020: Charla de chicas

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Una suave luz matutina entraba por las ventanas del salón y se posaba sobre sus ojos, despertándola poco a poco

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Una suave luz matutina entraba por las ventanas del salón y se posaba sobre sus ojos, despertándola poco a poco. Empezó a parpadear para acabar de desvelarse. La espalda le dolía como nunca, no pudo evitar llevarse las manos a la zona dolorida, ¿cómo se supone que había dormido?

Se quitó la manta azulada que tenía puesta por encima, giró la cabeza y vio el sofá de color verde en el que había dormido. Claro, todo le cuadraba ahora. Había insistido en dormir ahí para molestar lo menos posible, pero no había reparado en que el sofá no era demasiado cómodo. Puede que para dormir un rato después de comer sirviese, pero no para mucho más.

Se levantó del sofá mientras el suave murmullo de la estancia la envolvía, recordándole su  impulsiva decisión de buscar refugio después de la pelea con Félix. Se desperezó y se dirigió a la cocina, atraída por una voz cantarina que le era muy familiar y por el seductor aroma del café recién hecho. Al llegar al marco de la puerta se apoyó en él, observando la escena ante ella:

—Buenos días, Mia —dijo Mónica sonriente, mientras tarareaba una canción y acababa de preparar el desayuno—. ¿Te apetece tomar algo en concreto?

Después de la pelea en el hospital reparó en que ahora el piso de su amiga estaba vacío, sólo estaban ella y Manchitas, que probablemente estaría dormitando en la habitación de Sam en ese momento, así que acudió allí de inmediato y no tuvo que rogar demasiado para que le hiciese un hueco en su casa.

—Que va, lo que me des me vale. Ay, qué mal he dormido...

—Si es que ya te lo dije, el sofá no es demasiado cómodo, pero tú insistías erre que erre con que no querías molestar usando mi cama. Podrías haber dormido en la de Sam, también te digo.

—Ni de coña.

Mónica se rió.

—Lo pillo, lo pillo. ¿Te parece si nos sentamos? —dijo señalando una pequeña mesa blanca con sillas y un mantel de plástico ya dispuesto para usarlo.

Sin decir nada, ambas se dirigieron a sentarse. Mónica llevaba consigo una bandeja con café, dos tazas, leche, azúcar, galletas y una tostada con mantequilla para ella. Mia cogió una taza y le puso café, leche y dos cucharadas de azúcar mientras que Mónica le daba un par de mordiscos a su tostada. Cuando se dirigió a abrir un paquete de galletas, su amiga decidió romper el silencio:

—¿Cómo te sientes?

Esta pregunta pilló un poco por sorpresa a la pelirroja, así que dejó el paquete encima de la mesa para centrar toda su atención en su amiga.

—¿A qué te refieres?

—Pues como estás, en general. Por lo de Félix, por lo del chico ese que me dijiste ayer, por las investigaciones... Ayer estabas tan agobiada que no entendí casi nada de lo que me decías, pero no te lo quería decir porque sé que te habrías agobiado todavía más.

Una mentira para Óscar [©]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora