009: Una mentira para Morgana

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5 de marzo de 2027, alrededor de las 14:00H

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5 de marzo de 2027, alrededor de las 14:00H.

Era un viernes como otro cualquiera. Morgana se encontraba saliendo de clase para coger el autobús y llegar hasta su piso lo antes posible. Tenía pocas ganas de hablar con la gente y, a decir verdad, lo único que quería hacer en ese momento era meter los pies dentro de la manta afelpada de su cuarto. En el camino de ida pagó el viaje, se sentó en el primer asiento que vio, sacó sus auriculares con cable y se dispuso a escuchar su música favorita. Cerró los ojos mientras se dejaba disipar por el sonido que desprendían sus auriculares, lo que hizo que, a la larga, se acabase durmiendo, pero como no era la primera vez que le pasaba eso tenía una alarma programada para evitar saltarse la parada hacia su casa.

Como era de esperar, su móvil acabó despertándola, pero no por la alarma, sino por un mensaje entrante. Se dispuso a ver quien osaba perturbar su descanso cuando se percató de que era un número desconocido. «Qué raro», pensó. Morgana no era el tipo de chica que da su número de teléfono al primer baboso que se cruza en su camino, así que no esperaba que nadie lo consiguiese y le escribiese. El primer mensaje que recibió solamente decía «Hola», lo cual tampoco explicaba mucho. Probablemente era alguien gastándole una broma, o alguien que se habría equivocado de número, que tampoco era la primera vez que le escribían por ese motivo.

Se limitó a contestar con un «¿Quién eres?» y volvió a guardar su teléfono. En menos tiempo del que esperaba su móvil volvió a vibrar, lo cual empezaba a molestarla, pero aún así volvió a desbloquearlo. Cuando leyó el siguiente mensaje casi gritó estando en el autobús, rodeada de gente. El mensaje podría haberla alegrado incluso en el peor día de su vida:

«Soy Óscar y quiero que sepas que te he echado de menos muchísimo últimamente».

Morgana estaba frenética, al fin parecía que estaba siendo correspondida por el que algún día fue su novio. A decir verdad, hacía más de un año que lo habían dejado, pero ella estaba desesperada por volver con él. Era el chico perfecto, nadie podía resistirse a aquella sonrisa suya por mucho que lo intentase. Seguía sintiendo escalofríos cuando recordaba el día en el que él la dejó porque «se sentía agobiado». Aún así, le parecía extraño que su número no estuviese registrado en su agenda de contactos, pero tampoco le dio demasiada importancia, estaba sumida en la emoción.

Trató de calmarse y respondió «Yo también, no te voy a mentir». Pretendía no parecer una desesperada, quería ver cómo le rogaba por volver a verla. No se consideraba una chica fácil, ni siquiera para él.

Pero todo su orgullo se redujo totalmente cuando leyó el siguiente mensaje que recibió:

«¿Quieres que quedemos hoy después del entreno?».

«¡Sí, sí y mil veces sí!», pensó. Incluso sin decir estas palabras en voz alta toda la gente a su alrededor podía deducir que algo muy bueno le acababa de pasar. Sin dudarlo, aceptó la propuesta y empezó a pensar qué tipo de ropa podría ponerse.

«Pásate por la piscina a eso de las 23:00, que ya se habrán ido todos. Te quiero».

Besó la pantalla de su móvil mientras imaginaba todo lo que quería hacer con Óscar. Consideraba que el destino le estaba dando otra oportunidad a su historia de amor y no podía evitar fantasear sobre aquello hasta que se dio cuenta de que ya había llegado a su parada. Miró la hora y pensó en entrar corriendo a su piso, elegir el atuendo ideal para la cita y arreglarse lo antes posible. Esa noche iba a ser la mejor de su vida, lo tenía claro.

Se pasó toda la tarde maquillándose y probándose distintas piezas de ropa hasta que llegó al que llamó «el conjunto». Tuvo que cancelar algunos planes con sus amigas, pero esto no le importó demasiado, iban a hacer lo de siempre: ir a la discoteca y emborracharse.

Cuando se sintió lista, cogió su bolso favorito y se dirigió a la calle para pedir un taxi. En menos tiempo del esperado, un taxista de mediana edad paró a su lado y ella subió. El taxista parecía tener demasiado interés en ella: le preguntaba que para qué iba a la universidad tan tarde, que si había quedado con su novio... Lo peor fue cuando Morgana se dio cuenta de que el hombre estaba observando su escote desde el espejo retrovisor del vehículo con una mirada un tanto depravada. Al percatarse, se subió el vestido para ocultar la zona a la que estaba mirando el hombre y permaneció el resto del viaje en silencio, muerta de la vergüenza.

Bajó del taxi, pagó rápidamente y se esperó hasta que vio que el conductor se había alejado lo suficiente como para sentirse segura. Se quedó unos instantes observándose. ¿De verdad estaba bien lo que iba a hacer? No podía evitar sentirse nerviosa después de lo que había pasado hacía apenas unos minutos. Tenía claro que, después de pasar la noche entre los brazos de Óscar, iría a denunciar a ese baboso.

En aquel momento se encontraba en la entrada del campus. A decir verdad, parecía un lugar totalmente distinto de noche; pese a que estaba iluminado no había apenas gente, sólo quedaban algunos estudiosos en la biblioteca 24 horas del centro y algunas personas que parecía que se iban de fiesta. Puso rumbo hacia la piscina, que se situaba en uno de los edificios más alejados desde donde estaba.

A medida que se iba acercando notaba cómo se alejaba más y más de las pocas personas que merodeaban por el campus. Eso le hizo sentirse ligeramente insegura, sentía una tensión inexplicable dentro de su pecho. Trató de ignorar aquel ardor tan extraño y, casi sin darse cuenta, había llegado a la piscina. Respiró hondo, intentando serenarse, y cuando se sintió preparada, empujó la puerta de acceso al edificio.

Cuando entró no vio a absolutamente nadie. Aún así, las luces del lugar seguían encendidas. La piscina era de un tamaño considerable, había oído que tenía las dimensiones de una piscina olímpica. A los dos lados había unas gradas colocadas para ver las diversas competiciones que se realizaban a lo largo del año escolar. Recordaba con cariño todas las veces que había estado sentada allí, tanto en competiciones como en entrenamientos, para ver a Óscar en acción.

Al ver que no había nadie, decidió llamarlo, a ver si oía algo:

—¿Óscar? ¿Estás aquí?

Nada, ni un simple ruido. Pensó que estaba haciendo el ridículo y que debería volver a casa, pero de repente se fijó en la puerta de los vestuarios. Pensó que tal vez Óscar estaría dándose una ducha para estar presentable ante ella, así que, armándose de valor, se dirigió a la gran doble puerta de madera azulada.

El vestuario era una estancia fría, con las paredes y el suelo llenos de un mosaico impoluto. Había taquillas a los lados y bancos de madera en el centro de la sala. Lo único que no había era rastro de Óscar. Se asomó a las duchas y tampoco había nadie.

Toda aquella situación le pareció bizarra y se dio cuenta de que Óscar la había dejado plantada. Se sintió humillada, había caído en una broma cruel y ahora se encontraba desamparada en la universidad. Además, ya casi era medianoche y no sabía si los taxis seguirían dando servicio en aquel momento.

Cuando se dio la vuelta y se dirigió a la salida, notó un dolor punzante en los tendones de los pies y cayó al suelo. Empezó a gritar del dolor y antes de que pudiese huir, alguien se abalanzó sobre su espalda y empezó a asestar puñaladas a bocajarro en su cráneo. Acababa de ser asesinada y nadie pudo ayudarla.

El asesino sin identificar se separó del cuerpo levantándose, cogió algo de la sangre de su víctima y se aproximó a una pared cercana. Con aquella sangre escribió una simple y enigmática palabra «FUERA», una palabra llena de sentimiento y significado para sí mismo. Acto seguido, se aproximó hacia uno de los lavabos y se lavó las manos con agua fría. Cuando las tenía impolutas se miró en el espejo y sonrió a su propio reflejo, triunfante.

—Una menos. Lo estoy haciendo bien.

Una mentira para Óscar [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora