MILAGRO DE PASCUA
Mientras en la mitad del planeta hoy se celebra la resurrección de Cristo, en Munich y en varias partes del mundo se está festejando otro milagro de Pascuas. Y no es para menos: luego de dieciséis días de agonía, el joven patinador estadounidense Win Opas- iamkajor, ha despertado del coma en el que estaba sumido desde que sufriera un brutal ataque que estuvo a punto de llevarlo a la muerte.
Opas-iamkajorn, quien estaba listo para ser desconectado de las máquinas que lo mantenían con vida (luego de un decisivo diagnóstico de los cirujanos que lo asistían y el consentimiento de su familia), reaccionó inesperadamente y sin ningún tipo de asistencia, recuperando la consciencia y el control de sus funciones vitales.
"Aún no sabemos con exactitud en qué estado se encuentra" advirtió el jefe del plantel médico que lo trata, "queremos ser cautelosos y no dar falsas esperanzas; que haya salido del coma no significa que su vida esté fuera de peligro".
"El cerebro es un órgano misterioso y fascinante" comentaba un experto neurocirujano venido especialmente de Estados Unidos para tratar a su joven compatriota, "las consecuencias de sus lesiones pueden ser infinitas, desde ceguera y pérdida del habla, hasta incapacidad mental o motriz"
Como bien dicen los especialistas, el joven gloria del patinaje aún necesita de varios milagros, pero haber burlado a la muerte a tan pocos minutos de su llegada no puede menos que infundir esperanzas en todos los que lo aman.
Bennet leía con gesto serio sentado en su despacho mientras Bright aguardaba de pie frente a él, con una mano apoyada sobre el escritorio y la otra en la cintura, disimulando una sonrisa que a duras penas podía contener.
Cuando el hombre dobló el periódico y lo abandonó a un lado, el joven lo observó con una expresión radiante.
—¿Y bien?
—¿Y bien, qué?
—¿No es este el momento en que todos deben decirme "sí Bright , tenías razón, sólo tú decías que esto sucedería y nadie te dio importancia, perdónanos"?
Con un entusiasmo casi infantil, leyó por décima vez las líneas que confirmaban su milagro. El tiempo parecía acompañar su estado de ánimo: el sol brillando con fuerza inundándolo todo con su luz dorada, y el clima era relativamente cálido, con bellas nubes blancas adornando un cielo azul claro. En la calle nadie hablaba de otra cosa que no fuera "la resurrección" de Win , las risas sonaban como tintineo de campanas.
Todo era felicidad. Pero Bennet Catriel no parecía compartir esa alegría.
—Yo no cantaría victoria.
—¿Y por qué no?
—¿Pudiste hablar con él? —preguntó incrédulo.
—Oh, Bennet, ¿qué vas a decirme? ¡Lo vi con mis propios ojos! Movió la mano, me acarició, ¡me miraba, prestaba atención a mis palabras! No era la mirada perdida de alguien sin consciencia.
—¿Pudiste hablar con él? —repitió, poniendo especial énfasis a sus palabras.
—No, claro que no hablé, tenía un tubo de respiración ¿lo olvidas?. En cuanto les avisé a las enfermeras entraron corriendo armando un revuelo terrible. En un minuto la sala estaba llena de médicos que hablaban, daban órdenes, lo revisaban... Fue una locura. Luego de eso no pude volver a entrar, debían hacerle muchas pruebas. ¿Qué estás insinuando?
—Que haya despertado no significa que sea la misma persona de antes. No lo digo yo, lo dicen los médicos.
—Mira, respira solo, abrió los ojos, movió su mano, estaba atento a mi voz. Lamento si peco de optimista, pero es mucho más de lo que hizo en dos semanas, con eso tengo bastante.
—¿Comprendes que puede haber quedado discapacitado mentalmente? ¿Acaso que mueva una mano implica que caminará? Tal vez no sea capaz de tener un pensamiento, ni decir dos palabras seguidas, hay muchas posibilidades.
—¡Sí, y también había muchas más posibilidades de que hoy fuera un cadáver, y sin embargo no lo es! Además, después de todo, ¿a ti qué te importa cómo quede?
—Me importa, porque dependiendo de cómo le funcione ese cerebro, si es que le funciona claro está, pues de eso dependerá también lo que declare en el juicio.
—¿El juicio...? Eso es lo único que te importa, ¿verdad? Lo que se diga en ese maldito juicio.
—¡Por supuesto que sí! —admitió Bennet, reaccionando con brusquedad— ¿Qué más puede importarme de ese mocoso? Que tú te hayas acostado con él no significa que para mí haya dejado de ser el maldito americano que había que sacar de nuestro camino. Al contrario, ahora pienso eso más que nunca — Bright se quedó mirándolo, boquiabierto—. ¿Por qué me miras así, acaso no tengo razón? —insistió Bennet, visiblemente enojado—. Una noche de sexo con él y bastó para retrasar todos nuestros planes y jodernos la vida. Maldito seas Bright, si no hubiera sido por tu lujuria no estaríamos metidos en este infierno.
—¿Por mi lujuria? —repitió Bright, las mejillas teñidas de rubor—. Lo que haya hecho con Win aquella noche nada tiene que ver con todo lo que sucedió después. Abraham Opas-iamkajorn me habría culpado igual, por más que hubiésemos pasado la noche jugando a las cartas.
—Honestamente, nadie les hubiera creído. Y conociéndote, yo menos que ninguno.
—¿Pero ¿qué te pasa? ¿A qué viene todo esto?
—¿Qué necesidad tenías de hacerlo? —preguntó entonces Bennet, volviéndose con la mirada encendida, como si aquella pregunta lo hubiera consumido por días—. ¿Acaso no te doy demasiado? ¿Sexo a diario no es suficiente para ti? ¿Necesitas más, tan insaciable eres? —demandó, mientras las mejillas de Bright ardían—. Si es así sólo tienes que decírmelo, con gusto te retendré por más tiempo en la cama. Prefiero perder mi salud copulando y no preocupándome por más de estos condenados juicios.
Palpitante y ruborizado por la humillación, Bright permaneció un momento de pie, apretando sus puños con fuerza. Bennet nunca antes le había hablado así, jamás lo había hecho sentir tan... descartable, como un objeto de su propiedad. Un objeto sin valor.
Su mirada fue desafiante, cargada de rencor. Pero en vez de responder a gritos o defenderse de alguna forma, dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta.
—¿Adónde vas? —exigió Bennet, irritado.
—A buscar más amantes, porque tú no me satisfaces —respondió antes de dar un portazo y abandonar la habitación.
🐺🐰
Había salido a caminar sin un rumbo fijo, pero sus pasos lo guiaron hacia el lugar donde vagaban sus pensamientos. Hacia Win.
La gente seguía reunida en el hospital. La prensa había vuelto a aparecer, cámaras aquí y allá reporteaban a desconocidos que contaban su experiencia de fieles devotos, mostrando fotos de Win, cruces y estampas religiosas, atribuyendo a sus distintos dioses el milagro acontecido. Bright los miró disimuladamente mientras se colaba entre la multitud, intentando pasar lo más desapercibido posible. Los pasillos estaban agitados, como siempre, y nadie pareció reparar en él mientras se introducía más y más dentro del edificio, hasta llegar al piso en donde encontraría a Win.
Avanzaba por el corredor pensando en cómo sería aquel momento. ¿Su niño sería el de antes o Bennet y los médicos tendrían la razón? ¿Se acordaría de él? Memoria... tal vez fuera su peor enemiga. Deseaba profundamente empezar todo desde cero con Win, tener la oportunidad de conocerse como dos chicos normales... no dos antiguos rivales, no dos amantes furtivos.
Había llegado al fin. Estaba a un par de puertas de saber la verdad, y tal como le había sucedido el primer día, temió mucho enfrentarse a ella. Pero debía hacerlo, debía arriesgarse a...
—Ahí está. Les dije que vendría —dijo una voz ronca a su izquierda.
Bright se detuvo en seco, y de inmediato cuatro hombres uniformados se presentaron ante él, cerrandole el paso en todas direcciones. De pronto uno de ellos lo arrojó contra la pared, y antes de que pudiera reaccionar ya lo tenían inmovilizado de las muñecas y los tobillos, con las piernas separadas y la mejilla contra la pared.
—¡¿Qué diablos...?!
—¡Silencio! —le gritaron en alemán, y unas manos fuertes y bruscas le recorrieron el cuerpo, palpándolo desde los brazos a las caderas y la entrepierna.
—¡No he hecho nada! ¡No pueden hacerme esto!
Con la misma brusquedad con que lo habían sujetado, lo hicieron girar, golpeándole la espalda contra la pared. Fue entonces cuando, mientras seguían palpándolo por delante, tuvo una imagen más clara de lo que estaba sucediendo.
Abraham Opas-iamkajorn se encontraba allí, por supuesto, parado detrás de un oficial muy alto que parecía de la gestapo, y ambos lo miraban en silencio como si supieran un secreto dicho a voces. A su alrededor, los cuatro hombres que lo habían interceptado, trabajaban a velocidad de hormigas en vaciar sus bolsillos, revisando sus pertenencias, mientras lo mantenían inmovilizado contra la pared.
—Bright Vachirawit —anunció uno de ellos leyendo su documento de identidad, y enseguida se lo alcanzó al más alto.
El hombre leyó su nombre sin descruzar las manos que mantenía detrás de la espalda, y luego avanzó hacia él con paso lento hasta detenerse a un palmo de su rostro, mirándolo fijamente a los ojos. Bright le devolvió la mirada, desafiante, aunque estaba agitado y algo tembloroso.
Permanecieron en silencio por un momento, hasta que a un gesto de su superior, los hombres lo dejaron en libertad.
—¿Es usted Bright Vachirawit? —preguntó con una voz dura, acrecentada por el característico acento alemán.
—Sí.
—Señor ¿no fue notificado por la justicia alemana sobre su participación en el juicio que se celebrará a razón de las agresiones sufridas por el señor Win Opas-iamkajorn?
—Sí...
—Se los dije, está perfectamente enterado...
—¡Silencio!
Abraham se replegó de inmediato, mirando a Bright con sus ojos entornados cargados de rencor.
—Señor Vachirawit—continuó el oficial, volviéndose nuevamente hacia Bright—, usted es uno de los acusados de la agresión, ¿cómo cree que puede acercarse hasta este lugar donde es sabido que Opas - iamkajorn está hospitalizado?
—Pero... ¡lo he visitado a diario, y nadie me detuvo! ¡Su padre me dio autorización, pregúntele a los médicos!
—No se había hecho ninguna acusación oficial hasta entonces, pero ahora, como acaba de decirme, usted está enterado del juicio. Y me temo que la palabra del señor Opas-iamkajorn no es autoridad mayor que la de la justicia.
—¿No podré ver a Win?
—No. No puede hablar con él, ni acercarse a un radio menor de cien metros de donde se encuentre.
Bright miró a uno y a otro con incredulidad. No ver a Win... ¿hasta cuando? ¿Hasta que se celebrara el juicio? ¿Hasta que finalizara? ¡Podrían pasar siglos!
—¿No hay ninguna posibilidad de que pueda verlo?
—He dicho que no —respondió el oficial fríamente—. Debe retirarse. Ahora.
Decepcionado y con una nueva presión en su pecho, Bright se volvió caminando con paso lento y algo errático. Tenía que hablar con Bennet, suplicarle que lo ayude, él le diría a los abogados y ellos podrían hacer algo...
—Vachirawit —la voz fría del alemán lo detuvo nuevamente—. Debo aconsejarle que no insista con esto por vías no legales... me temo que no podré ser tan "amable" con usted si lo encuentro aquí de nuevo...
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Sangre Sobre Hielo Adapt.BrightWin
Mistério / SuspenseLa sangre tiñe el mundo del patinaje sobre hielo y se derrama sobre los que reinan en él. Mientras que win era un mar profundo plagado de secretos, Bright una caja fuerte llena de misterios. Todos los derechos reservados pertenecen a su respectiva...