Advertencia: Contenido sexual (Bright pasivo) Si no se sienten cómodos leyendo este capitulo pueden saltarlo, solo tengan en cuenta que Bright en ningún momento se siente bien haciéndolo. (Es importante que lean la última parte del smut porque es relevante en la historia ).
Con aquellas convicciones remolinándose en su mente mientras descansaba la cabeza en el cálido pecho de Bright, se dejó arrastrar por un arrebato de pasión y en un movimiento salvaje hizo trizas el pantalón de su niño, desgarrando la tela con sus manos como una fiera hiciera con sus garras. Se deshizo bruscamente de los jirones, y la misma suerte corrió luego la suave ropa interior, dejando al descubierto el objeto de su deseo. Con un jadeo de placer tomó el miembro desnudo de Bright y lo fregó contra su vientre, gozando de aquel gesto como si fuera su propio miembro el estimulado, y suspiró, acariciándolo con lentitud, sintiéndolo endurecerse bajo su mano.
Sentir su propio palpitar entre las piernas lo hizo enloquecer, y tomando con firmeza las torneadas caderas, y lo obligó a moverse, aumentando la fricción contra él.
—Muévete mi amor ... muévete como a mí me gusta...
Cerrando los ojos, Bright suspiró suavemente. Luego echó los brazos al cuello de Bennet para poder sostenerse mejor y comenzó a ondular su cuerpo con movimientos lentos y sensuales. El miembro bajo su trasero se endurecía cada vez más y los gemidos aumentaban a medida que sus ondulaciones se aceleraban, para luego volver a hacerlas lentas... muy lentas, para que su adorador sufriera la agonía del placer más tortuoso.
Y siseó, lamiéndose lentamente el labio cuando sintió que le mordisqueaban los pezones y arañaban sus muslos, acelerando sus movimientos para gozar él también de la deliciosa fricción contra su miembro.
—Espera... espérame —jadeó Bennet liberando su órgano para posesionarlo en la estrecha entrada de su amante—. Ahora mi pequeño... muévete... danza para mí...
Cómo odiaba Bright aquel momento. Toda su voluntad y entrega flaqueaban ante el punzante dolor, el fuego que lo invadía y pujaba contra sus vértebras, amenazando quebrar su columna, dilatando lo que no quería ceder. Y Bennet se desvivía en besos y caricias, en palabras de amor y deseo que poco parecían ayudar al dolorido Bright, que concentrado se empalmaba tembloroso en aquel grueso falo.
Un brazo alrededor de su cintura presionándolo hacia abajo, una boca húmeda recorriéndole el pecho, una mano masajeando rítmicamente su miembro y él tragándose el dolor con los dientes apretados, balanceando su cuerpo para acabar de acoplarse. Pero de pronto el pelinegro sintió que perdía el equilibrio. De un violento manotazo, Bennet había arrojado platos y cubiertos al suelo, haciéndolos estallar en mil pedazos, y ahora lo depositaba sobre la mesa, sin separar su unión ni dejar de besarlo.
—Tú eres el mejor manjar —susurró, devorándole la boca en un beso profundo y apasionado, mientras acomodaba las largas piernas alrededor de su cadera—. Eres tú el único alimento que deseo.
Bright no pudo reprimir un grito de dolor cuando su entrenador acabó de penetrarlo con un solo y certero empuje, al que le siguieron otros no menos violentos, y estiró los brazos para poder aferrarse de algo cuando su cuerpo comenzó a ser azotado rápidamente.
—Hermoso, hermoso... eres tan hermoso —repetía Bennet, descorriéndole el cabello hacia atrás, para poder ver con claridad las muecas de dolor que no podía disimular—. Tan delicioso... tan virgen como la primera vez...
Bright respiraba con dificultad, atrapando con las piernas el robusto cuerpo de Bennet que jadeaba sobre él, entremezclando palabras obscenas con dulces frases de amor. Y se dejaba invadir ya sin resistencia alguna, incapaz de sostenerse a nada firme pues la mesa se movía al ritmo de las embestidas. Las fuertes manos del hombre atrapándolo firmemente, presionándolo contra él para no perder la unión ni por un instante. Bennet lo mordía y rasguñaba para luego lamer su piel sonrosada con un placer alocado, sin perder el ritmo salvaje y desenfrenado de sus caderas.
El dolor cambiaba pero no cedía, y Bright comenzaba a percibir ya el sabor de lo conocido. El momento de frenético éxtasis antes de la caída, cuando Bennet descargaba un rosario de alabanzas entrelazado de jadeos y él solo gemía, pensando esperanzado que el fin se acercaba ya. Sí, pronto acabaría el dolor y solo quedaría el asco que sentía por si mismo después de cada encuentro, pronto ese fuego abandonaría su cuerpo dejando el ardor como esquela de una futura profanación. Un poco más... un poco más y otra cuota de su deuda quedaría saldada.
El pesado cuerpo se estremeció sobre él y una humedad caliente inundó su interior. La botella de vino se derramó debido al brusco movimiento, empapándole el cabello. Bright que solo se dejaba usar, ni siquiera se vino. Y se encontró abandonando la cabeza a un lado, viendo la mancha roja del vino extenderse por el puro mantel.
Como sangre esparciéndose sobre el hielo...
—Te amo tanto... —murmuró Bennet, desfallecido sobre el cuerpo que acababa de poseer—... tanto que... mataría por ti...
Bright parpadeó, agotado. El fuerte aroma del vino en su pelo lo mareaba. Pero Bennet se incorporó para mirarlo a los ojos, para asegurarse de que había sido escuchado.
—¿Me oíste...? Mataría a cualquiera que quisiera arrebatarte de mi lado... A cualquiera... Eres mío, Bright... soy capaz de cualquier cosa por ti.
Lo besó en la boca, lamiéndole lentamente los labios, para luego descender con aquella boca húmeda por su pecho, su vientre y aún más abajo.
Bright dejó escapar un jadeo cuando aquella lengua se deslizó como loca por su intimidad, pero lo que acababa de escuchar lo había dejado demasiado traumatizado. La insinuación era clara, y atar los cabos sueltos no tardó en llevarlo hasta Win... Su respiración se agitó y no fue placer lo que lo hizo temblar cuando su miembro fue succionado con énfasis, sino terror.
"Mataría por ti"
¿Acaso Bennet sería capaz de...?
Permaneció sosegado, intentando ocultar su temor.
Por primera vez en su vida el apasionamiento de su entrenador le causó miedo.
🐺🐰
El amanecer trajo un nuevo día y el sol disipó las sombras de su alma. Atrapado en los tibios brazos de Bennet, ambos abandonados entre los almohadones de la sala, sus temores nocturnos le parecieron exagerados. El viejo era su tutor, su padre, y por más pervertido que fuera en materia sexual sabía que tenía un corazón enorme y que jamás lastimaría a nadie.
Muchos menos a él...
No, jamás. Aquellas amenazas habían sido producto de su excitación, y nada más. Bennet no sería capaz de hacer nada como aquello.
🐺🐰
El desayuno había sido abundante y divertido, y aunque luego Bright se había enojado por ser espiado en la ducha (era algo que odiaba y que a Bennet parecía divertirle especialmente) la mañana había transcurrido con una paz y alegría especial. Incluso pasearon por la ciudad, visitando monumentos históricos, comprando en las tiendas más renombradas, y avanzando con un poco de lentitud cuando con chilliditos histéricos las adolescentes descubrían a Bright y se abalanzaban sobre él en busca de un autógrafo. Incluso el almuerzo en un exclusivo restaurante fue de lo más placentero, deleitándose con los mejores platos de la cocina alemana. Al fin Bright volvía a sentirse envuelto en la cálida protección que había significado siempre su entrenador.
Fue recién por la tarde cuando sus pies volvieron a posarse en la tierra. Tan enfrascado había estado todo el día en viejos sentimientos, envuelto en la telaraña de su salvador, que casi había olvidado el juicio que caería sobre él por el ataque a Win.Los cuatro abogados y dos secretarios entrando al hotel en fila militar fueron una forma sutil de recordárselo.
Por suerte querían hablar primero con Bennet, así que luego de instalarlos en la sala principal, partió hacia el despacho de éste, para encontrarlo sentado en su escritorio, de espaldas a la puerta. Cuando se giró, Bright pudo ver que estaba hablando por teléfono, pero ni su semblante serio ni ceño fruncido lo alertó tanto como los gestos que hizo al verlo, señalándolo a él y al auricular alternadamente.
"¿Mis padres?" gesticuló sin voz, y Bennet asintió con la cabeza.
Bright sintió que el corazón se le aceleraba. "Pásamelos" indicó con un gesto, pero su entrenador se negó e hizo un ademán de paciencia.
— ...sí señor Vachirawit, lo entiendo —dijo con voz áspera—, pero es Bright quien quiere verlos, no yo. ¿No podría viajar su esposa al menos, con su hija...? ¿Y su esposa sola? Nosotros la recogeríamos en el aeropuerto sin ningún problema... ¿Está su esposa allí? ¿Podría hablar con ella? No, no yo, es Bright quien quiere hablar, está a mi lado...
Ilusionado, Bright se adelantó con la mano extendida, pero Bennet hizo un gesto negativo con la cabeza.
—... ¿usted tampoco quiere hablar con él? ...le digo que está aquí a mi lado, no le haré perder nada de tiempo... Bien... no, no lo comprendo señor Vachirawit, pero si usted lo dice debe tener sus razones... Buenas tardes.
Cuando Bennet cortó el teléfono Bright permaneció mirándolo como si no comprendiera lo que había sucedido.
—¿Por qué cortaste?¿Por qué no me pasaste con ellos...?
—Mi amor... no quisieron hablar. Lo siento.
—Pero les dijiste que yo estaba aquí, a tu lado, que quería hablar con ellos... que yo...
—Sí, se los dije.
—Mi madre... ¿ella tampoco quiso hablar conmigo?
—No, mi niño, no quiso. Lo siento. Olvídalos Bright, olvídalos —dijo Bennt abrazándolo con fuerza—. No valen la pena, mi vida, no se merecen ni que hables de ellos. Si quieres que les siga enviando dinero lo haré, pero no puedo verte sufrir por esta gente.
Bright no respondió. Con el cuerpo débil y los ojos húmedos, continuó contemplando el teléfono, como si aquel aparato siguiera hiriéndolo con su sola presencia. El dolor que lo invadía era demasiado amargo, y la incertidumbre de no saber con exactitud la razón de por qué su familia había elegido aquel distanciamiento lo acrecentaba aún más.
Olvidarlos... Imposible. No había podido crecer junto a ellos, era verdad, y luego, en su afán de escribir su página de gloria en la historia del patinaje, había postergado todo interés ajeno a su objetivo, pero... ¡los amaba! No los había traído a vivir junto a él porque le hubiera sido imposible la convivencia con la viciosa relación que llevaba con Bennet. Pero se había asegurado que recibieran todo el dinero, beneficios y comodidades que nunca habían tenido y que él ahora podía darles. Y había sido pura felicidad en los primeros años. Recordaba perfectamente su niñez pobre pero colmada de cariño. Su padre, siempre con la risa pronta y dispuesto a dedicarle su tiempo aunque viniera de una extenuante jornada de doce horas de duro trabajo. Su madre, cariñosa y dedicada a su familia, siempre preocupada porque fuera feliz. Y su hermana mayor, inundando el hogar con su bella voz, aquellas dulces canciones que alegraban sus interminables inviernos cuando la nieve los hacía prisioneros dentro de la casa, siempre dispuesta a jugar con él, tratándolo con tanto cariño como su madre.
Pero todo eso había cambiado hacía años, todo se había vuelto extraño, frío, incomprensible. El alejamiento comenzó poco a poco, aunque el cambio de actitud había sido brusco. De pronto su padre se mostraba austero y reservado, su hermana rehuía de hablar con él, y su madre siempre se despedía con un llanto angustioso, que el esposo con gesto firme intentaba controlar con palabras susurradas al oído. Todo había sido muy extraño, y en cierta forma muy doloroso, pero Bennet siempre había estado allí para consolarlo, y había suplido todo el cariño que necesitaba en los momentos más difíciles. Él tampoco podía explicarse aquel extraño y sorpresivo comportamiento, pero aquello solo le servía para redoblar el cariño hacia su protegido.
Hacía años que no hablaba con ellos, más aún que no los veía. Pero que no quisieran hablar con él sabiendo que se encontraba al otro lado de la línea en aquel momento había sido demasiado.
—Los abogados están en el recibidor —dijo Bright, inspirando profundo para recuperarse—. Quieren hablar contigo, era lo que venía a avisarte.
—Perfecto —exclamó Bennet, liberándolo de su abrazo—. Olvídate de esto, ¿sí, mi niño? Tienes que estar fuerte para las cosas que nos esperan.
—Sí.
—¿Vienes conmigo?
—Ve tú. En un momento te alcanzo.
Bennet lo besó con delicadeza en los labios y salió de la habitación. Cuando Bright lo escuchó saludar a los hombres que lo esperaban en la sala, se acercó al teléfono y levantó el auricular.
—Señorita —llamó, hablando con la telefonista del hotel—, por error corté la comunicación que estaba manteniendo, ¿podría ayudarme a reanudarla?
—Por supuesto señor —respondió la voz femenina al otro lado de la línea— aguárde un momento.
—Claro...
Respiró profundo. El corazón le latía con fuerza mientras escuchaba a su entrenador reír despreocupadamente con los abogados. Sus padres no querían hablar con él, aún sabiendo que los necesitaba. ¿Qué iba a decirles cuando los tuviera en línea? Aún no sabía si iba a insultarlos o ponerse a llorar como un niño.
—Lo siento señor, pero la última llamada que tiene registrada su habitación fue al servicio de lunch, hace seis horas.
—Imposible, acabo de hablar a Rusia.
—Lamento contradecirlo señor, pero la última comunicación a Rusia que se ha hecho desde esta línea fue ayer a las 16hs. ¿Hay alguna otra cosa que pueda hacer por usted?
—No... gracias...
Bright cortó el teléfono lentamente, con la sensación de que el piso se movía bajo él. El arcoiris entre nubes de algodón había desaparecido, la seguridad que sentía hasta entonces rompiéndose como un cristal. No era capaz de razonar, no entendía qué demonios estaba sucediendo allí.
Sólo sabía que Bennet le estaba mintiendo.
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Sangre Sobre Hielo Adapt.BrightWin
Mystery / ThrillerLa sangre tiñe el mundo del patinaje sobre hielo y se derrama sobre los que reinan en él. Mientras que win era un mar profundo plagado de secretos, Bright una caja fuerte llena de misterios. Todos los derechos reservados pertenecen a su respectiva...