La brisa húmeda de la noche infló las cortinas y agitó el pelo castaño oscuro de Molly que sentada en una mecedora ante la ventana del dormitorio leía Rebecca de Daphne Du Maurier. Aunque Molly sabía que iba en contra de la crítica literaria, pensaba que Daphne Du Maurier era una escritora mucho mejor que Fyodor Dostoyevski.
Pero le gustaba Danielle Steel todavía más y también era mejor que Dostoyevski, principalmente porque las protagonistas de sus libros sobrevivían a tantas experiencias terribles que le daban valor a Molly. Sabía que en la vida real Danielle Steel tenía niños, y cuando Molly pasó la gripe en el campamento, había tenido sueños maravillosos debido a la fiebre en los cuales, Danielle era su madre. Incluso cuando estuvo despierta, se había imaginado a Danielle sentada a su lado sobre la cama acariciándole el pelo mientras leía uno de sus libros. Sabía que pensar eso era algo infantil, pero no lo podía evitar.
Cogió un kleenex y se sonó la nariz. La gripe ya había pasado, pero aún tenía una pequeña infección respiratoria. Como consecuencia, la directora de Crayton no la dejaba ir al colegio antes del comienzo del curso. Habían avisado a Phoebe y Molly fue forzada a volver a casa unos cuantos días después de que su hermana regresara a Chicago. No era que sintiera esa horrible casa como su casa.
Deseaba que Phoebe la dejase sola. Continuaba sugiriendo que vieran películas o jugaran a las cartas juntas, pero Molly sabía que sólo lo hacía por qué debía hacerlo. Molly odiaba a Phoebe, no sólo por la manera en que se vestía, sino porque su padre había amado a Phoebe. Y sabía que su padre no la había amado. Él le había dicho más de una vez que no le daba más que "jodidos disgustos".
—¡Al menos tu hermana tiene las agallas para hacerme frente! Tú en cambio parece con si fueras a desmayarte cada vez que te hablo. —Le había dicho cada vez que volvía a casa. Había criticado la forma pausada en que ella hablaba, la manera en que miraba, todo lo que hacía y ella sabía que él en secreto la comparaba con su bella y segura hermana mayor. Durante años, su odio por Phoebe fue formando una dura concha alrededor de su corazón.
En la distancia, oyó sonar un reloj repicando nueve tonos y haciendo que la gran casa pareciera aun más vacía y que ella se sintiera más pequeña y sola. Fue al lado de la cama y se arrodilló para sacar el objeto que escondía allí.
Sentándose sobre sus piernas, abrazó un mono oscuro manchado de barro al que le faltaba un ojo contra su pecho.
Apoyó la mejilla sobre una calva del pelaje entre las orejas del mono y murmuró—: Estoy asustada, Sr. Brown. ¿Qué nos va a pasar?
—¿Molly?
Ante el sonido de la voz de su hermana, Molly volvió a meter al Sr. Brown bajo su cama, cogió de encima de la cama Los hermanos Karamazov, metió Rebecca de Daphne Du Maurier bajo la almohada, y se volvió a sentar en la mecedora.
—¿Molly, estás ahí?
Ella pasó la página.
La puerta se abrió y Phoebe entró.
—¿No me oíste?
Molly con cuidado ocultó los celos mientras miraba los vaqueros rosas de su hermana y el suéter a juego. El suéter tenía un profundo escote en V con el borde bordado que se curvaba sobre los pechos de Phoebe. Molly quiso apretar firmemente el Dostoyevski contra su pecho para ocultar su falta de forma. No era justo. Phoebe era vieja y ya no necesitaba ser bonita. No necesitaba todo ese cabello rubio y esos ojos rasgados. ¿Por qué no podía Molly ser bonita en vez de parecer una vara delgada y fea con el pelo oscuro?
—Leía.
—Ya veo.
—Me temo que no estoy de humor para hablar, Phoebe.
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Tenias que ser TU |H.S|
FanficDOS CORAZONES QUE CHOCAN Windy City no está preparada para Phoebe Somerville -el bombón más moderno, escandaloso y curvilíneo de Nueva York que acaba de heredar el equipo de fútbol Chicago Stars-. Y Phoebe no está definitivamente preparada para el e...