Phoebe estudió su reflejo en el espejo largo y estrecho que ocupaba la pared del fondo del único cuarto de baño de señoras del Stars Complex. Un suéter holgado, gris y con capucha que había elegido llevar ese día la abrigaba desde el cuello al muslo. Debajo del suéter, una falda a juego de lana caía suavemente hasta la mitad de la pantorrilla, donde los calcetines grises y las deportivas cubrían lo que quedaba. Se había peinado el pelo estilo paje, y lo
retiraba de la cara con una diadema de terciopelo gris. Sólo sus enormes pendientes de plata de forma irregular y su ancho brazalete en la muñeca la diferenciaban de una pandillera.
Era bueno que Viktor no la pudiera ver en ese momento porque se moriría de risa. Pero no le importaba. Por primera vez en su vida, disfrutaba vistiéndose de forma diferente. Ahora cuando se ponía sus ropas más provocativas, era porque disfrutaba llevándolas puestas, no porque quisiera parecer quien no era.
Lycra y lamé dorado siempre tendrían un hueco en su armario, pero ya no tenía miedo de ponerse ropa más convencional.
Se giró ligeramente y frunció el ceño mientras pasaba las manos sobre sus caderas. No eran juvenilmente delgadas ni siquiera echándole imaginación. Tal vez Harry la veía gorda y por eso no le había hecho ninguna insinuación de querer hacer el amor con ella desde la noche del baño del avión, hacía casi dos meses. Cuando dejó el cuarto de baño, se preguntó si alguna vez reclamaría el "ahora" que ella le había prometido.
Pooh trotó hasta ella, el lazo de cuadros rojos y verdes que Phoebe acababa de atar en sus orejas estaba otra vez desatado. Los empleados de administración se habían ido hacía una hora, y después del caos del día, el edificio parecía extrañamente silencioso. Atravesó oficinas decoradas con bolas doradas y rojas por la cercana Navidad, para la que faltaba menos de una semana. Pooh fue suavemente al vestíbulo para acercarse a uno de sus lugares favoritos cerca de la puerta.
Harry elegía la hora de la cena para hacer deporte porque podía tener la sala de pesas para él sólo, y Phoebe había adquirido el hábito de entrar para hablar con él antes de irse para casa. Oyó su respiración rítmica incluso antes de entrar. Estaba tumbado sobre un banco acolchado con las rodillas dobladas y los pies en el suelo, sostenía unas pesas con una alarmante carga sobre su pecho. Sus músculos estaban contraídos y en los antebrazos destacaban las venas como cordones gruesos y oscuros mientras bajaba y subía lentamente las pesas. Observó sus músculos pectorales tensarse bajo el algodón empapado en sudor de su camiseta y sintió como se le quedaba la boca seca.
Él no la había visto aún, así que no tenía que disimular su anhelo mientras lo contemplaba. Los músculos en sus muslos estaban tensos y sus ojos ascendieron por las aberturas de las perneras de los pantalones cortos.
Apreciaba su creciente amistad, pero al mismo tiempo la frustraba. Quería ser su amante, no sólo su amiga, pero comenzaba a creer que era como desear la luna. Conseguir superar toda una década de traumas con respecto a los hombres había sido difícil y ahora temía, cada vez más, que ella no tuviera lo que él deseaba en una mujer.
Con un ruidoso gruñido, dejó caer la barra en los apoyos y se enderezó.
Su pelo estaba húmedo y despeinado y el sudor brillaba en su cuello mientras le sonreía.
—¿Cuándo vas a venir aquí con idea de sudar un poco tú misma?
—Volveré a tomar clases de aeróbic un día de estos —dijo sin mucho entusiasmo—. Además, Pooh y yo caminamos todas las noches.
—Seguro que eso es un deporte.
—No es para presumir. No todos queremos tener músculos de talla mundial.
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Tenias que ser TU |H.S|
FanfictionDOS CORAZONES QUE CHOCAN Windy City no está preparada para Phoebe Somerville -el bombón más moderno, escandaloso y curvilíneo de Nueva York que acaba de heredar el equipo de fútbol Chicago Stars-. Y Phoebe no está definitivamente preparada para el e...