Skylar
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A diferencia de sus otras visiones, tras las cuales recuperaba la conciencia con la sensación de haber conseguido escapar de una pesadilla vívida, esta vez, cuando Skylar volvió en sí lo hizo de golpe, como si su alma hubiera impactado dentro de su cuerpo tras una larga caída.
El corazón se le estremeció por la conmoción y un angustioso jadeó escapó de sus labios en el momento en que las lágrimas le saltaron de los ojos.
Cada parpadeo atraía nuevamente hasta ella retazos de otros lugares y momentos, como una marea que iba y venía. Nombres y sentimientos entrelazados los unos con los otros, nombres conocidos y sentimientos ajenos. Rostros olvidados y voces, tantas voces...
—Shh, tranquila querida. —Ragnor la sujetó por los hombros, invadiendo su campo visual— No pasa nada, trata de respirar. Inhala y exhala... Así, eso es.
Skylar tardó un poco en caer en cuenta de que se encontraba recostada sobre lo que parecía ser una camilla. A su alrededor todo parecía dar vueltas y un persistente mareo se aferraba a su estómago.
¿Cómo llegó ahí?
La sensación de vértigo todavía le atenazaba los músculos del cuerpo y el pánico comenzó a subirle por la garganta hasta que un par de ojos verdeazul reemplazaron los de Ragnor junto a ella. Su propio par de brillantes faros en medio de la tempestad.
—Sky... —La presencia de Traian se extendió como un bálsamo en sus terminaciones nerviosas— ¿Cómo estás?, ¿estás bien...?
Con cuidado, Skylar se llevó una mano a las doloridas sienes que todavía le palpitaban e hizo un esfuerzo por incorporarse sobre sus codos, siendo asistida por ambos sin que esta tuviera necesidad de pedirlo.
—Sí... Excepto por el dolor de cabeza, estoy bien —les aseguró, tratando de tranquilizarlos y a sí misma en el proceso—. ¿Qué sucedió...?
Skylar escudriñó su entorno con la mirada y no tardó en darse cuenta de que seguía en la Academia, los techos y paredes de hielo la delataban, aunque ya no se encontraban en el campo de entrenamiento, sino en lo que daba la impresión de ser una pequeña ala de enfermería.
Junto a la puerta, se encontraba Raoul.
—Te desmayaste —comenzó a decir el guardián en tono de disculpa—. Cómo lo siento pequeña, de haber sabido que las cosas resultarían así, hubiera sugerido que te tomases algunos días más antes de integrarte a los entrenamientos. No puedo evitar sentirme responsable...
Sus cejas se fruncieron debido al remolino de preguntas en su cabeza, pero antes de que pudiera exteriorizarlas, Raoul continuó:
—Sin embargo, y aunque seguiré sosteniendo que aceptar un duelo no fue la decisión más sabia para tu primer día, no se puede negar que fue una entrada de alto impacto. Jamás hubiera imaginado que tu dominio del MDL se encontraría tan avanzado. Claro que con un instructor como Ragnor Gray no debí esperar menos —agregó, dedicando un gesto significativo con la cabeza a Ragnor, quien simplemente esbozó una pequeña sonrisa, a través de la cual Skylar fue capaz de leer un claro y directo: ya hablaremos de eso después, dirigido hacia ella—. Una invocación corpórea en una joven nefilim que hasta no hace mucho ni siquiera tenía conocimiento de la magia. No cabe dudas de que eres una caja de sorpresas, ¿¡lo dije o no lo dije Gray!?
—Con insistencia —concedió el aludido.
—Ha sido una victoria bien merecida —la felicitó Raoul, tomándola por sorpresa—. Hacia mucho tiempo que no ameritábamos de una votación del alumnado para finiquitar el veredicto de un duelo.
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El legado de Orión ©
FantasySaga Trono de luz y oscuridad. Libro 2: El legado de Orión. --------------------------------- Tras el ataque a Gealaí, un crudo resentimiento ha mermado la relación entre guardianes e hijos de la luz. El tiempo avanza con rapidez y la fecha final pa...