Capítulo XXV: "Lo que esperan que sea"

218 16 3
                                    

Skylar

-

—Tan sutil como siempre, Theodor —se interpuso Ragnor, a lo que Theodor Gerald respondió con una mirada glacial.

—No recuerdo haberme dirigido a ti, híbrido —espetó el aludido, sin hacer el más mínimo esfuerzo por ocultar su desprecio hacia Ragnor. La palabra "híbrido" sonó como la peor de las ofensas al salir de su boca, agitando las entrañas de Skylar con una furia contenida.

—Híbrido inmortal, de hecho. Lo que me convierte en un miembro del Consejo y tu superior más inmediato en esta sala —respondió Ragnor, con una ira hasta entonces desconocida por Skylar llameando en los ojos dorados del inmortal.

—Por favor —bufó Theodor en una grave risotada—, no planeo entrar en discusión con una escoria oscura como tú.

Era la primera vez que Skylar veía a Ragnor tan dominado por sus emociones, aunque lo más probable es que solo ella se estuviera dando cuenta de esto gracias a su capacidad de percibir las tonalidades que titilaban a su alrededor, las cuales le develaban el profundo resentimiento que este sentía por el centenario y no podía culparle, ella misma tuvo que esforzarse por mantenerse serena ante el arremetimiento del susodicho guardián.

Detestaba los malos tratos que Ragnor se veía obligado a tolerar por su condición de híbrido, no lo merecía.

—De acuerdo... —musitó Esteban un tanto nervioso, mientras introducía ambas manos en los bolsillos de su pantalón—. Creo que nuestros padres esperan por nosotros del otro lado del salón, ¿no te lo parece Nat?

Nathaly respondió con un asentimiento en seco, permitiendo a su hermano escoltarla lejos de ahí, no sin antes dirigirle en conjunto una mirada cargada de disculpas y ánimos a Skylar. Y sí que le harían falta.

¿De verdad ese hombre era su tatarabuelo...?

Vaya árbol familiar.

"¿Sabías de su existencia...?" —preguntó a Trai.

"No hasta este instante...".

A su lado, Addy tensó su agarre y Skylar cerró con delicadeza sus dedos entorno a los suyos para tranquilizarla.

—Señores, no seamos hostiles. Después de todo, hoy estamos celebrando y no querrán ser manzanas de discordia, ¿cierto? —intervino Raoul, haciendo uso de su mejor tono de director de Academia separando a dos críos a punto de dar inicio a una pelea.

—Creo que tengo el derecho de ser adecuadamente presentado a dos de las últimas tres miembros de mi familia con vida —replicó Theodor con forzada parsimonia—. Eso teniendo en cuenta que ni siquiera tuve la oportunidad de conocer a mi bisnieto y ni hablar de asistir a su funeral.

La postura de Marion era rígida y saltaba a la vista que se encontraba haciendo un esfuerzo sobrehumano por mantener a raya su dragón interior.

El hombre no sabía en lo que se estaba metiendo.

No tienes ningún derecho sobre esta familia —repuso su abuela en la lengua de sus ancestros—. Perdiste ese privilegio cuando me repudiaste.

Fuiste repudiada por casarte con un hijo de la oscuridad. Pudiste regresar a Gealaí con nosotros tan pronto como esa unión fue disuelta, pero preferiste aislarte en Gréine, aún después de la muerte de Thomas Garroway y de tu hijo.

—No quedaba nada en Gealaí para mí —arremetió Marion con furia—, no después de todo lo que ustedes me arrebataron, ¿o acaso olvidaste lo de Daria también?

El rostro de Theodor se contrajo y Skylar creyó vislumbrar una chispa de pesar en sus ojos.

Ahí estaba, ese nombre otra vez.

El legado de Orión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora