Capítulo 4

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Habían pasado ya 5 días desde que Emma había estado en casa de Quackity. Ella regresó al hospital después de aquel loco fin de semana y sus días se volvieron igual de aburridos que antes. Estaba esperando un mensaje de Quackity, pues no se atrevía a ser ella la que enviara el primer mensaje.

Sin nada mejor que hacer se armó de valor para escribirle:


Gracias por lo del otro día, algún día te devolveré tu ropa.

A los minutos recibí un mensaje.

Quackity
No hay de qué. Qué tal si mañana te visito?


No suelo recibir muchas visitas,
así que está bien

Quackity
Genial, te veo mañana

Y sin pensarlo, Emma sonrió bobamente a su celular al leer tal mensaje. Como le había dicho a Quackity, raramente tenía una visita por lo que le emocionaba que él fuera a verle.

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Quackity's pov

Aquel mensaje de Emma me había alegrado mi amargo día. Ni un solo día tranquilo he tenido desde la inauguración de Las Nevadas. Todo era caos, problemas por doquier. Después de todo era parte del trabajo y no podía dejarlo pasar.

Recientemente un viejo enemigo mio, Wilbur, había aparecido con espías en el casino. Habíamos tenido diferencias hace años, él no me quería en su nación así que yo fundé la mía, y al parecer eso no le gustaba nada a Wilbur. En algún momento llegamos a ser amigos, compañeros de trabajo, pero la ambición y el ego lo habían destruido todo.

Suspiré y pensé en que necesitaba algo que me sacara de mis pensamientos. Quería desestresarme y que mejor manera de liberar el estrés con sexo.

Tenía fama de promiscuo ya que antes me la vivía de prostíbulo en prostibulo. Pero al entrar en una relación todo cambió. Terminamos hace 2 meses y desde ese entonces me había reformado, hasta hoy.

Me dirigí al prostibulo al que solía ir. El dueño me conocía, era discreto ya que grandes celebridades acudían día con día y para no causar escandalos todo lo que pasaba se quedaba ahí.

Se me acercaron varías chicas a seducirme pero a ser verdad, con cualquiera bastaba. Tomé del brazo a una de ellas y la llevé a una de las habitaciones que había en el lugar. Comencé a besarla apasionadamente mientras la desvestia y al dejarla en ropa interior regresaron a mi mente aquellas imágenes de Emma semidesnuda en mi cama.

— Qué mierda me pasa? — pensé

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