016: A la luz de unas velas

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—¿Todo bien ahí fuera? —preguntó Mia en cuanto vio entrar a Félix

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—¿Todo bien ahí fuera? —preguntó Mia en cuanto vio entrar a Félix.

—Me han echado de la investigación. Ahora sois vosotros cuatro en esto.

Se llevó las manos a la boca en señal de sorpresa y Tomás y Elena se giraron hacia él impactados. Sam, por su parte, siguió a lo suyo sin girarse.

—¿Qué...? —respondió.

—¿Es en serio? —dijo Elena.

—Me han dicho que deje mis cosas aquí, así que toma, mi libreta. Quiero que te la quedes tú.

Sacó el pequeño cuaderno donde tenía todas las anotaciones desde el primer caso hasta el más reciente y se lo dio a ella, que lo cogió sin decir nada. En su lugar, le dio un abrazo cálido, de esos que de verdad consideraba necesarios. Su amigo se dejó abrazar sin demasiado entusiasmo hasta que lo dejó ir.

—Antes de irme, por favor, acabad con esto de una vez y destapad la verdad. Os deseo mucha suerte.

Esta vez sí, con un mar de lágrimas en sus ojos, le dio el resto de sus cosas a un guardia y huyo despavorido por donde había entrado, dejando el ambiente en tensión. Mia quiso ir corriendo tras él, pero Elena la detuvo cogiéndola del brazo.

—¿Qué haces?

—Si te vas por esa puerta pasaremos de ser cuatro a ser tres en el grupo. No creo que vean con buenos ojos que vayas detrás de él mientras estamos en medio de una investigación.

«¡Pues a la mierda la investigación, Félix es más importante que esto!», pensó su lado más emotivo mientras que su lado más racional la instaba a calmarse y a obedecer a Elena. Acabó mordiéndose la lengua y quedándose donde estaba.

—Pobre Félix... —gimoteó Tomás—. ¿Qué vamos a hacer sin él?

—Pues lo mismo que con él, pero siendo uno menos —dijo Sam fríamente.

—Pero no será lo mismo...

—Pues claro que sí. ¿Quién te crees que es Félix? ¿Sherlock Holmes? Por favor, no nos vamos a morir sin su ayuda.

Uy no, por ahí no pasaba. Normalmente, Mia ignoraría cualquier cosa que saliese de la boca de Sam, pero la sangre empezó a hervirle mientras oía cómo se estaba refiriendo a su amigo y no pudo aguantar las ganas de plantarle cara.. ¿Cómo podía decir algo así de él? No se podía quedar de brazos cruzados.

—¿Y tú sí lo eres o qué?

Al oírla, Elena y Tomás se quedaron de piedra. Se avecinaba una tormenta.

—¿Perdona? —respondió.

—¿Qué derecho tienes para menospreciar el trabajo de Félix, que por cierto, ha contribuido bastante más que tú?

—Mira bonita, paso de discutir contigo.

—Pues yo no, discutamos quién es mejor investigador, venga.

Una mentira para Óscar [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora