013: Una dama ciega y un vagabundo rico

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—Lo que eres capaz de hacer por comer gratis

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—Lo que eres capaz de hacer por comer gratis...

Las palabras de Óscar iban acompañadas de leves caricias en el hombro de Félix, que todavía estaba un poco aturdido por el golpe.

—Si será verdad que me querías matar...

—¿Mande?

—Ya sabes, que la gente se cree que eres el asesino y esas cosas.

—Si tuviese que matarte lo haría a besos —respondió con un guiño.

—Lo que tu digas, Romeo, pero ha sido idea tuya esto de patinar incluso sabiendo que yo no tengo ni idea. Y no me digas que tú tampoco sabes patinar, porque sé que es mentira, parecías un profesional.

—¿En serio? Supongo que habré asociado los movimientos que hago cuando nado o algo.

Félix lo miró de manera sarcástica.

—Ya, por supuesto, campeón de cien metros mariposa.

—Habló el campeón de patinaje artístico —respondió el otro entre risas.

Mientras Óscar no paraba de reírse, Félix sostenía los restos de sus gafas, ahora reducidas a una montura doblada y unos cuantos vidrios rotos.

—Lo peor de todo es cómo han acabado mis gafas... ¿Qué voy a hacer si con la miopía que tengo no veo absolutamente nada?

—¿Y si te compramos unas lentillas? Puede que por aquí cerca haya alguna óptica o algo así.

Félix meditó aquella posibilidad, pero tuvo en cuenta factores como que no tenía ni idea de dónde estaban exactamente o como que no sabía si llevaba el dinero suficiente para comprar unas lentillas.

—Hmm...

—¿En qué piensas? —fue la voz del otro chico lo que le sacó de su mundo.

—¡En nada! Creo que no hará falta, seguro que puedo aguantar hasta que lleguemos a casa, allí tengo unas gafas de repuesto.

—¿Pero no decías que con la miopía que tienes no ves absolutamente nada?

—Ehm...

—Además, tengo previsto que tardemos bastante en volver...

Félix tragó un poco de saliva. Todo eso era verdad, no veía un pimiento, pero el tema económico le preocupaba y no quería que se las regalase él, que ya le había pagado bastantes cosas ese día. No quería parecer un novio florero.

—No pasa nada, en serio. Además, tampoco veo tan mal, y si me pasa algo te tengo a ti para guiarme.

—¿Quieres que me pase nuestra primera cita haciendo de lazarillo para ti?

—No me digas que no tiene su punto de romanticismo. ¿No dicen que el amor es ciego? —intentaba imitarlo con uno de sus característicos guiños, pese a saber guiñar fatal. Esto le pareció muy tierno a Óscar.

Una mentira para Óscar [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora