Capítulo XXX: Medianoche

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Skylar

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En algún lugar de la silenciosa mansión, un reloj anunció la llegada de la medianoche.

Skylar se hallaba sentada en el alfeizar de una de las ventanas junto a las flores de su abuela, sosteniendo entre sus dedos una ramita de lilas marchitas que encontró junto a una de las macetas de barro. Desde niña siempre le generó fascinación la ingravidez y la sensación de libertad que brindaba el sentarse en las ventanas —a pesar de que Christian muchas veces la acusó de suicida por esto—, sin embargo, no se trataba de una añoranza de peligro ni nada por el estilo. Se le hacía difícil explicarlo, pero quizás fuera porque una parte de ella siempre perteneció a esa ingravidez y añoraba la cercanía con las estrellas.

Marion se había quedado dormida hacía poco, mientras conversaban de temas maravillosamente comunes como el último libro que la otra había leído recientemente o la serie de Netflix inconclusa que sin dudas debían terminar de ver en cuanto tuvieran oportunidad. Su abuela no insistió con el tema de Traian ni volvieron a tocar ningún otro de índole mágica, fantasmas o recuerdos dolorosos del pasado, lo que para Skylar fue resultó en un agradable "tiempo fuera" de todo el caos y los problemas, al menos por un ratito. Mañana ya sería otro día.

"No cometas mis mismos errores o lo lamentarás algún día y tal vez entonces será demasiado tarde".

Aquella era sin lugar a dudas la declaración más íntima que Marion hubiera promulgado alguna vez en su presencia y le dio a Skylar una perspectiva mucho más amplia no solo de lo que su historia con Ragnor significó para ella, sino de lo que esperaba que la vida pudiera ofrecerle. Algo que muchos pasaban una vida buscando en vano y que ella fue obligada a abandonar. Un arrepentimiento cuyas secuelas todavía sufría y que deseaba poder evitarle.

Lejos, el reloj reiteró su anuncio con una suave melodía que despertó en ella cierta nostalgia.

Las doce y un minuto.

Era la primera vez que escuchaba un reloj anunciando la hora en la mansión, pero lo que la sorprendió en verdad no fue el reloj, sino el hecho de que este día realmente hubiera llegado.

Ya era oficial.

Su cumpleaños número dieciocho.

—Cumpleaños feliz... me deseo a mí...

Sopló a la ramita como si de una vela se tratase y justo frente a sus ojos las pequeñas hojas se reconstituyeron una a una, como si el tiempo hubiera sido colocado en reversa. Los pétalos de las pequeñas flores se tiñeron de violeta y su suave aroma le acarició los sentidos.

No lo podía creer.

—Esto es...

¿Ella había hecho eso...?

No, no podía ser, porque de ser cierto, si esto era real, eso significaría que le había regresado la vida...

"Oh Dios...".

Una dicha embriagadora le abrazó el corazón y cada partícula de su cuerpo se sintió como si fuera bañada de sol por un instante y algo más, algo que no se había atrevido a sentir desde hacía mucho, esperanza.

Ragnor tenía razón. Podía hacerlo, realmente podía cambiar las cosas para todos.

Con su poder, encontrar a Christian solo era el comienzo. Se haría más fuerte, enfrentaría al rey oscuro, a su hijo y quien se interpusiera en su camino. Resarciría todo el daño que provocaron a los suyos, a su familia.

Su pueblo necesitaba una reina y Skylar necesitaba de todo el apoyo con el que pudiera hacerse para enfrentar lo que se avecinaba. Podía sentir en lo profundo de sus huesos cómo algo se aproximaba, como el ulular del viento antes de la tormenta, algo terrible y sin precedentes, algo de lo que tanto ella como Addy eran la clave, aunque no sabía muy bien hasta qué punto.

El legado de Orión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora