Capitulo 4

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Harry abrió la puerta de la nevera, sacó una botella de leche y desenroscó el tapón. Detrás de él oyó que Valerie se acercaba a la cocina de la casa que una vez habían compartido. Porque sabía que la irritaría, levantó el envase de leche a sus labios y tomó un trago.

—Por el amor de Dios, Harry, coge un vaso —dijo ella con esa voz de mocosa que odiaba.

Él tomó otro trago antes poner el tapón y devolver el envase a la nevera.

Apoyando la cadera contra la puerta, la estudió. Se había sacado el maquillaje de la cara, revelando una estructura ósea bien definida con una nariz que era un poco larga pero simétrica, una frente alta y lisa. Su pelo castaño claro, estaba libre del pasador de plata, cayendo sobre sus hombros y sus ropas de adolescente se habían transformado en una bata azul oscuro con un cinturón negro.

—¿Dónde conseguiste la chaqueta de colegiala?

—Es de la hija de mi secretaria. Le dije que iba a una fiesta de disfraces. —

Encendió un cigarrillo, aunque sabía que él odiaba tener humo alrededor.

—La aventura de esta noche cruzó el límite de lo espeluznante. Chicas de dieciséis años no me han animado desde que tenía doce años.

Ella se encogió de hombros y exhaló.

—Fue diferente, eso es todo.

De diferente nada, pensó él. Por hache o por be, todas las fantasías sexuales de Valerie conducían a la dominación masculina. Lo irónico del asunto era que ella hacía un trabajo arduo y bastante dominante.

Desafortunadamente, la única persona con quien podía compartir la broma era Valerie, y sabía que no le vería la gracia. Además, ella se irritaba si él criticaba cualquiera de esos extraños escenarios que ella establecía y ya se peleaban por demasiadas cosas. La mano de Valery se desplazó a su trasero. Se rozó a través de la bata de seda y lo miró con resentimiento.

—No me deberías haber golpeado tan duro.

—Cariño, me contenía.

Él podía saber por su expresión que ella se estaba pensando si hundir sus dientes en él o no. Aparentemente decidió que no porque caminó hacia la mesita de la cocina y cogió la agenda que había dejado allí.

—No tengo que estar en Washington hasta dentro de unas semanas. ¿Cómo tienes tu agenda para el fin de semana?

—Tengo que ir a Meadowlands. Jugamos contra los Jets. —Se apartó de la nevera y tomó un plátano de un frutero de acero inoxidable que parecía la terminal de Dulles.

Ella se puso rápidamente unas gafas que yacían sobre el escritorio y apagó el cigarrillo en un cenicero de cristal grueso y negro.

—¿Y el jueves por la noche antes de que os vayáis?

—Reunión. El viernes me viene bien, sin embargo. —El vicepresidente va a estar en la ciudad esa noche y hay otra recepción.

—Quizá la noche del miércoles si quedamos después de medianoche.

—En principio estaría bien. Pero... —cerró de golpe la agenda— estaré con el período. —Quitándose las gafas, se frotó el puente de su nariz, tomó otro cigarrillo de la lata y dijo enérgicamente—. Ya lo arreglaremos. Más adelante.

—Llevamos divorciados casi un año, Val. ¿No crees que es hora de hablar de poner fin a esto?

—No hay necesidad de terminar. Estuvimos de acuerdo en que éste sería el mejor arreglo hasta que uno de nosotros encuentre a otra persona.

Tenias que ser TU |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora