Capítulo XXXIV: Nuestro

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Christian

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Las veces en las que Christian llegó a concebir expectativas acerca de lo que le depararía la vida en aquel punto de la misma, siempre se imaginó a sí mismo terminando la escuela y emprendiendo su año sabático junto a Skylar. Año en el cual al fin tendría la oportunidad de demostrarle la magnitud de sus sentimientos, y es que, antes de elegir su carrera o a qué universidad iría, lo primero para él era ese año. Un año en que solo serían ellos dos. La llevaría a las cafeterías más entrañables de París, visitarían las pirámides en Egipto, recorrerían Asia y finalmente le presentaría Escocia en todo su esplendor. El resto solo eran añadiduras. Si estaba a su lado, todo lo demás se acomodaría entorno a ellos...

Pero, ¿cuándo esos pensamientos comenzaron a sonarle tan... disonantes?

Su amor por ella había ido creciendo a la par que ellos lo hacían. Con el pasar del tiempo, había encontrado en su mejor amiga todo aquello que siempre buscó sin necesidad de buscarlo. Nunca se fijó en otra chica porque, para él, Sky ya lo tenía todo. Esa personalidad chispeante, amable y sencilla que mantenía hermética y de la cual él parecía ser uno de los pocos que tenían el privilegio de conocer, le hicieron desarrollar un profundo cariño por ella. Cariño que le llevó a hacer todo lo posible por protegerla, pues aunque Sky pasaba la mayor parte del tiempo esforzándose por mostrarse fuerte, él conocía su fragilidad.

Los últimos años de escuela fueron los más duros para ella. Luego de que Amanda decidiera seguir su propio camino como autoproclamada Queen B, no le bastó con hacer a un lado a Sky, sino que tuvo que pisotearla en el proceso. Eso la destrozó, y fue Christian quien la sostuvo y la ayudó a juntar los pedazos.

Había sido Sky quien quiso añadir a Amanda a su vida en un comienzo y, de hecho, en algún punto los tres llegaron a ser muy buenos amigos, pero tras la muerte de la madre de Amanda, esta había cambiado, algo en ella se había oscurecido y para Christian fue un punto y aparte en el momento en que apartó a Sky sin importarle lo mucho que esta la quería, porque así era Sky, amaba con tanta intensidad que Christian temía que un día eso pudiera destruirla.

La cosa es que una parte de él, una de la cual trataba de convencerse con todas sus fuerzas que antes no estuvo ahí, deseaba ser el único objeto de su afecto, aún si la destruía en el proceso, aún si destruía al mundo entero en el proceso. Sentía un placer culposo al pensar en ello, pero era como si la culpa y el placer se encontrasen divididos en dos polos opuestos de sí y no podía saber con exactitud cuál de aquellos sentimientos le pertenecía a él, o si ambos lo hacían.

De pronto, tuvo la impresión de que le introducían un hierro ardiente a través de la garganta y el dolor hizo que sus pensamientos se ennegrecieran, como si un telar negro recubriera la luz del sol, convirtiendo todo a su alrededor en un terrible juego de sombras distorsionadas.

Él había despertado.

Christian ya conocía aquella sensación, se había convertido en algo recurrente para él en las últimas semanas. Hambre. El hambre era lo único que despertaba a Carsten estos días, los cuales giraban en torno a alimentarse, dormir y buscar la manera de observar a Sky cada vez que tenía oportunidad. Verla desde donde se encontraba, en un punto recóndito de su propia mente, sin poder acercarse y sin tener el dominio de su cuerpo, era la peor de las torturas.

Ahora, su cuerpo se sentía diferente, a medida que Carsten lo alimentaba con la energía vital de los seres vivos que cazaba, este había ido cambiando. Al comienzo, los cambios apenas fueron perceptibles. Mayor resistencia al frío y al calor, una movilidad mucho más ágil y el hecho de que ahora podía prescindir del agua y la comida humana siempre y cuando se "nutriera" adecuadamente, pero la cosa es que, mientras más vidas consumía, menos humano se volvía. Su yo del pasado era ahora un recuerdo borroso y su subconsciente estaba plagado de lagunas mentales a las que le era imposible acceder, excepto por el recuerdo de aquella primera víctima. Esa pobre niña con la que se toparon en Gealaí y la explosión de placer y adrenalina que recorrió su cuerpo tan pronto como su sangre se deslizó a través de su garganta, apaciguando el ansia infernal que desataba su hambre.

El legado de Orión ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora