El reino de Fénix y de Arabella han estado unidos por más de veinte años, el convenio qué hizo Agustus III fue suficiente para traer paz por un par de décadas, pero aquello no bastaban para generar confianza a un pueblo que exigía demasiado.
Es así...
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―Majestad ¿Pasa algo? ―Anne meneó la cabeza, sacudiendo los pensamientos de su cerebro, esto era incluso más grande de lo que imaginó.
―Solo me sorprende lo ordenado que eres ―Louis se ruborizó, claro que era ordenado no le gustaba las cosas desacomodadas o donde no pertenecían.
―Solo es la costumbre, tal vez Arabella no es como Fénix, pero seguimos algunas reglas. Mi madre me decía que llevara un recuento en mis celos para evitar accidentes.
―Hizo muy bien ―La reina se levantó― Es castillo ahora también es tuyo, bueno aún no, pero lo será cuando coronemos a Harry, así que, siéntete seguro de recorrerlo ―Louis hizo una reverencia cuando la reina se marchó.
Suspiró un poco, sin saber dónde acomodar su ropa en este lugar. Se mordió el labio y luego con un poco de miedo comenzó a revisar la cajonera de Harry. Era un espacio grande, notó como la ropa estaba esparcida por todos los cajones, seguro si esto estuviera ordenado podría tener espacio extra, así que eso hizo.
Se sentó en la cama mientras abría una de las maletas y sacaba sus pertenecías, luego con sumo cuidado comenzó a ordenar todo. La ropa de Harry olía a él o lo que solía oler años atrás, por ahora no ha podido apercibir a Harry y eso le molestaba.
Acomodó todo en orden y luego sonrió satisfecho, pasó un buen tiempo que ya había perdido la cuenta de cuantas horas estaba ordenando.
La puerta sonó, Louis frunció el ceño y luego se dirigió para abrirla. Uno de los guardias estaba en guardia mirándolo seriamente.
―Los reyes requieren de su presencia, príncipe ―Louis tragó saliva, pero asintió cerrando la puerta del dormitorio. Ahora que había estado en movimiento ya no podía ocultar el hambre que tenía, aunque debía esperar a la hora de la cena.
Louis recorrió con el guardia el castillo, memorizando los pasillos y los nombres de las puertas para darse una idea.
El guardia le abrió la puerta y Louis entró, en su delante estaba Harry, el rey; que parecía ido de sí mismo, la reina y una chica de cabello rizado que sollozaba demasiado.
―Majestades ―Louis hizo una reverencia.
―Cariño ―fue la reina la que habló primero― ¿Dónde está tu argolla de unión? ―Louis boqueó unos segundos, luego por instinto se tocó el dedo vacío donde debería llevar el anillo.
Recordó haberlo tirado en el jardín, olvidándolo por completo porque no usaba joyas y solo pasó desapercibida su presencia. Intento buscar una respuesta, pero nada salía. Miró a Harry queriendo que este lo protegiera de la posible regañada que tendría, por supuesto que su supuesto alfa no iba hacer nada.
―Yo...
― ¡No lo robe! ¡Lo encontré tirado en el jardín!
―Pero a pesar de eso lo ibas a vender, si el joyero del pueblo no te hubiera detenido ―Anne tomó el anillo entre sus dedos― está joya estaría ahora en otro lugar.
