Odio apagado

244 23 1
                                    

Odio Apagado


Harry iba arrastrando los pies al caminar por uno de los corredores de Hogwarts. Se detuvo antes de dar vuelta hacia las mazmorras y recargándose en la pared, suspiró cansado mientras apretaba contra su pecho el programa de estudios para esa semana que había ido a recoger del despacho de McGonagall. Le esperaba mucho por hacer, pero lo que más le angustiaba era no saber cómo actuar con Severus, toda la noche lo había sentido buscando contacto físico con él, aún en sueños le llamaba y gemía excitado.

Él mismo lo estaba también. Harry intentó controlar a Severus pues notaba sus pulsaciones más aceleradas de lo debido, pero era demasiado difícil, sobre todo cuando sentía que moría de ganas por sentirlo tan dentro suyo que la sangre le hervía y con sólo imaginarlo, su entrepierna despertaba cosquilleándole dolorosamente.

— Harry... ¿te sientes mal?

Harry levantó la cara, en ese momento se dio cuenta que se había doblado sobre sí mismo. Se topó con unos ojos negros que le observaban preocupados y enamorados. No pudo responder, ni siquiera sabía qué podía decir. Albert se le acercó tímidamente y con algo de miedo colocó una mano sobre el hombro del chico.

— ¿Quieres que te acompañe a la enfermería?

El simple contacto hizo que Harry se estremeciera. Ocultando la perturbación que lo embargo, el ojiverde empujó a Albert con agresividad. El Ravenclaw no protestó, pero le miró intrigado y dolido por una actitud que no comprendía.

— No quiero molestarte, Harry... sólo pretendía saber si puedo ayudarte en algo.

— Lo siento, yo...

Animado por ver que la voz del chico que amaba ya no era tan áspera y se disculpaba, Albert se volvió a acercar, el corazón le latía presuroso, entremezclada la preocupación por su aspecto y la emoción por tenerlo tan cerca... no pudo resistirse y le abrazó con suavidad.

— Te amo.

Las mejillas de Harry se congestionaron al escucharlo. Levantó las manos con la intención de retirarlo, estaba temblando, continuaba muy excitado y sólo atinó a posarlas suavemente sobre los hombros que pretendía empujar.

Harry se sorprendía de sí mismo de no haberlo mandado al infierno desde el primer segundo, y cuando sintió más cerca el riesgo de que notara el estado en que se encontraba, se odió por haberse distraído tanto con sus inquietudes como para permitirle acercarse tanto.

— ¡Déjame en paz! —gritó finalmente pudiendo alejarlo con fuerza.

— Harry...

— ¡No sé qué demonios pretendes, Albert, pero no juegues conmigo!

— ¡No estoy jugando, te lo juro, yo te amo! —exclamó desesperado.

— ¡Sí, claro! —respondió sarcástico—. ¡Y luego vas y te revuelcas con Malfoy, mejor ve a buscar a tu putita consentida y a ella la abrazas cuanto quieras!

— Harry, no tienes porqué ser tan soez con Draco, él no te ha hecho nada. —le pidió molesto—. Si te enfadó que te abrazara, pues entonces reclámame todo lo que quieras, pero a Draco no lo metas.

— ¿Sabes qué? ¡No me importa!... Es más, creo haberte dicho que tengo pareja, así que no te vuelvas a acercar a mí porque no le llegas ni a los talones, ¡nunca podrás siquiera compararte con él!

Albert guardó silencio, había tenido la esperanza de que no fuera cierto, después de todo, Harry siempre estaba solo. El ojiverde se sintió mal al ver la mirada entristecida del chico, pero recordando su alianza con su peor enemigo, volvió a enfurecerse y antes de irse, quiso darle su merecido.

Al calor de tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora