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Corriendo de aquí para allá juntando sus cosas para ir a su trabajo, Alexa se desespera por no querer llegar tarde.

—Yaaaa.... No corras, que me mareas —gimoteó su amiga.

—¡Si me ayudaras no estaría en esta situación, estúpida! —le regañó Alexa a su amiga.

—Ya, Ale, no seas así conmigo —dijo en tono lastimero.

—Marta, por favor... en serio no quiero llegar tarde.

—Ok, ok, ya voy, no me enojo contigo porque te quiero —dijo, comenzando a recoger también. Alexa le sonrió y le guiñó el ojo, lanzándole un beso—. Mmm... no me tiendes que te voy a besar —dijo Marta con sonrisa pícara.

Alexa solo se rió, agachándose para recoger sus zapatos—. ¿Segura que no eres lesbiana? —recibió una nalgada como respuesta, sorprendiéndola.

—Soy hetero, pero contigo puedo hacer una excepción —dijo, sobándole la nalga golpeada mientras se acercaba a su rostro, demasiado para el gusto de Alexa.

—M-marta ya basta, me das miedo... Un día terminaras violándome —dijo, alejándose con la cara roja.

Marta soltó una carcajada, para después apretarle las mejillas.

—Uy... eres una ternura cuando te sonrojas, la verdad no me molestaría acostarme contigo —y le besó la nariz—. Necesitas de alguien que te de un buen sexo para que se te quite esa timidez —dijo, tomado su mochila y saliendo del apartamento de su amiga.

—No pienso abrirme de piernas a cualquiera solo por placer —respondió, saliendo tras ella y cerrando la puerta con llave.

—Entiendo que seas de esos que quieren llegar vírgenes al altar, pero tú te reprimes demasiado —le reprochó Marta.

Hablaban durante todo el camino hasta llegar al trabajo de Alexa. Se despidieron con besos, Alexa en su mejilla, y Marta en la comisura de sus labios solo para ver su cara de pánico.

Alexa trabajaba en un club nocturno la Dolce Farfalla como bar ténder, consiguió el trabajo gracias a un compañero de clases, y además, no quedaba muy lejos de su vivienda.

Saludando a los trabajadores, se adentró para cambiarse y tomar su puesto, no conocía al jefe del club, pero le había dicho que era un hombre frío y estricto. La aceptaron gracias a la recomendación de su compañero.

—Hola Ale. ¿Cómo estas? —Jonny, otro bar ténder, amigo y su compañero de clases.

—Hola... pues bien, digamos, pequeños (grandes) problemas, pero los voy a arreglar —respondió, acomodando unas botellas.

—Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. —Jonny apoyó, tocando su hombro.

—Gracias Jon, pero no quiero abusar, ya hiciste suficiente con conseguirme un empleo.

—Para mí es un placer  —le guiñó el ojo, Alexa solo sonrió mientras preparaba un cóctel a un cliente.

Había trabajado ahí por un año, cada tarde hasta la media noche, pero el pago ya no era suficiente, tendría que buscar otro para poder abarcar los costos de su día a día. Mientras limpiaba la mesa, Jonny le llamó.

—Ale, ¿puedes llevar las bebidas a la mesa diez? —dijo, apuntando a unas personas—. Los camareros están ocupados y...

—Esta bien, voy... —le interrumpió, acomodando las copas en la bandeja—. ¿Quiénes son? 

—Creo que son los socios del jefe —Alexa asintió y se dirigió a ellos, al llegar se inclinó para dejar las copas.

—Aquí tienen, caballeros —dijo, levantando la mirada, pero se encontró con unos profundos ojos verdes, que la miraban de forma penetrante. Se alejó rápido—. ¿N-necesitan algo más? —se dio un zape mental por tartamudear.

RETORCIDO CAPRICHO (Ese Es El Trato 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora