Skylar
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No existían palabras en ningún idioma que Skylar conociera, capaces de hacer justicia a lo que vieron sus ojos tras descender a las entrañas del Polo Sur, a través del laberinto de interminables escalones de hielo incorrupto que llevaban hasta la SGA,
La primera vez que escuchó hablar acerca de la Academia de guardianes del cielo Sur, se había imaginado extensos campos de entrenamiento, con un amplio cielo extendiéndose sobre sus cabezas en todas direcciones. Instrumental por supuesto, profesores expertos y guardianes entrando y saliendo de metamorfosis a voluntad. Libres. Lo que jamás se imaginó, era que todo aquello se encontraría en el interior de una fortaleza subterránea de hielo.
La Academia consistía en un espacio imposiblemente amplio, de altos techos abovedados que se perdían a la vista en una profunda oscuridad índigo. Pilares de hielo macizo se distribuían a cada lateral de un campo de entrenamiento bien abastecido, con soportes para armas, dianas, muñecos de práctica, caballetes y más. Las dimensiones resultaban más que suficientes para albergar a varios centenares de dragones adultos transformados. Todo iluminado por un suave resplandor opalescente proveniente de cada una de las superficies del lugar, el cual, si se observaba con atención, daba la impresión de disminuir y aumentar su brillo con un ritmo estable, similar a los latidos de un corazón vivo.
Jamás, en toda su vida, había visto una estructura tan delicada y la vez formidable. Era el tipo de belleza que solo parecía posible mediante intervención divina.
—Imagino que no hay vistas como esta en el reino de los humanos. —Escuchó decir a Nathaly a su espalda.
—Pues imaginas bien... Esto es... —respondió Skylar abarcando su alrededor con un gesto, mientras formaba un "wow" con los labios.
Nathaly rio y Traian también sonrió. Cualquier rastro de su anterior estado de ánimo desapareció por completo, lo que era en parte un alivio, pero eso no significaba que el tema hubiera quedado zanjado. Más tarde tendrían que hablar sobre lo ocurrido en el desayuno y esa extraña actitud que había adoptado tan de repente.
Todavía se encontraban al pie de la escalera que los había llevado a aquel extraño mundo de hielo y matices azules, cuando Skylar reparó en un grupo de guardianes y nefilims que ingresaban en el campo a través de un acceso ubicado al otro lado de la gigantesca estancia, el cual le provocó una creciente curiosidad.
¿Cuántos secretos más podrían hallarse ahí enterrados, más allá de lo que sus ojos alcanzaban a ver en aquel momento?
—Pudiste haber dicho algo al respecto en los últimos días —regañó a su jinete con una clara nota de ironía y propiciándole un codazo—. Jamás me imaginé que sería así... Es hermoso.
—Pensé que verlo sería mucho mejor que solo describírtelo. No quería arrebatarte la impresión de la primera vez —respondió el aludido con las manos cruzadas tras su espalda, mientras admiraba el entorno junto con ella. Las esquinas de sus labios se curvaron en una disimulada sonrisa y Skylar también sonrió en respuesta.
—Lo que daría por tener mis lápices para dibujar... —susurró con anhelo.
A su lado, Nathaly alzó las cejas sorprendida.
—¿Tú... dibujas?
Skylar asintió.
—Sí, o al menos lo hacía. Ya sabes, antes de todo esto... —añadió, haciendo énfasis en esas últimas dos palabras.
—Vaya —dejó salir Nathaly en un suspiro. Skylar reparó en que la atención de la chica se había desviado a las palmas de sus manos—. Debe ser agradable... Digo, tener una habilidad que no esté relacionada con asesinar monstruos o evitar ser asesinado por ellos...
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El legado de Orión ©
FantasySaga Trono de luz y oscuridad. Libro 2: El legado de Orión. --------------------------------- Tras el ataque a Gealaí, un crudo resentimiento ha mermado la relación entre guardianes e hijos de la luz. El tiempo avanza con rapidez y la fecha final pa...