Capítulo XXII: Preludio

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Skylar

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Cuando Skylar despertó, su habitación se había oscurecido con la caída de la noche en Gealaí. Todo parecía estático y en silencio, como si el mundo se hubiera detenido y tal vez así fue, aunque solo por un segundo. Se irguió un tanto mareada y sintió un hueco en el estómago. Luego de su primera metamorfosis, su apetito se había vuelto voraz —como el de un dragón— y difícilmente podía pasar mucho tiempo sin comer, aun cuando se suponía que los guardianes poseen una resistencia mayor a los de los seres humanos en lo que se refería al tiempo que podían sobrevivir sin agua o comida. Tal vez podría buscar a Trai para asaltar juntos la cocina...

Excepto que no podía hacerlo.

El mundo volvió a girar, ajeno a ella e indiferente a su dolor. Su reciente conversación con él en el pasillo la asaltó como un golpe de agua fría, junto con el entendimiento de que aquella mañana despertó sintiéndose un poco más entera y que ahora, por el contrario, despertaba sintiendo que le fue arrancado otro pedazo del corazón.

Sin Christian y sin Traian ahora se sentía medio vacía, medio viva. Media Skylar.

Ambos seguían con vida y, aun así, entre ellos todo había cambiado. Christian, que la quería de una forma a la que ella no pudo corresponder y que poseía un demonio en su interior, haciéndola dudar de si su relación con ella tuvo algo de genuina y no se limitase a un plan táctico para introducirse en su vida. Y Traian, su jinete y de quien se había enamorado sin saber que, entre sus razas, ese tipo de relación sería vista como un tabú, además del hecho de que, aparentemente, dragones y jinetes portadores del vínculo que osaron verse como algo más que compañeros de batalla, habían estado desapareciendo sin dejar rastro en los últimos años en todas partes del mundo, convirtiendo sus sentimientos en un peligro potencial para ambos... o mejor dicho, los sentimientos de ella.

"Patética...".

Traian seguía ahí, a su lado, simplemente este no le correspondía.

"Acéptalo".

Parpadeó un par de veces antes de que sus ojos se acostumbrasen a la penumbra cuando alguien llamó a su puerta.

Skylar se congeló y supo al instante el por qué. ¿Y si era él...? No estaba lista para verlo...

Los golpecitos a la puerta se hicieron más insistentes.

—¿Señorita? —preguntó la voz de Cloe desde el otro lado.

El alivio se distendió en ella con vergonzosa inmediatez.

"Doblemente patética...".

—¡Un momento!

Con un movimiento fluido de sus dedos, encendió las luces de las lámparas de su habitación. Todavía llevaba puestas las ropas de entrenamiento y su cabello seguramente era una desgracia despeinada, pero a falta de poder hacer algo más consigo misma teniendo a Cloe esperando tras su puerta, cogió el cepillo y se lo desenredó lo mejor que pudo en tanto la invitaba a pasar.

La chica se asomó en su habitación con cautela, como si estuviera esperando encontrarla con compañía y Skylar tuvo que regañarse a sí misma por sonrojarse. Sabía bien a quién esperaba encontrar con ella.

—El señor Gray me ha pedido que viniera a ayudarla a alistarse para esta noche señorita.

¿Alistarse?

—Uhm, creo que me perdiste Cloe, ¿alistarme para...?

Cloe asintió y cruzó ambas manos tras ella. Solo entonces Skylar reparó en sus galas. Llevaba el cabello castaño cobrizo trenzado hacia un lado e iba ataviada con un hermoso traje negro y dorado. La chaqueta con solapas estaba pulcramente abotonada con una hilera de resplandecientes botones dorados y caía por su espalda hasta la mitad de sus piernas. Un precioso bordado con hilos de oro formaba un entretejido rúnico alrededor de los puños, solapas y terminaciones de la exquisita prenda, bordeado de finas enredaderas con hojas que Skylar aprendió a reconocer como parte del emblema de la guardia real a la que Trai también pertenecería algún día por derecho de sangre. Es por esa razón que su armadura poseía el mismo grabado de hojas entretejidas entorno a las escamas del peto y por lo que había mandado a hacer con Cloe el contenedor para el memoriae con el mismo motivo de enredadera para él. La expresión en su rostro cuando Skylar se lo entregó, como si no pudiera creer que ella realmente había pensado en él como para mandarle a hacer algo así...

El legado de Orión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora