Capítulo IV: Gelidez intermitente

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Skylar

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Afortunadamente, el resto de la cena transcurrió de forma tranquila y sin ningún otro incidente fantasmagórico. La charla se desvió a asuntos casuales que no involucraban guerras, armas, ni tácticas políticas, tan solo detalles de reparaciones que quedaban por resolver en algunas casas y Raoul haciendo mención a la integración de Skylar a la Sky Guardians Academy que tendría lugar al día siguiente, quien le aseguró que no tenía de qué preocuparse ya que todos se encontraban ansiosos de recibirla, pero ella tenía sus reservas.

Ser la chica nueva jamás era sencillo.

Una vez que todos hubieron acabado de comer, fue Skylar quien se despidió de primera con la excusa de devolver un par de libros de magia que Cloe le había prestado antes de salir. Claro que, la verdad de las cosas, es que no había ningún libro que devolver. Necesitaba con urgencia un instante de soledad, antes de que la máscara de tranquilidad que tanto se esforzó por ostentar, se cayera a pedazos.

Tomó un camino aleatorio a través del segundo piso y solo se dio cuenta de que llevaba varios minutos vagando sin rumbo cuando estuvo a punto de tropezar y tuvo que sostenerse contra una pared para no caer. Se encontraba en un pasillo escasamente iluminado en el que nunca había estado, sin puertas ni ventanas y cuya única decoración consistía en unos cuadros antiguos colgados a lo largo de las paredes, como una pequeña galería. Sus protagonistas parecían observarla desde las sombras con desdén.

Skylar sentía las piernas inestables y aun cuando acababa de comer, percibía un vacío doloroso en su estómago. Por si fuera poco, no lograba librarse de la sensación gélida que se deslizaba por su cuerpo y sus dientes castañeaban en consecuencia.

"Calma... Todo está bien, tan solo respira", se repitió una y otra vez con la esperanza de que la afirmación le devolviera el dominio sobre su cuerpo.

¿Acaso sería así a partir de ahora?

¿Tendría que rehuir de cada espejo o superficie capaz de proyectar un reflejo para siempre?

Se negaba a aceptar algo así. Ella luchó y lo arriesgó todo con la intención de salvar la vida de John Roy, poniendo la suya propia en riesgo y casi perdiendo a Trai en el proceso. Eso tenía que valer de algo.

—No puedes hacerme esto —pensó en voz alta—. ¿Qué es lo que quieres de mí...?

El estridente sonido de un crujido que hizo eco a lo largo del pasillo atrajo su atención y Skylar sintió su corazón hundirse dolorosamente dentro de su caja torácica en el momento en que vio cómo unas profundas grietas negras comenzaron a extenderse a través del papel tapiz, traspasando los muros mientras el suelo bajo sus pies se sacudía con violencia.

"¿Un terremoto...?".

Las paredes se estaban resquebrajando a su alrededor y sus piernas no le respondían.

No podía correr. No tenía forma de escapar.

La mansión caería sobre ella.

Una nota de pánico subió por su garganta. Moriría aplastada... Eso si su corazón no se detenía primero. La reverberación de cada latido le sacudía el cuerpo y estaba segura de que solo era cuestión de tiempo para que este fallara. El sonido de una risa cuyo género no pudo identificar resonó por encima del estruendoso caos y Skylar cayó de rodillas llevándose las manos a la cabeza. En su muñeca, el brazalete de su padre relucía como una brillante gota de sangre contra su piel y en su interior, la metamorfosis gritaba, desesperada por liberarse y tomar el dominio de su cuerpo, pero Skylar la contuvo haciendo uso de todas sus fuerzas.

El legado de Orión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora