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—Te prometí que vendría, y yo nunca rompo una promesa.

                     
Y así era. Al día siguiente, a la hora programada, Bright estaba sentado junto a Win, tomándolo de la mano, observando con cuidado todos los dispositivos e instrumentos que lo rodeaban.

                     
—No sabes lo que me costó entrar —comentó, decidido a no dejarse llevar por el deprimente contexto de su charla (monólogo, al decir verdad), mientras se quitaba el abrigo—. No por tu padre, porque no he visto ni señales de él por ningún lado, sino por la gente que está reunida afuera por ti. También hay mucha prensa, así que tuve que venirme disfrazado —dijo con una sonrisa, observando su atuendo: sobretodo, bufanda, anteojos oscuros, gorro—. Si me reconocen bajo todo esto les doy con gusto la nota —rió elevando su vista. Pero la imagen que le devolvió la mirada no era para reírse.

                     
Permaneció un momento en silencio, sin saber qué hacer. Luego volvió a tomar la delicada mano entre las suyas y se acercó más a la cama.

                     
—No debes preocuparte, ¿sabes? Hablé con una de las enfermeras y me dijo que tu aspecto mejorará con el correr de los días, que con la cirugía todo se inflama, pero que luego vuelve a la normalidad... Y tu pelo, tuvieron que cortártelo... pero crecerá de nuevo, con eso no hay problema, ya verás que cuando menos lo esperes tendrás tu linda melena otra vez. Sobre los cortes... bueno, de algunos me dijo que no te quedará ni el recuerdo, otros tal vez parecerán rasguños. Algunos son más profundos, ¿sabes? El que... el que te seccionó parte del hígado y... el de la espalda, que te perforó el pulmón... bueno, por esos tendrás que volver en algún momento a quirófano... y luego podrás estar orgulloso de tus cicatrices, como un guerrero... Hay otra cosa que debo decirte... tuvieron que quitarte el bazo... pero no te preocupes demasiado, hay mucha gente que vive sin él... Y el riñón derecho... bueno, dicen que esperan que funcione luego de la cirugía, así que cruzaremos los dedos... de todos modos tienes el otro, ¿no? No es para desanimarse tanto...

                     
A Bright se le hacía muy difícil hablar. En verdad le costaba dar aquella información con el sentido alentador que quería, pues nada en la condición de Win era alentador. Nada.

                     
Las máquinas lo ponían nervioso. Tampoco le era fácil permanecer en silencio cuando el monótono ruido de aquellos aparatos invadían su intimidad, acrecentándose cada vez más como si quisieran devorarlo. Se pasó la mano por el pelo y cerró los ojos, concentrado.

                   
—Hoy voy a hablarte de Bennet Catriel —comenzó a decir, sin soltar la mano que sostenía con firmeza—. Sin duda sabes quién es. Sí, mi entrenador... Mi entrenador —repitió en un susurro.

                     
Bright hizo una pausa. Su mirada se perdió en la claridad de las sábanas de cubrían el inerte cuerpo sobre la cama, y permaneció tan absorto que por un momento pareció que él también había caído en un profundo coma. Pero luego apretó fuerte los ojos, y al abrirlos observó a Win que continuaba ajeno al mundo, como si ya no perteneciera más a él.

                     
—Win —volvió a decir en voz muy baja, y sus ojos brillaron de forma extraña—, voy a contarte un secreto. Un secreto que no le he dicho a nadie, jamás, ni siquiera a mi familia...— hizo otra pausa, pero esta vez era atenta, consciente—. Bennet es más que mi entrenador —confesó, y abrió los ojos como si esperara una reacción de sorpresa de parte de Win. Reacción que por supuesto, nunca llegó—. Es más que eso, él es... como mi padre. Un segundo padre. Fue él quien me ayudó cuando huí de mi tutor ¿recuerdas cuando te hablé de eso?. Fue él el único que se fijó en mí, un chiquillo desarreglado y medio muerto de hambre que dormía acurrucado al costado de la escalera de un edificio, en la calle, a punto de morir congelado... Me llevó a su casa, me dio de comer, me vistió. Me dio un hogar, educación y comenzó a entrenarme. Era entrenador de patinaje, ¿puedes creer eso? ¿Crees en el destino, Win...?

                                 
             
                   
En vano esperó una señal, un mínimo cambio en sus funciones.

Win estaba muerto. Pero Bright no se rendiría.

—Yo sí creo —continuó, retomando su relato—. Aquello tuvo que ser obra del destino, ¿cómo pudo encontrarme justo a mí? De todas las personas que transitaban aquellas heladas calles, durante esas horribles semanas de soledad... sólo él me tendió la mano. Sólo él.

Los ojos de Bright se llenaron de lágrimas, y momentos después se cubrió el rostro para ocultarlas cuando rodaron por sus mejillas.

—¿Lo entiendes, Win? —preguntó elevando sus ojos, mientras pequeños sollozos conmocionaban su cuerpo— ¿Cómo podía negarme...? ¿Cómo podía decirle que no, después de todo lo que había hecho por mí...? Hubiera muerto, tal vez esa misma noche si él no me recogía. Me devolvió la vida, y me elevó hasta aquí solo a cambio de...

Las palabras murieron en la nada. Parecía incapaz de pronunciar aquel pacto secreto hecho en una fría noche tantos años atrás.

—No me forzó como seguramente crees —continuó con la voz calma—. Yo tenía once años, pero no puedo decir que me violentó. Yo no quería hacerlo, no quería... pero sabía que era mi deber, tanto como estudiar o entrenar. Se lo debía a él... a él que me lo daba todo. Todo... Hasta me llevó a Disneyland, a mí, que no había soñado jamás con salir de aquellas frías calles rusas.

Bright se frotó las sienes, como si recordar le trajera un gran dolor. Pero continuó hablando, ya incapaz de detenerse.

—Fue allí, en tu país, donde lo hizo por primera vez. Había sido un día estupendo, el mejor día de mi vida hasta ese momento. Había reído, jugado y comido tanto que pensé que estaba en el paraíso. Cuando a la noche llegamos a nuestro hotel estaba eufórico, y no podía dejar de abrazarlo, con la sensación de que una vida no sería suficiente para pagarle toda aquella felicidad. Creo que se lo dije, y él se echó a reír. Me preguntó si estaba dispuesto a soportar un poco de dolor en muestra de mi gratitud y dije que sí sin pensarlo dos veces. Yo estaba habituado al dolor, mi tutor me había tratado salvajemente desde el momento en que me alejó de mis padres. Ese animal... Recibí más golpizas que los aplausos que recibiré en toda mi vida... —Bright cerró los ojos, recordando con dolor aquellos terribles años de su vida, y luego respiró profundo para retomar su relato—. Si bien mi tutor nunca me había tocado en un sentido sexual, comprendí lo que me esperaba cuando Bennet comenzó a besarme en los labios. De esas borrosas semanas que pasé solo en las calles de Rusia, sólo recuerdo con claridad las veces que debí salir corriendo de las manos de esos hombres que me sorprendían durmiendo e intentaban arrastrarme a algún callejón, con sus manos dentro de mis pantalones y sus asquerosos alientos sobre mi boca... Bennet no fue así en lo absoluto... Él me trató con sumo cuidado... Besó mis lágrimas, y me cubrió de caricias cuando el dolor fue insoportable, y me susurró al oído palabras bonitas para que pudiera soportarlo mejor y... Él... él no...

Pero no pudo continuar. Un llanto histérico volvió a apoderarse de él, obligándolo a ocultar el rostro entre las manos.

—Por Dios, Win ... yo tenía 11 años y él 44, y me daba un hogar a cambio de poder tener sexo conmigo... Es algo horroroso, repugnante, y yo aún sigo justificándolo, aún hoy sigo buscando excusas para convencerme de que no es tan terrible, que en realidad no es un monstruo, que... que es un buen hombre, y que soy yo quien sigue en deuda con él.

Lloró por largos y sentidos minutos, tal vez como no había llorado en muchos, muchos años. Más de diez años engañándose a sí mismo, justificando al hombre al que amaba como a un padre pero que no lo trataba como tal. Tantos años entregándose en pago de una deuda que creía invalorable. Tanto tiempo llevando esa vida... y nunca le había molestado tanto como ahora...

           
             
                   
Cuando el llanto se calmó, Bright se limpió el rostro y volvió a mirar a Win. Parecía desahogado, y mucho más tranquilo, aunque su semblante continuaba triste.

—Debes pensar que me gusta esto. Que no me molesta que él me posea cuando se le antoje, que no me siento usado, y sucio, que disfruto de este pacto que firmé sin leer la letra pequeña. Pues te equivocas, no me gusta... Pero tampoco mal interpretes mi unión con Bennet. No lo amo como se puede querer a un amante, pero no puedo decir que lo odio. Él me ama. No me extorsiona ni me maltrata como lo hace tu padre contigo, no me retiene por la fuerza... No, el lazo con el que me atrapa es otro muy distinto. Gano mi propio dinero, suficiente para pagarle todo lo que ha invertido en mí, pero cada vez me siento más en deuda con él. Sí, cada vez más, porque cuantas más medallas gano, más me convierto en lo que él creó. Soy su creación, ¿lo entiendes? Cuanto más alto llego más profundo veo el pozo en donde estaría en estos momentos si no hubiera sido por él. Le estaré en deuda por siempre... pero él no desea otra forma de pago...

Suspiró con una mano en la frente. Le dolía la cabeza terriblemente, y mirando a Win, con su pobre cráneo fracturado, no pudo ni imaginar el dolor que estaría sintiendo. Tomó aquella mano inanimada y la besó repetidas veces, y como había hecho antes, acarició su propio rostro con ella.

—Estoy atrapado en una jaula de rosas, Win... Pueden ser hermosas, y te sientes reconfortado entre ellas, pero... te lastiman si quieres huir. Y llegado el momento, ¿te dejarán ir con solo algunos rasguños o se cerrarán en torno a ti hasta atraparte y asfixiarte? Rosas con espinas... tú sabes de eso, ¿verdad? —susurró con la mirada perdida, y luego sacudió la cabeza como si quisiera alejar malos pensamientos. Volvió a besarlo con suavidad—. Perdóname... Tú ya tienes suficientes problemas como para que yo te venga a cargar con los míos...

Pero un par de problemas más no parecían hacer mal a Win. Costaba muchísimo creer que allí adentro aún quedaba una mente, un corazón, una vida...

—Volveré mañana —suspiró Bright acariciando con suavidad las escasas porciones de piel que no estaban cubiertas de vendajes—, y también pasado, y pasado, y todos los días que sean necesarios. Te hablaré hasta que te estallen los oídos o despiertes a insultarme —aseguró con una sonrisa triste. Luego se acercó al pálido rostro moviendo los labios, sin poder encontrar palabras que lo expresaran—. Recupérate, Win... —susurró con los ojos cerrados—. Como te dije en el vestuario, te juro que lo que dije e hice aquella noche fue verdad. No fingí nada, ni mis besos, ni mis gemidos, ni mis orgasmos, nada... Te deseaba, y entre tus brazos disfruté como no recuerdo haberlo hecho antes con nadie. Tienes que creerme. Nada de lo que hice luego... fue...—la voz se le quebraba y algo interior lo hacía temblar—. Sé que soy el responsable de que estés aquí, si pudiera cambiar las cosas créeme que daría mi vida por hacerlo, pero no puedo. ¡No puedo Win, no puedo cargar tu cruz! ...Pero puedo ayudarte a llevarla, y es lo que haré.

Y besándolo largamente, tomó su abrigo, y se fue.

🐺🐰

—Mi ángel... Estoy pidiendo el desayuno, dime lo que quieres comer.

Bright abrió los ojos y parpadeó, cegado por la claridad del día. Se encontraba en la habitación de Bennet, que a pocos pasos de él, con el tubo del teléfono contra el pecho lo miraba esperando una respuesta.

Se desperezó en la cama y una puntada de dolor interrumpió su gesto. Su cintura dolía. Sus caderas y rodillas siempre dolían el día después. Con sus viejas lesiones recriminándole el exceso de actividad no era raro que le costara soportar el cuerpo de su entrenador cabalgando sobre él durante horas...

—Quiero... —se fregó la cara, el pelo cubriéndole los ojos— ... quiero tostadas, con mantequilla y dulce. Y café con leche. Y jugo de frutas. Y un yogurt con cereales.

           
             
                   
Bennet rió, como siempre que lo escuchaba ordenar comida, y se volvió al teléfono. Bright giró en la cama hasta quedar que costado. Envidiaba la salud que poseían los chicos comunes de su edad, pero era un precio necesario que pagar por ser el mejor. "La lesión de Win está peor" pensó con una sonrisa malvada, que desapareció tan pronto como recordó la cruel realidad.

Win,conectado a una máquina de respiración...

Win, con el cráneo hecho pedazos...

—Con todo lo que comes deberías ser un cerdito —dijo una voz risueña en su oído, mientras lo abrazaba por la cintura y besaba el cuello.

—Tú me haces gastar muchas energías —comentó sin ánimo, sus pensamientos aún vagando por las salas de aquel hospital.

—¡Qué tengo que decir yo entonces! —continuó con una carcajada, atrayendo a aquel cuerpo joven contra él, llenándose de su calor—. Ya no puedo seguirte el ritmo, no tienes piedad de este pobre anciano. Un día de estos vas a matarme de un infarto.

Continuó riendo, pero Bright no lo acompañó. Permitió que aquellas manos le acariciaran el pecho y las caderas, que le besara el cuello y los hombros, pero no se movió.

Quince días habían pasado. Quince, y aún ni un solo avance, ni una mísera señal de vida, ni una pequeña reacción que le diera esperanzas. Nada. Absolutamente nada. Win seguía vagando en aquel valle de sueños desconocidos, mientras él luchaba contra la corriente de ese mar de insondable y certera realidad. "No lo logrará", "No resistirá mucho más", "El fin se acerca"... todos le repetían lo mismo, y él lo negaba tercamente, insistiendo en que algún día se recuperaría, pero aquellas mentiras ya no lograban convencerlo. Luego de tantos días sin ninguna mejoría, aún alguien incansable como él empezaba a rendirse.

Abandonar. Renunciar. Darse por vencido.

Como si hubiera escuchado sus pensamientos, Bennet le acarició el cabello con suavidad y preguntó cautelosamente:

—¿No crees que ya es tiempo de volver a Rusia?

Bright no respondió, su mirada perdida, profundamente triste.

—Amor —volvió a susurrar el hombre con dulzura en su oído, besándole la sien—, has hecho todo lo que podías por ese chico. Te preocupaste por él, estuviste a su lado todo el tiempo, fue más de lo que hizo su familia... Pero ya es suficiente. No puedes resucitar a ese pobre niño sólo con desearlo.

Con un gesto rápido, Bright clavó su mirada de hielo en el rostro que tenía sobre él.

—Lo mismo dijo Abraham Opas-iamkajorn —acusó con sequedad—. ¡Y no se puede resucitar a alguien que todavía no ha muerto! Maldita sea, dejen de hablar de él como si fuera un cadáver —exclamó perdiendo la paciencia, deshaciéndose bruscamente de los brazos que lo retenían, poniéndose de pie, molesto.

—Lo siento —dijo entonces, asombrado por la violencia de su reacción—. No quería decir que el chico vaya a...

—¡Pero lo dijiste! Todos dan por hecho que morirá. A nadie le importa realmente si se recupera, prefieren vivir la atmósfera trágica de una muerte dramática. "Tan joven, tan lleno de vida, con tanto futuro por delante"... Les encanta saber día tras día esos monótonos e insufribles partes médicos, y regodearse de no tener ninguna buena noticia para poder continuar con su macabra función.

La escultural figura de Bright se recortaba contra la claridad de la ventana, desnudo, de espaldas, como un dios romano con su perfil fino y orgulloso.

—Amor... ¿por qué le das tanta importancia a esto? ¿Por qué estás tan obsesionado?

Silencio. Ojos nublados por las lágrimas.

—Ya te lo dije. Me siento culpable.

Pero él sabía perfectamente que no era solo la culpa, aunque no supiera decir con exactitud cuál era ese sentimiento que lo impulsaba. Tal vez era el momento de decirlo, de confesarle a su padre-amante la aventura que había tenido con Win... ¿pero cómo hacer eso sin descubrirse? Sin demostrar que aquel encuentro le había dejado algo más que un deseo satisfecho y un capricho cumplido. Así debería sentirse, ¿no?. Había poseído en todo sentido a su máximo rival, lo había engañado como a un niño y lo había quitado totalmente de su camino, tal vez para siempre...

Oh, sí, debería estar brindando con champaña en los brazos de una bella chica alemana, pero en lugar de eso sólo podía pensar en Win... en esos labios deslizándose por su cuello, aquel cuerpo delgado y firme que se amoldaba al suyo como si hubiera nacido para ello. Sí, en Win gimiendo bajo él, en su exquisita expresión, en esa entrega consciente con la que se le había ofrendado. No recordaba que nadie, ni hombre ni mujer, se hubiera ofrecido a él con tanta generosidad... Y él lo había traicionado a consciencia, lo había engañado a propósito...

Dos robustos brazos rodeándole la cintura lo volvieron a la realidad. "Que bajito que es Bennet" pensó, intentando descomprimir su mente desviándose hacia otros temas, "Pensar que cuando lo conocí yo le llegaba al pecho..."

—Mi dulce Bright—dijo paternalmente el hombre, con la frente pegada a su espalda, apretándose contra él—, eres el mejor hijo que alguien pudiera tener: talentoso, inteligente, bello y buena persona. Estoy muy orgulloso de ti. Pero tienes un defecto que aunque lo has sabido manejar a tu favor no deja de ser nocivo para ti: eres demasiado obsesivo, mi ángel. Y esto te ha salvado la vida, pero también puede destruírtela —hizo una pausa en la que besó sensualmente la nuca de Bright, mientras éste permanecía inmóvil—. No puedo permitir que te obsesiones con cosas que te hacen daño y esta es una de ellas. Tendría que haberte llevado a casa hace dos semanas, y eso es lo que haré. Este capricho se demoró demasiado. Termínalo aquí —volvió a besarlo y luego lo liberó de su abrazo—. Ahora olvidemos esto —exclamó con tono jovial—. El día es hermoso, iremos de compras antes de viajar, ¿quieres? Te compraré algo especial —concluyó mientras se alejaba hacia el cuarto de baño.

Por dos largos, interminables minutos Bright permaneció de pie, inanimado. Bennet tenía razón. Su obstinación lo había llevado hasta ese hospital, día tras día, a hablar con la insistencia de un predicador a alguien que no había evidenciado la más mínima señal de vida propia, que lo escuchaba tanto o menos que su reflejo en el espejo, y al que todos, desde el más ignorante al más experto, habían pronosticado un desenlace lleno de tristeza

Sí, una vez más su entrenador tenía razón. Ser obsesivo en el hielo tenía sus evidentes ventajas, pero perseguir esta ilusión lo estaba llevando a la locura. Había llegado el momento de aceptarlo: Win estaba muerto, y él volvería a Rusia.









Nos leemos mañana 💫

Sangre Sobre Hielo Adapt.BrightWinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora