Capítulo 4

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Fuera! Fuera!

Habían dejado el hueco del abeto en La primera oscuridad. La noche estaba plagada de nubes irregulares. La cubierta del bosque era espesa bajo ellos, así que volaron bajo para mantener a la vista el río Hoole, que a veces se estrechaba y sólo aparecía como una pequeña hilera de agua. Los árboles se estrecharon y Twilight mencionó que la región próxima era conocida como Los Picos. Durante un tiempo, parecieron perder el rastro del río, y parecía haber muchos otros arroyos o afluentes más pequeños en forma de hilo. Por supuesto, les preocupaba haber perdido el Hoole, pero a pesar de tener dudas, ellos preferían ignorarlas. Temían que las dudas que guardaban en lo más profundo de sus temblorosas mollejas podrían propagarse como una enfermedad de búho a búho -como la piel agrietada o la podredumbre de pico-. ¿Cuántos arroyos falsos, riachuelos e incluso ríos habrían seguido hasta ahora... sólo para acabar siendo decepcionados? Pero ahora Digger gritó: "¡Veo algo!" Todas sus mollejas se aceleraron.
-Es, es... blanquecino... Bueno, grisáceo.
-¿Grisáceo? En el nombre de Glaux, ¿Es blanco o es gris? Twilight ululó.
-Supongo, - dijo Gylfie con su voz clara,- que no es exactamente blanco, ni tampoco gris.
-Voy a echar un vistazo. Mantengan las posiciones hasta que yo regrese.
El enorme búho gris se fue con una potente caída en picado. No estuvo mucho tiempo antes de regresar. -¿Y sabes por qué no es exactamente gris y no es exactamente blanco? Twilight no esperó respuesta.
-Porque es humo.
-¿Humo? -Los otros tres parecían estupefactos-.
-¿Sabéis lo que es el humo? preguntó Twilight. -Intentó recordar que debía ser paciente con esos búhos que habían visto y experimentado mucho menos que él-.
-Más o menos -respondió Soren. -¿Quieres decir que hay un incendio forestal ahí abajo? He oído hablar de ellos.
-Oh, no. Nada tan grande. Quizá una vez lo fue. Pero, en realidad, los bosques de Los Picos son menores. De segunda categoría. Pocos y no mucho qué incendiarse.
-Combustión espontánea, sin duda, -dijo Gylfie-. Twilight le lanzó una mirada fulminante al pequeño mochuelo. Siempre tratando de robarle el show con sus grandes palabras. No tenía ni idea de lo que era la combustión espontánea y dudaba que Gylfie lo supiera. Pero lo dejó pasar por el momento.
-Vamos, vayamos a explorar.

Se posaron en el suelo del bosque, al borde de donde el humo era más denso. Parecía salir de una cueva que estaba debajo de un afloramiento de piedra. Había unos cuantos carbones encendidos en el suelo y trozos de madera carbonizados.
-Digger, -dijo Twilight-. ¿Puedes cavar tan bien como caminar con esas piernas peladas que tienes?
-Claro que sí. ¿Cómo crees que arreglamos nuestras madrigueras o las hacemos más grandes? No nos conformamos con lo que nos encontramos.
-Bueno, empieza a cavar y enséñanos cómo. Tenemos que enterrar estos carbones antes de que un viento se los lleve y haga un fuego de verdad.

Fue un trabajo duro enterrar las brasas, especialmente para Gylfie, que era el más pequeño y tenía las piernas más cortas de todos.
-Me pregunto qué habrá pasado aquí.
Dijo Gylfie mientras se detenía a mirar a su alrededor. Sus ojos se posaron en lo que creía que era un trozo de madera carbonizado, pero algo brillaba a través de la negrura de la noche sin luna. Gylfie parpadeó. Brilló y se curvó en una forma familiar. La molleja de Gylfie dio un pequeño respingo y, como si estuviera en trance, se acercó al objeto.
-¡Garras de batalla! -jadeó-.
Desde el interior de la cueva llegó un terrible gemido. -¡Fuera! ¡Fuera!
Pero no podían salir. No podían moverse. Entre ellos y la boca de la cueva, unos ojos brillantes, más rojos que cualquiera de los carbones vivos, brillaban y había un horrible olor rancio. Dos colmillos blancos y curvados cortaron la oscuridad.

-¡Gato montés! gritó Twilight.
Los cuatro búhos levantaron simultáneamente sus ocho alas en poderosos golpes hacia arriba. El gato montés chilló abajo, un chillido terrible que rompía el cielo. Soren nunca había oído nada parecido. Todo había sucedido tan repentinamente que Soren se había olvidado incluso de soltar el carbón que llevaba en el pico.
-¡Por Glaux, Soren! dijo Gylfie al ver el rostro de su querido amigo bañado por la luz roja del radiante carbón.
Soren lo dejó caer inmediatamente.
Hubo otro grito. Una sombra más negra que la noche pareció saltar en el aire y luego caer en picado al suelo, retorciéndose y aullando de dolor.
-¡Bueno, por mi molleja! gritó Twilight. -¡Soren, has dejado caer ese carbón justo sobre el gato! ¡Qué golpe!
-¿Qué?
-Vamos, vamos a por él, para matarlo. -¿Matarlo? dijo Soren sin comprender.
-Sígueme. Apunta a sus ojos. Gylfie, no te acerques a su cola. Yo iré por la garganta. Digger, toma el flanco.
Los cuatro búhos volaron hacia abajo en una cuña mortal. Soren apuntó a los ojos, pero uno de ellos ya era inútil, pues el carbón había hecho su trabajo y una cuenca aún chisporroteante lloraba pequeñas brasas. Digger hundió sus garras en un flanco expuesto mientras el gato montés se retorcía en el suelo, y Gylfie metió una de sus garras en la fosa nasal más grande que Soren había visto. Twilight hizo un rápido corte en la garganta y la sangre salpicó la noche. El gato ya no aullaba. Yacía amontonado en el suelo del bosque, con la cara humeante por el carbón. El olor del pelaje chamuscado llenaba la noche mientras el pulso del gato montés se debilitaba y la sangre brotaba del profundo corte en su garganta.
-¿Estaba tras las garras de batalla? ¿un gato montés? -Soren se volvió hacia Gylfie-.
Cuando los dos búhos habían estado en San Aegolius, Grimble, el viejo búho que había muerto ayudándolos a escapar, les había contado cómo los guerreros de San Aegolius no podían fabricar sus propias garras de batalla, así que las recogían de los campos de batalla. ¿Pero un gato montés? ¿Por qué un gato montés necesitaría garras de batalla? Se quedaron mirando las largas y afiladas garras que salían de las patas del gato y que parecían más mortíferas que cualquier garra de batalla.
-No, -dijo Twilight en voz baja. Había volado hasta la cueva y ahora estaba en su apertura-.
-El gato buscaba lo que había aquí dentro.
-¿Qué hay allí? preguntaron los otros tres búhos a la vez.

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