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Los días se volvieron semanas, y no había rastros de Alexa, y eso estaba enloqueciendo a Leonardo.

En medio de su desesperación, estaba por tirar todo a la mierda, pero Carlos lo detenía, recordándole que no debía de hacer ningún escándalo, ya que sus enemigos podrían aprovecharse de su vulnerabilidad, y eso estaría peor.

A regañadientes trataba de mantenerse a raya, pero su paciencia se estaba acabando, complicando incluso su trabajo.

Todos notaban su cambio de actitud, parecía una bomba a punto de explotar  de lo nervioso y preocupado que estaba. Y cómo no estarlo. Su bebé. Su pequeña y su minmi estaban perdidos... desaparecidos, y él estaba sin ningun indicio de su paradero...

Se odiaba a sí mismo por no cumplir su promesa de protegerlos... de no cuidarlos, se sentía impotente y asustado...

Por fuera se mostraba tranquilo e impasible... como si por dentro no estuviera llorando a gritos por querer recuperar a sus bebés. Cada búsqueda que hacían, eran inútiles... mientras más días pasaban, más muerto se sentía.

...

Mientras, en aquella habitación, estaba Alexa recostada en la cama, abrazando su propio vientre, y sollozando en silencio.

Su tobillo estaba totalmente rojo y lastimado de tanto forcejear al intentar quitarse la cadena.

El dolor en su tobillo no le importaba, lo que realmente le preocupaba, era su bebé. Tenía miedo de que las drogas afectarán a su minmi. A veces sentía leves punzada en su abdomen bajo, y eso la asustaba.

—Estarémos bien... —susurró a su vientre al sentir una punzada ahí, la acarició suavemente—. Estarémos bien minmi... saldrémos de aquí... no sé cuanto... pero lo haremos, te lo prometo. —En su mente esa promesa se oía más falsa que nunca.

Tal vez nunca saldría de ahí, tal vez la maten una vez que se cansen de ella.

Solo el pensar que Leonardo la estaba buscando, la mantenía con esperanza, lo único que la mantenía cuerda.

Trataba de mantenerse lo más calmada posible por su bebé, pero toda calma se fue al oír la puerta ser abierta y que Francis y otro dos hombres más entraran.

Trató de taparse mejor con la sabana, ya que siempre la mantenían desnuda.

—Oh, no te tapes de nosotros... ya lo hemos visto todo, y créeme, que no es para alardear tanto —dijo Francis, acercándose para después tironear la sabana hasta quitársela—. Hemos visto mejores... pero tienes lo tuyo, ¿no es así muchachos? —Los dos que venían con él sonrieron e hicieron sonidos de afirmación.

—Francis, quiero ser el primero esta vez —dijo uno de los dos hombres, acomodándo su cabello de color rojo—. Quiero hacerlo solo, quiero saber si es tan buena como tú lo dices.

—Como quieras... es toda tuya. —Francis la miró con una sonrisa ladina—. No te preocupes. Será suave contigo, es más... lo disfrutarás.

—¿Trajiste el afrodisíaco? —preguntó el pelirrojo, comenzando a quitarse la ropa.

—Esta vez traje MDMA —Sacó de su bolsillo un pequeño fracaso con un líquido transparente, y una jeringa también.

El pelirrojo sonrió, y se subió a la cama para agarrar a Alexa de los brazos, para mantenerla quieta. Ella comenzó a forcejear, pero Rafael también se unió a sostenerla.

—Tranquila... la pasaras bien. —Francis comenzó cargar una pequeña dosis en la jeringa, para después acercarse también.

—Por favor... por favor, no... —suplicó Alexa con las lágrimas cayendo de sus ojos.

RETORCIDO CAPRICHO (Ese Es El Trato 1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora