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De día esta calle es perfecta para caminar con toda la calma del mundo entre sus camellones o sentarte unos minutos al borde de las fuentes que hay en el trayecto.
De noche, es todo contrario, es un espectáculo de pocas luces y restaurantes alejados sin gente caminando alrededor. Esta calle es muy dinámica, pero no por eso menos valiosa: una de las ubicaciones de las que siempre debes estar al pendiente para saber qué tiene de nuevo.
Si tan solo hubiera leído más sobre esta calle en la ciudad de México. Todo era un silencio incómodo y más que lo frena Leticia al tratar de sacarle conversación...es entendible, le rompí el corazón y ahora me siento fatal con su indiferencia.
- Ammmm, ¿Ben?. Siento que alguien nos vigila.- Roni tragó saliva.
- Bien, haremos esto...no se alejen....
- ¿Que?.- me interrumpió Esteban.- No me digas que tú nos defenderas...no te ofendas pero vez que no matarías ni una mosca.- se burló.
A veces dudó que sea un buen amigo.
- Esteban, por favor...
- Déjame decirte Estebansito, este chico que "no podría ni matar ni una mosca" pelea mejor que un profesional.- me defendí.
- Ben...
- Oh, claro. Y yo soy la Reina Isabel...- rió haciendo que me pusiera roja del enojo.
- Ammm, chicos...- nuevamente escuché la voz de Leticia, diría que sonreía pero fue todo lo contrario al ver cómo varios tipos se acercaban.
- Mierda.- murmuré.
- Al fin nos conocemos en persona.- sonrió con malicia uno de ellos.
- ¿Cuánto dijiste que nos darán por el hijo del presidente?.- miró al que solía ser su jefe.
- Solo te puedo decir que tendremos dinero hasta para nadar en el.- se burló.
- Sus papitos no fueron muy inteligentes al dejarlos salir del país...que estúpidos.- escupió el más gordo.
- Podemos hacerlo por las buenas: se van y como premio los dejo vivir...o por las malas: mueren en el intento.- expliqué simulando una balanza con mis manos.
- Tomen a Obama y a los demás matenlos.- ordenó el jefe ignorando mis palabras.
- A ellos no los tocas o sino...- amenacé.
- Demasiado tarde ¡Ataquen!.- al ver cómo se acercaban de forma amenazante saqué de mi pantalón unas navajas de Diego y se la lancé a uno hacia su corazón haciendo que cayera muerto al instante a lo que los demás se quedaron en shock.
