Ponte la camiseta

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Podría parecer imposible sentirse acalorado en un mundo carente de sol, donde la única diferencia entre el día y la noche la marcaba el desgaste del cuerpo pidiendo una buena siesta, pero Addley lo estaba; tanto que sudaba a borbotones y sentía que la lengua se le desquebrajaría en cualquier momento. Llevaba horas atorado en la carretera que atravesaba la ciudad; el constante martirio de los cláxones sonando le tenía los nervios destrozados y con los dientes chirriando, por si eso resultara poco, comenzó a sonar el beeper que llevaba en el pantalón. Aquella cosa no se iba a callar hasta que no la revisara, aunque ya sabía que iba a encontrar ahí:

"¿DÓNDE MIERDA ESTÁS? DEJA DE PERDER EL TIEMPO".

Azotó el beeper contra el asiento de atrás, sacó la cabeza por la ventanilla y comenzó a gritar su desprecio contra todos y todo. Maldijo todo lo que pudo hasta que su garganta no dio más de sí, regresó la cabeza, pegó un suspiro largo y tendido e hizo la única cosa que podía hacer en su situación: abrió la guantera, sacó un cassette y lo puso en el reproductor del auto.

¡Heavy metal, baby!

Aquellos riffs violentos de guitarra y martillazos a la batería lo hacían vibrar, lo hacían sentir vivo. Ah, si tan sólo de más joven hubiese podido ir a uno de esos conciertos, una lástima por... las circunstancias. Y ahora que por fin tenía el dinero para comprar esos costosísimos boletos nunca tenía tiempo y a últimas fechas energía como para asistir. Sacudió la cabeza como si se tratase de un concierto en vivo mientras golpeteaba sobre el volante e intentaba cantar con la garganta agotada:

No escaping pain

You belong to me

Clinging on to life

By the skin o' my teeth

Hasta que el ruido de fuera fue tan estridente que dejó de concentrarse en la música, miró al frente y vio que la fila ya había avanzado y que todos le reclamaban que se moviese. Puso el pie en el acelerador con la misma furia que desprendía la canción.

Llegó finalmente a la oficina cargando cajas con encargos que su jefe le había ordenado traer, fue hasta el tercer desembarque que notó a sus compañeros reunidos sobre una mesa y estaban...

—Eh... ¿Y esa pizza?

—Nos las disparó el jefazo, ¿puedes creerlo? —contestó Addonis mientras el resto, incluido Spamton, comían contentos su rebanada.

Addley casi se va de espaldas, no de sorpresa sino del susto. ¡Oh no! ¡OH NO! Cuando el tacaño de Groose "pagaba" con pizza sólo significaba que venían tiempos oscuros, porque obviamente salía más barato comprar una pizza que respetar sus inexistentes derechos laborales. Caminó tambaleante hasta su oficina, ¡necesitaba una dosis de café ya mismo!

La profecía se cumplió.

Un par de días después, una voz gruesa como si fumara cinco cajetillas de cigarros se escuchó a través de un altavoz:

"PASEN A JUNTA, POR FAVOR".

Addrien estaba en medio de una llamada, era uno de esos clientes difíciles de convencer, pero estaba a nada de cerrar la venta...

"¡QUE PASEN A JUNTA YA MISMO!"

El estruendo le hizo tirar el teléfono al suelo; para cuando lo recogió, el cliente ya había colgado.

—Adiós plan de pensión.

Todos los empleados de la empresa acudieron a una pequeña sala donde se sentaron es unos bancos bastante incómodos y donde el aire acondicionado no estaba funcionado por temas de burocracia. Por la puerta entraron dos Addison: uno masculino de color verde y uno femenino de color rojo, ambos con un apuesto saco del color de su compañero y un elegante pantalón blanco, haciéndolos parecer millonarios en contraste al austero uniforme de la empresa.

Deltarune: Hilo negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora