007: Manchitas

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Aprovechando el pequeño descanso, Mia se escabulló del salón y trató de encontrar a Mónica en alguna de las habitaciones comunicadas con el pasillo

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Aprovechando el pequeño descanso, Mia se escabulló del salón y trató de encontrar a Mónica en alguna de las habitaciones comunicadas con el pasillo. No le fue una tarea difícil debido al poco número de puertas que había, así que cuando vio a su amiga tumbada sobre su cama mientras leía una novela entró en su habitación y cerró la puerta tras de sí.

—¿Cómo no se te había ocurrido contarme que vives con Sam?

La chica cerró el libro que estaba leyendo y se reclinó en el respaldo de su cama.

—Tampoco lo había pensado. Ni siquiera sabía que Sam estudiaba criminología con vosotros. De hecho, me he enterado hace media hora de que iba a invitar a gente, justamente estaba limpiando el polvo del salón cuando me ha dicho que me fuera.

—No me sorprende viniendo de ella. Aún así, me parece increíble que después de todo lo que me has contado sigas viviendo aquí. ¿De verdad que no hay ningún sitio mejor? Podrías venir con Félix y conmigo...

—Aprecio el detalle, pero prefiero no interrumpir vuestra vida en pareja. Quién sabe todo lo que haréis tantas horas en ese piso.

—Créeme, lo único que hacemos últimamente es desesperarnos por encajar todas las pruebas mientras yo me burlo de su noviazgo con Óscar.

Mia rio ligeramente, pero Mónica se quedó confusa, sin entender porqué se reiría de eso.

—¿Por qué te parece gracioso? ¿No hacen buena pareja?

Ahí fue cuando Mia cayó en que el plan era, por el momento, un secreto entre ella, Tomás y los chicos. Se sentía mal por ocultarle cosas a su mejor amiga, pero no tenía otra alternativa.

—Ah, esto... Nada, es que empezaron a salir de una manera muy graciosa y siempre se lo recuerdo... Jaja...

—¿Ah, sí? ¿Cómo fue?

Mónica parecía mostrar mucho interés, era sabido que cuando se olía un cotilleo ella tenía que rondar cerca. Pese a ser buena actriz, los dotes de Mia no jugaban a su favor ya que acababa de crearse una encerrona a sí misma y no se le ocurría nada creíble para engañar a su amiga.

—Pues resulta que... —iba pensando sobre la marcha—. Resulta que Félix quería apuntarse al equipo de natación y... Bueno, tú sabes que a él le gusta nadar, supongo. En fin, esto... Entró en los vestuarios de la piscina y estaba Óscar ligero de ropa, sí... —la historia de la francesa estaba tornándose un poco extraña.

—Entiendo...

—Y a ver, los dos son chicos, tienen la libido por las nubes, así que surgió lo que tenía que surgir.

—Vaya... No veía a Félix tan... Lanzado.

—Lo sé, a mí también me sorprendió bastante.

Mientras Mia decía mentira tras mentira, oyó la voz de Sam gritando como una loca desde el salón.

Una mentira para Óscar [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora