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𝐑𝐨𝐦𝐩𝐞𝐫 𝐟𝐮𝐞𝐧𝐭𝐞

La noche es abrazadoramente obscura, la luna ilumina poco a través de las personas dejando rastros suaves y débiles de luz. En la habitación Mycroft duerme incómodo rodeado de las almohadas más suaves que pudo conseguir, con las sábanas blancas de la cama enredadas en sus piernas y su marido emitiendo calor ajeno a su lado derecho, su respiración es honda y se mueve en sueños, sueños que son amables, que merecen ser recordados, porque estando en ellos Holmes se siente libre y la incomodidad inicial pasa a ser solo un vestigio de su cuerpo presente pero no de su mente, la cual vaga entre mares de inconciencia inducidos por el sueño. No están claras las imágenes en su cabeza, tal vez son solo colores y sonidos carentes de contexto, pero que emiten paz sin restricción, es un lugar seguro para Mycroft y su pequeña familia.

Sus ojos cansados parpadean entre inevitables y mínimos intervalos de tiempo, está intentando ver más allá de las sombras de su cuarto, enfocando cada pequeño roncón, ha despertado, mira su reloj estático a su lado, son solo las tres de la mañana y algo dentro suyo pica con angustia, todavía no sabe que. Una ráfaga de aire del aire acondicionado lo hace temblar mientras ese frío se extiende por sus piernas y de pronto cae en cuanta de que eso no está bien, toma las sábanas de un extremo y con fuerza se destapa otra corriente lo estremece y sabe que a su alrededor hay una mancha húmeda que no es de sudor ni orina, el lo sabe. Una contracción se asienta como un golpe sobre su vientre y eso le quita el alimento, está duele aún más que las falsas, Mycroft traga saliva y con la mano temblando intenta encontrar a Greg en el lío de su enorme cama hasta que toca su hombro, lo mueve un poco, luego cuando siente que su esposo suspira dándose la vuelta hacia él y despertar, no puede evitar querer llorar de angustia, probablemente sea en cóctel de hormonas que están viajando a todo si cuerpo, tiene miedo. Cuando Lestrade por fin abre los ojos puede ver a Mycroft sentado, tiene la boca abierta y las piernas levantadas mientras toca su vientre entre espasmos de llanto y dolor, su corazón se rompe un poco, la sensación de tristeza no dura mas que segundos para ser remplazada por un subidón de adrenalina que lo hacen saltar de su descanso para atender y calmar a su pareja.

—Myc, Oh dios todo está mojado —El miedo crece en la garganta de Greg

—Creo que d-debemos ir al ho-spital

—Y-yo ah, si, si claro, debemos...

El hombre se levanta, prefiere no encender la luces y dejar que la luna despejada haga su trabajo, corre hasta el armario sacando una bolsa de considerable tamaño y la cuelga en su hombro, luego llega a su esposo quien hace el esfuerzo por poner un pie en el suelo, pero una contracción de nuevo lo hace caer y soltar pequeños alaridos lastimeros, la frente de Greg suelta una gota de sudor que se desvanece entre su piel antes de rodar por su barbilla y caer.

—Shhh amor, estoy contigo —Arrulla Lestrade

—Gre-g Duele

—Lo se amor, lo se

antes de poder decir otra cosa pasa uno de sus brazos por debajo de las piernas de Mycroft, pone el otro en su espalda y lo carga, no sabe cómo, tal vez sea por qué la adrenalina aún está corriendo al borbotones por su cerebro estimulando sus sensaciones, seguramente una horas más tarde cuando se haya acabado el efecto se sentirá cansado. Lleva a su marido al auto, el sube también y empieza a manejar entre las frías calles de Londres alumbradas por farolas que dispersan su luz como bolas de disco a través de las rendijas de las gotas de lluvia.

—Vas a estar bien cariño, casi llegamos

Con las manos rígidas en el volante Lestrade voltea su rostro, mira do la manga de su pijama aún hay una mancha sin secarse de cuando tocó las piernas de su esposo, su corazón está latiendo más fuerte pensando en eso. Tiene la garganta seca y la mirada desorbitada.

El viaje termina, al entrar al hospital un enfermero los atiende rápido y trae una silla de ruedas para Mycroft quien empieza sufrir de contracciones aún más pesadas, esas personas con uniformes blancos se lo llevan y Greg los sigue detrás con los ojos rojos a punto de desbordarse, cuando su marido está asentado en un cuarto él medico se acerca para hablar de lo que sucede pero no lo escucha porque siente que sus oídos zumban nerviosos, así que  solo puede asentir como si realmente entendiera lo que le dicen.

Han puesto a Mycroft en un cuarto estéril con un ventanal enorme que da una vista a la cuidad titilante de artificiales estrellas, él hombre está usando bata azul cielo y el parto todavía no puede ser, hay que esperar pero el no quiere, quiere a su bebé y a su esposo en sus brazos ahora, no cree soportar más viendo como el dolor consume poco a poco al pelirrojo.

—Greg...

—Dime cariño

—Tengo sed —Dice Mycroft con voz ronca

—Iré por agua para ti Myc, no tardaré mucho lo prometo

—Pero...

—Lo se amor, no te gusta el agua del hospital, tengo botellas de la marca que si te gusta en el auto, voy por ellas

Con eso último dicho Greg sale al aire frío del exterior y abre el maletero del carro toma unas cuantas botellas y en el acto también se lleva consigo la mochila que en principio llevaba, antes de poder tocar la puerta del hospital sabe que está llorando es la felicidad y la angustia mezcladas, pero sabe que todo estará bien.

Agosto M-preg (Mystrade)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora