Capítulo 13

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Libros del Más Allá

Ahora, muchachos, síganme mientras exploramos la maravillosa estructura de las raíces de nuestro querido árbol. Ahora pueden ver dónde las raíces se abren paso desde el suelo." Era la ryb de Ga'Hooleología, una vieja y aburrida Mochuelo Excavador.

"Aquí hay uno."

"Oh, sí, Otulissa. Un ejemplar perfecto."

"Aquí hay uno," Gylfie imitó a Otulissa. "Ella tiene la voz más molesta que he tenido la desgracia de escuchar."

"Ahora bien, si podemos encontrar una egarópila o si alguien se anima a regurgitar una, demostraré la técnica correcta de enterramiento. Las egagrópilas bien enterradas nutren al árbol," continuó la ryb.

"Oh, yo encontraré una," se ofreció rápidamente Otulissa y se marchó.

"Esta es la clase más aburrida," suspiró Soren. Habían estado dando vueltas por la base del Gran Árbol de Ga'Hoole durante todo el crepúsculo.

"No creo que sea tan malo," dijo Digger. Digger, por supuesto, siendo un Mochuelo Excavador, prefería las actividades en el suelo.

"No sé qué haré si me reclutan para la Ga'Hooleología," murmuró Twilight.

"Tú? Nunca," dijo Soren, pero secretamente le preocupaba que pudiera serlo. Se dio cuenta de que conocer el árbol era importante. La ryb de Ga'Hooleología les inculcaba esto constantemente, tal como lo estaba haciendo ahora. "El Gran Árbol de Ga'Hoole ha prosperado y florecido durante estos miles de años porque los búhos han sido excelentes administradores de este pequeño pedazo de tierra que el Gran Glaux les dio." Twilight comenzó a pronunciar las palabras de la misma forma que la ryb lo hacía.

"Eso es tan grosero," siseó Otulissa.

"¡Oh, vete a regurgitar una egagróplia!" le ladró Twilight.

"¿Qué acabo de escuchar? ¿Alguien tiene una egagróplia qué lanzar? Twilight querido, ven aquí. Creo que te escuché decir que tenías un pequeño regalo qué otorgar a nuestro Gran Árbol Ga'Hoole."

La clase finalmente terminó una hora antes de la Primera Oscuridad. Todavía había tiempo para ir a la biblioteca. Este era el lugar favorito de Soren y Gylfie en el viejo árbol. Los dos jóvenes búhos tenían un especial cariño por las bibliotecas que iban más allá que los maravillosos libros que ahora estaban aprendiendo a leer. En la Academia de San Aegolius, la biblioteca había estado estrictamente prohibida para todos, excepto para Skench y Spoorn, los dos brutales búhos que dirigían el orfanato. Nadie sabía leer en San Aegolius excepto Skench y Spoorn, pero aquí todos sabían leer y acostumbraban a hacerlo constantemente. Pero la razón por la que las bibliotecas eran tan especiales para Gylfie y Soren era que fue de la biblioteca de San Aegolius de donde habían escapado.

Para los dos jóvenes búhos, las bibliotecas significaban libertad en todos los sentidos. A veces, Soren pensaba que las bibliotecas eran para él una especie de Más Allá, en el sentido en que la señora Plithiver y otras serpientes hablaban del cielo. El cielo tan lejano para las serpientes, tan lejano como cualquier cosa puede ser, era un mundo invisible. Pero a medida que Soren y Gylfie aprendían a leer, empezaban a vislumbrar los mundos invisibles.

El único problema de la biblioteca era el viejo Autillo Bigotudo, Ezylryb. Siempre estaba allí, y seguía siendo tan aterrador como aquel día en que Soren lo vio por primera vez en el parlamento y sintió que su ojo entrecerrado le quemaba. El viejo pájaro rara vez hablaba, y cuando lo hacía, lo hacía con un profundo gruñido bajo.Tenía una afición por las orugas y tenía una reserva de orugas secas para cuando estaban fuera de temporada. Las ponía en una pequeña pila junto a su escritorio en la biblioteca. No era lo que Ezylryb decía lo que Soren y Gylfie encontraban desconcertante, sino lo que no decía. Él parecía observarlo todo en silencio, incluso mientras leía con su ojos y medio. De vez en cuando emitía un gruñido bajo de lo que ellos sólo podían sentir como una desaprobación. Pero lo peor de todo era su pie deforme. Y aunque Soren y Gylfie sabían que era de mala educación mirar, sus ojos parecían atraídos por esa garra destrozada. Soren admitió a Gylfie que no podía evitarlo, y Gylfie dijo que ella misma temía cometer un terrible desliz.

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