sabía muy bien qué responder, pero realmente quería quedarse con Yongbok, le gustaba demasiado estar cerca de él.
—¿Todavía no me fui y ya me extrañas?— comentó juguetón el mayor mientras se adentraba en las sabanas.
—Me sorprende que te sorprenda— susurro el pelirrojo acercándose a Changbin para poder sentir su aroma— Lo siento, es que realmente amo como hueles.
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La oscuridad era reina y señora de todo a su alrededor, las fuertes rafagas de viento provocaban que las grandes ramas de los enormes e imponentes árboles a su alrededor hicieran un espantoso y escalofriante sonido, y la leve llovizna que mojaba los suelos de ese oscuro bosque le daba el toque dramático a la situación.
Vagaba sin rumbo a través de aquella densa arboleda buscando alguna salida para volver a casa, pero su andar se vio interrumpido al escuchar un peculiar sonido proveniente de alguna parte del lugar. Su corazón comenzó a acelerarse al mismo tiempo que su respiración incrementaba su velocidad, el miedo que se apropiaba de su cuerpo no tardó en hacerse presente en sus ojos, los cuales viajaban por el corto rango de visión que poseían para hallarle alguna explicación a aquel sonido.
Sin permiso alguno sus piernas comenzaron a correr, su instinto de supervivencia saliendo a flote en el momento en el que vio esas personas corriendo detrás de él. Gritaban tantas cosas inentendibles, o que prefería no escuchar.
