10 - Dulce sabor

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Como si fueran unos padres mirando a sus hijos juguetear por todas partes, estaban Leonardo y Vanessa, sentados en un banco, conversando.

—Con que ella es la del trato... Al principio pensé que era una niña, su cara no refleja madurez —dijo Vanessa.

—Tiene una cara infantil, pero su carácter es otra cosa, es una cajita de sorpresas, puede explotar de la nada si tocas el botón equivocado. —Sonrió recordando el golpe—. Me insulta cada vez que puede, y una vez casi me rompe la cara con un golpe.

Vanessa rompió en carcajada.

—¿Entonces ella fue la del golpe? Tenías la mejilla inchada. —Se tapó la boca para aguantar la risa—. Me gusta, si puede insultarte y llevarte la contraria, bienvenido sea.

Leonardo solo se limito a reírse mientras miraba a Alexa, quien venía corriendo hacia ellos con algo en sus manos.

—¡Leooo! ¡Mira lo que gané en un juego! —exclamó, enseñándole una caja de selfie stick con una gran sonrisa.

Para Leonardo fue la primera vez que le sonreía con total libertad, y le pareció la más hermosa sonrisa. Ella sontenia su premio felizmente con esa sonrisa inocente.

—Marta decía que no lo lograrí pero ¡lo hice! —decía con una expresión triunfal hacia su amiga—. ¡Pum! perra, en tu cara por no confiar en mi.

—Bueno, no sabía que eras buena con los aros...Ya veras que para otros juegos no podrás ganarme —afirmó con orgullo.

—¡Es un reto! —dijo Alexa con altanería—. Jugaremos a cinco juegos y el que pierda la mayoría tendrá un castigo. —Miró a Leonardo con las mejillas rojas al darse cuenta de lo que dijo—. Podemos, ¿verdad?

—Claro que pueden, ya te dije que es tu regalo—vio como volvía a sonreír de aquella hermosa forma.

—¡Gracias! Vamos, que empiecen los juegos.

Entre risas y gritos, al final Alexa terminó perdiendo. Como Marta ganó, ella le dio un castigo, que consistía en que Alexa y Leonardo subieran a unos juegos románticos. Era un castigo tonto, pero considerando lo vergonzoso que sería para Alexa ir a esos juegos, la aprobó, incluso Vanessa apoyó su castigo.

Ahora, Leonardo y Alexa estaban subiendo a la rueda de la fortuna.

—Ugh, perdón que el castigo te haya involucrado —dijo Alexa avergonzada.

—Para mí no es un castigo, lo estoy disfrutando —comentó sonriendo coqueto—. Aunque para ti, sí parece un castigo doloroso.

—Es que... yo..., no me gustan estos juegos —dijo encogiendose en su lugar.

—¿Por qué? ¿Es por mi? —preguntó ladeando la cabeza.

—N-no... (sí), es solo que...¡ay, no sé! —lloriqueó tapándose el rostro, oyendo la risa ajena.

—Si es por mi, puedo hacer que esto sea más entretenido —dijo tomando sus manos para destapar su rostro y acercarse—. Puedo hacer que sea más divertido... —Susurró sobre sus labios, sintiéndola temblar.

—E-estoy bien... no hace falta. —Se apresuró en decir, intentando alejarse. Su corazón latía nervioso.

—Al volver a casa te daré tu verdadera regalo —susurró.

Alexa no podía decir nada, estaba demasiado nerviosa.

¿Qué me dará en su casa? ¿Será que...?

No, rápidamente borró esa idea de su mente, ¿por qué pensaba en eso? Maldito italiano que alboroto sus hormonas.

Terminaron la vuelta de la rueda, y se bajaron para ir a un cubículo, para tomarse unas fotos, por pedido de Vanessa. Pero tenían que hacerlo muy de cerca y con gestos incluidos, tanto fastidio.

RETORCIDO CAPRICHO (Ese Es El Trato 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora