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Mi esposa no era una chica fea, aunque su cara se veía lamentable la mayor parte del tiempo; a veces lograba sonreír y se veía hermosa. Además de que olía muy dulce, a vainilla.

Su cabello castaño, sus labios, pómulos pronunciado, de huesos delgados.

La tomé entre mis brazos y la cargué hasta la habitación puesto que se había quedado dormida en el sillón de la sala, su cuerpo era demasiado liviano y delgado, tenía algunas curvas. La dejé en su cama y la cubrí con unas sabanas delgadas, cerré las ventanas y después de desearle buenas noches miré mi propia cama.

Tenía un nudo en el estómago cuando me acosté a dormir en mi cama, por lo que me costó cerrar los ojos y me quedé viendo el techo blanco, ¿Y si no funcionaba?, si no lograba que se enamorará de mí. Ella era una omega  que le había hecho mucho daño y que estaba enamorada de alguien más. Ni siquiera conocía al tal Hunter, así que no tenía idea de a que me estaba enfrentando.

No sé nada del amor real después de todo. Lo que sé lo que he visto retratado en películas; en pocas palabras, puta fantasía. ¿Cómo puede alguien que ya le juro amor a alguien enamorarse de otra persona?

Iba a lanzarme a una batalla imposible de ganar, sin escudo, ni una espada.

Y si no salía como quería, yo iba a ser la que iba salir lastimada. La idea me daba miedo.

A la mañana siguiente fui por un vaso de agua a la cocina y regresé rápido al baño. Entré y puse el vaso en el lavamanos.

— No creo que sea un simple dolor de estómago — le dije justo cuando volvió a vomitar.

Ella se limpió la boca — Yo tampoco lo creó, de verdad que me siento muy mal — le di el agua y bebió —Tengo miedo, si estoy embarazada y no es de Hunter, no sé qué voy a hacer.

—Ya te dije que no te obligare a tener un hijo mío, te conseguiré una buena clínica.

Por supuesto, si era mío y al final decía abortar me dolería, pero prefería eso a verla odiarme aún más. Pero también estaba esa posibilidad de que fuera de Hunter, entonces no sabría que sentir.

— No creo que tu madre este de acuerdo y ella es... da miedo.

Sonreí de acuerdo con ella, mi madre era dura y cruel. Tanto que amaba más a mi nana.

— Lo sé, pero ella no se tiene que enterar. Esto es algo sólo entre tu y yo.

— Gracias eres tan buena y amable.

— Sólo hago lo que puedo, ¿Quieres más agua?

—Sí por favor. Por cierto, gracias por cargarme ayer hasta mi cama.

— De nada.

Sonreí pasando mi mano por su cabello provocándole un ligero sonrojo.

Después de la escuela, regresé a casa con Boscha y Skara, ambas corrieron hacia al baño para cambiarse con sus trajes de baño y yo fui a la cocina por una botella y refrescos.

— No vayan a tomar mucho — advirtió mi nana — Tampoco se atrevan a vomitar en la alberca.

Las demás cocineras rieron por su broma, no tan broma de mal gusto, yo me uní a ellas. Teníamos antecedentes que no quería recordar, de nosotras siendo un desastre cuando se trata de alcohol. Al final era nana quien salvaba el día arreglando nuestros desastres y bajándonos la borrachera.

Después de servir unas copas fui a cambiarme y cuando regrese mis amigas ya estaban haciendo una competencia de carreras. Donde Boscha resultaba ganadora la mayoría de las veces. Y Skara era una mal perdedora.

Preferí acostarme en la tumbona, dorarme por el sol y verlas pelear.

—No creí que usaran la alberca — escuche a Luz, cuando se unió a mi lado para ver la carrera de mis amigas— Desde que llegue nunca la habían usado, hasta pensé que estaba prohibido.

— No, para nada, no lo está puedes usarla cuando quieras — comente mirándola de arriba a abajo, se había cambiado el uniforme por una bermudas coloridas y una camisa blanca — es toda tuya y puedes invitar a tus amigos siempre y cuando no hagan destrozos.

Ella sonrió sinceramente.

— Pues muchas gracias.

Parecía que quería retirarse.

—¿No quieres quedarte un rato con nosotras? — ofrecí, entonces Luz me miro.

De verdad me miró. Recorrió mi cuerpo de arriba a abajo y fue su turno para sonrojarse. Entonces negó y se fue.

Esa era mi señal, la oportunidad. Una patada que me decía avientate y ve por todo.

 Una patada que me decía avientate y ve por todo

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𝑬𝒔𝒕𝒂𝒓 𝑪𝒐𝒏𝒎𝒊𝒈𝒐 𝑺𝒐𝒍𝒐 𝑻𝒆 𝑯𝒂𝒄𝒆 𝑳𝒍𝒐𝒓𝒂𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora