Capítulo XXXI: Dulces dieciocho -Parte 1-

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Skylar

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Esa noche Skylar se quedó en la habitación de su abuela tal y como cuando era niña, lo que la ayudó a dormir casi toda la noche de corrido, exceptuando un par de ocasiones en las que se despertó agitada en medio de retazos de sueños, que la transportaban a un distante pasado y evocaban imágenes distorsionadas de su reciente cena de presentación en Gealaí.

En uno, los invitados a la cena se transformaban en siluetas negras y sin rostro, engalanadas con trajes y vestidos de fiesta, que se abalanzaban sobre ella para devorarla con sus fauces llenas de dientes, tan pronto sonaban las campanadas que anunciaban el inicio del banquete. De lo demás solo podía recordar algunos trozos de la visión que tuvo con Andrómeda y sus hermanos, recuerdos de un bosque oscuro, el interior de lo que parecía ser un palacio bañado por luz dorada y un campo lleno de flores violetas superponiéndose los unos con los otros.

Se irguió sobre sus codos y reparó en un trozo de papel doblado con cuidado sobre la mesita de noche con su nombre escrito. Junto a ella, Marion seguía plácidamente dormida, lo que alegró a Skylar, por lo que, procurando no hacer ruido, desplegó la nota y se topó con una elegante caligrafía cuyo dueño identificó mucho antes de llegar a la firma.

Querida Skylar:

Si y solo si, has leído esta nota y no es mediodía todavía, ni te quedan deseos de dormir unas horas más (las cuales estarían más que justificadas), me gustaría que vinieras al Observatorio. Hay algo que quisiera mostrarte.

Si por el contrario decides volver a dormir, sin dudas podremos dejarlo para más tarde, aunque me gustaría que este fuera uno de los primeros obsequios que recibas en este día.

Ragnor

Guiada por la costumbre buscó su celular para consultar la hora, pero recordó que lo había perdido hacía ya varias semanas. Tendría que conseguir uno nuevo, aunque hacerlo no tenía mucho sentido, después de todo ¿a quién iba a escribirle?, ¿a Christian?

"¿Dónde estás?", "¿Estás bien?", "¿Él... Eso te ha hecho daño?", "¿Cómo es la vida en el infierno?".

Quizás hasta podría hacer un par de posts en redes sociales:

#entrenandoparacombatiraldiablo #todaslashistoriassonciertas #¿estecolordesombracombinaráconmisescamas?

"Bueno, basta de pensamientos lúgubres y tragicómicos".

Después de considerarlo unos segundos, su curiosidad triunfó por sobre las ganas de echarse a dormir otras diez horas más, pero tan pronto se levantó y reparó en las ropas de pijama que su abuela le prestó, decidió que lo mejor sería hacer una parada rápida en su habitación primero.

No había movimiento en la mansión, así que con seguridad aún era temprano y no tardó mucho en llegar al pasillo que conducía a su habitación, razón por la cual todavía se encontraba adormilada cuando se topó con Traian. Su jinete se hallaba con los brazos cruzados sobre el pecho y la espalda recostada contra el marco de la puerta de su habitación. Su repentina visión hizo que el corazón le diera un vuelco en el pecho. Estaba tan acostumbrada a sentirlo cerca mucho antes de toparse con él, que la ausencia de esa sensación la hizo sentir un vacío en su interior.

—Hola...

—Hola.

Su frialdad al hablarle resultaba dolorosa. Llevaba puesto el mismo pantalón de vestir y la camisa azul con la que lo vio la noche anterior, pero varios de los botones se le habían abierto, proporcionándole una vista inmejorable de su clavícula y de la cadena dorada que le rodeaba el cuello, portando el memoriae que se mantenía oculto en su pecho.

El legado de Orión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora