Ira

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Ira




Harry se removía en su cama, quería despertar, había tenido la pesadilla más horrible de su vida y no pensaba volver a ella... ¡Tenía que despertar!



Alguien lo llamaba... se preguntó qué hora sería, tal vez ya debería estar en la mazmorra esperando a que Severus llegara. Si no despertaba pronto el mago se desilusionaría de no verlo aguardando su llegada... debía despertar.



— ¿Harry?



Harry reconoció esa voz, era Hermione. Con gran dificultad abrió sus pesados párpados y la vio sentada cerca de él, haciéndole a un lado los mechones de cabello que caían en su frente. Ron estaba de pie tras de la castaña, su rostro era el más serio que le había visto jamás. Notó que ambos llevaban el uniforme del colegio, pero en lugar de sus tradicionales corbatas escarlata y dorado ahora lucían unas negras demasiado tenebrosas. No había nadie más en la enfermería, quiso levantarse y un fuerte dolor de cabeza se lo impidió.



— Descansa, Harry, no intentes levantarte aún. —pidió Hermione—. Le diré a Poppy que has despertado, seguramente encargará algo para que comas.


— No tengo hambre. —respondió mirándoles alternadamente—. ¿Porqué llevan esas corbatas?


— ¿No lo recuerdas? —preguntó Ron—. El colegio está de luto, el Profesor Snape...


— No... eso fue una pesadilla, pero ya desperté. —respondió tembloroso.


— No fue una pesadilla, Harry. —le dijo Hermione con la voz quebrada—. El sepelio fue hace tres días, desde entonces has dormido... El Profesor Snape murió.


— No... entonces sigo en mi pesadilla. —refutó Harry—. Volveré a dormir y despertaré ahora sí de verdad... ya no habrá pesadilla.



Harry se acurrucó dispuesto a dormir, pero no podía, hacía demasiado frío... ¿porqué hacía tanto frío si apenas terminaba septiembre? Al ver que temblaba, Ron acercó una manta y Hermione le cubrió con ella, pero ni aun así, el chico dejaba de estremecerse. Finalmente se dio por vencido y haciendo las cobijas a un lado se olvidó del dolor de cabeza para ponerse de pie.

— Harry, debes descansar.


— ¡Déjame en paz! —gritó dejando a una asustada Hermione paralizada—. ¡Si me quiero parar me pararé, si me quiero ir me iré, así que deja de darme órdenes estúpidas!

— ¡Harry, no te permito que le hables así! —protestó Ron al ver que Hermione ya lloraba, dolida por el trato de su amigo—. ¡No sé qué demonios te pasa, pero no tenemos la culpa!


— ¡Claro que no! —exclamó sarcástico—. ¡Nadie tiene la culpa de nada, pero aléjense de mí, todos ustedes me abruman!


— Discúlpate con Hermione, Harry, por favor.


— ¡Lo que deberías hacer es follártela y dejarme tranquilo, Ronald!



Harry no vio venir el golpe pero de pronto se encontraba boca abajo sobre su cama y un hilo de sangre manchando las sábanas, furioso se volvió hacia Ron, quien en ese momento intentaba liberarse de Hermione para continuar golpeándole.



— ¡Déjame, Hermione! ¡Voy a partirle la cara a este imbécil!


— ¡Que no!... vámonos mejor. —propuso Hermione—. Harry, regresaremos luego y espero que ya estés más tranquilo.


— ¡No vuelvan, púdranse los dos!



Ron intentó lanzarse de nuevo contra su amigo, pero Hermione lo jaló fuera de la enfermería. Harry se limpió furioso unas lágrimas que brotaban, buscó su ropa para cambiarse pero no encontró nada, así que, aun temblando de frío, salió de la enfermería con la ropa de pacientes sin importarle que Madame Pomfrey llegara en ese momento para llamarle la atención. Llegó hasta su habitación y sin hacer caso de nada, se cambió, se puso un pantalón y camisa negra, no quiso usar la corbata de Gryffindor y se colocó una abrigadora bufanda oscura, también guantes y una capa, pero ni aun así el frío le daba tregua.

Al calor de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora