La mejilla de Phoebe estaba pegada al pecho de Harry y su pierna retorcida en un ángulo incómodo, pero no le importó. Mientras yacía entre sus brazos, su corazón se llenó de gratitud hacia ese tierno guerrero que había hecho que venciera los enemigos de su pasado.
El aire acondicionado siseaba. En el vestíbulo alguien cerró de golpe una puerta. Ella no hablaba porque no sabía qué decir.
Él desplazó su peso y rodó a un lado. Ella sintió el aire frío en la espalda desnuda. Él sacó su brazo de debajo de ella y se sentó en el borde de la cama, dándole la espalda. Ella sintió las primeras muestras de desasosiego.
—Has estado genial, Phoebe.
Él se giró y le dirigió una falsa sonrisa, demasiado sonriente. Un escalofrío la atravesó como un relámpago mientras se preguntaba si era lo mismo que le habría dicho a todas sus admiradoras al terminar con ellas.
—Hemos pasado un buen rato. En serio. —Cogió sus pantalones vaqueros—. Mañana es un día importante. Hay que madrugar.
Cada parte de su cuerpo comenzó a helarse. Tocó nerviosamente la colcha.
—Por supuesto. Es tarde, yo... —salió a hurtadillas de la cama por el lado contrario—. Sólo deja que... —Agarró sus ropas.
—Phoebe...
—Aquí está. Ya lo tengo todo. —Se precipitó al cuarto de baño. Sus mejillas ardieron de vergüenza, cólera y dolor mientras se ponía la ropa. ¿Cómo algo tan impactante podía tener tan poca importancia para él? Trató de respirar con fuerza. Sus dientes comenzaron a temblar e intentó detener el temblor cerrando la mandíbula, determinada a no dejarle saber cuanto le había dolido.
No se derrumbaría hasta que estuviera sola.
Cuando salió, vio que se había puesto los vaqueros. Él miró hacia la puerta del cuarto de baño. Su pelo estaba despeinado, su expresión era culpable.
—¿Quieres beber algo?
Con la misma fuerza que la había mantenido en pie tantos años, se giró y le lanzó el feo sujetador blanco a los pies.
—Añade esto a tu colección de trofeos, entrenador. No quiero que lo olvides.
Luego se fue.
Cuando la puerta se cerró tras ella, Harry maldijo en voz baja. Por más que quisiera justificarlo, sabía que acababa de actuar como un imbécil de primera.
Aun así, se frotó el brazo y trató de decirse a sí mismo que lo que había hecho no era tan malo. Phoebe conocía las reglas, ¿así que por qué montar el número?
Lo más gracioso era que no podía recordar la última vez que había experimentado un sexo tan bueno como el que acababa de tener lugar en esa habitación; lo asustó porque había sido algo totalmente inesperado. Había habido algo en esa locura de la inocencia de Phoebe que le había excitado más allá de lo imaginable. Ella había sido dulcemente salvaje y simplemente pensar en su cuerpo curvilíneo hacía que se endureciera otra vez.
Pateó el sujetador que le había lanzado y se acercó al minibar, donde cogió una botella de cerveza. Mientras la desenroscaba, admitió la razón real de haber actuado tan mal. Era porque se sentía culpable. Desde el momento que había visto a Phoebe besándose con Bobby Tom en el bar había comenzado a ver estrellas de un millón de colores diferentes y se había olvidado completamente de Sharon Anderson.
¡Maldición! Se había jurado a sí mismo que no lo iba a volver a hacer. No había estado con otra mujer desde que había conocido a Valerie, y de eso hacía casi cinco años. La primera vez debería haber sido con Sharon, no con Phoebe. Ahora, cuándo finalmente Sharon y él se metieran en la cama, esa dulce maestra de guardería iba a competir en su mente con una triatleta del sexo.
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Tenias que ser TU |H.S|
FanfictionDOS CORAZONES QUE CHOCAN Windy City no está preparada para Phoebe Somerville -el bombón más moderno, escandaloso y curvilíneo de Nueva York que acaba de heredar el equipo de fútbol Chicago Stars-. Y Phoebe no está definitivamente preparada para el e...