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De cara al Neva, con los ojos empañados y ausentes, Win tragaba el desconsuelo que guardaba desde aquel maldito día, intentando unir los pedazos rotos de su vida y darle un sentido a esa supervivencia vacía que llevaba desde que sus pecados le arrebataran a Bright.

                     
El viento golpeaba impiadoso contra su rostro, pero él parecía no sentirlo. Qué fría era aquella ciudad, y sin embargo qué hermosa. Igual que Bright, frío y bello, nieve y fuego, ángel guardián y exterminador... Con un escalofrío recorriéndolo entero elevó sus ojos al cielo, gris y pesado como plomo. ¿Dónde estaba ahora su amado? ¿Podía sonreír y sentir felicidad o le habían quitado ese derecho para siempre, igual que a él? Deseó poder abrazarlo otra vez, aunque más no fuera por un momento, besar sus labios y acariciar su hermoso cuerpo como hizo tantas veces. Pero ya no tenía sentido seguir soñando imposibles.

                     
El cielo era cada vez más gris. La gente caminaba en todas direcciones, enfundados en sus gruesos abrigos y gorros de piel, inmunes ya al lacerante clima de su patria. Almas sin rumbo aparente, cruzándose unas con otras en la inmensidad de aquel espacio, viendo sin mirar. Y Win junto a ellos, ignorado, desangrando su dolor en silencio como si fuera su alma y no su cuerpo la que es tuviera de pie contemplando el río.

                     
No hubiera sido justo culpar a nadie; ni a la pareja de enamorados que caminaba tomados de la mano, ni al anciano que distraído arrojaba migajas a las palomas a unos metros de distancia, ni a la niña que contemplaba contenta el globo rojo que acababa de comprarle su madre. ¿Cómo habrían podido adivinar lo que iba a hacer Win? Ninguno sospechó siquiera que ese muchacho solitario iba a treparse a la protección, colgarse de la baranda y arrojarse a las congeladas aguas sin más preámbulo que una profunda mirada al cielo y un susurro que se llevó el viento.

                     
-Atrápame en tus brazos al llegar, Bright. Has que no sienta el golpe.

                     
El primer grito de alarma reunió a todos mirando al río. Un hueco en la semicongelada superficie evidenciaba el impacto, mientras por debajo el agua se veía agitada, como una gran pecera de cristal, en donde el cuerpo del desafortunado se mecía con las olas chocando una y otra vez contra la sólida superficie del hielo, impidiéndole el retorno o la salida por ningún lado. Los hombres gritaban dando órdenes que ninguno obedecía, las mujeres se lamentaban sosteniendo sus gorros de piel al mirar para abajo, todos siguiendo con la mirada el recorrido de la mancha oscura que se alejaba cada vez más aprisa y que nadie se aprontaba a rescatar. Preguntas como qué, quién y cómo, iban expandiéndose entre los presentes y los que se iban acercando intrigados por la multitud. En pocos minutos todo se volvió un pequeño e inservible caos.

                     
Pero abajo las cosas eran tan distintas...

                     
El tiempo había dejado de existir para Win.No había dolor ni cuestionamientos morales, sólo la conciencia de un frío imposible desbordándole el alma y la espantosa sensación de asfixia oprimiendo sus pulmones, de la muerte arrastrándolo con la corriente en un confuso remolino de aguas turbulentas y la sorda sensación de ser alejado hacia la más profunda oscuridad.

                     
Ninguna luz divina brilló para él en el final de aquel desolado trance, ninguna, excepto el radiante y tangible rostro de Bright... Al fin, allí junto a él, debajo del agua, sujetándolo para bailar juntos la mortal danza del río. Cielo o Infierno, le daba lo mismo. Si podía flotar toda la eternidad junto a su amor, si podía yacer aferrado a su cuello como lo hacía ahora, se daba por satisfecho. No había medida de tiempo para calcular la duración de aquel vals. Estaban allí abrazados y aunque el dolor del pecho ya era insufrible, no le importó.

                     
Pero finalmente todo comenzó a desdibujarse, y entonces lentamente Bright, el agua, el mundo y su conciencia... simplemente desaparecieron.

                     
🐺🐰


                                 
             
                   
Win parpadeó un par de veces antes de poder abrir los ojos. La luz lo cegaba.

No la luz Divina, de eso estaba seguro; si estaba muerto, claramente no había ido al Cielo. Aquello que lo rodeaba era una escena más de lo que había sido el infierno para él en el último tiempo de su vida: paredes blancas, una sala aséptica, censores cardíacos en su pecho y una aguja clavada en el brazo izquierdo, alimentada por un suero desde lo alto junto a su cama. Un hospital. Otro maldito hospital.

-Доброе утро (Dobriy den / Buenos días) -dijo una mujer a su lado, mirándolo con una sonrisa mientras le tomaba la muñeca para chequear su pulso-. ¿Cómo se siente? -agregó luego en un inglés bastante aceptable.

Cómo se sentía... Mal, maldita sea, se sentía mal. ¿Qué diablos era esto? No se suponía que debiera estar en un hospital, sino en un cementerio o en el condenado infierno. Donde fuera, pero al menos con Bright.

-Se encuentra en un hospital -explicó la enfermera, como si no fuera obvio-. Tuvo un accidente, cayó al río, ¿recuerda cómo pasó? – Win giró la cara hacia otro lado. No tenía ningún interés de hablar sobre eso, menos aún en aquel momento, en que se sentía como si una tropilla de caballos salvajes le hubiera pasado por encima-. Llegó en muy mal estado, ¿sabe? Con paro cardio respiratorio e hipotermia grave. Tuvo la mejor atención, no tiene por qué preocuparse, pero de todos modos luego van a hacerle otros exámenes para comprobar si la exposición al frío dañó su corazón, o si la falta de oxigeno...

-... o si la falta de oxígeno me jodió el maldito cerebro, ya lo sé -interrumpió Win de mal modo. Si esa mujer hubiera sabido lo harto que estaba del mal funcionamiento de su estúpido y maltratado cerebro, tal vez no lo habría mirado de esa forma. Sintiendo que un mal humor incontrolable se apoderaba de él, frotando las manos sobre su rostro, maldijo al imbécil que le había salvado la vida. ¿Por qué lo habían sacado del río?

Su amor estaba en aquellas frías profundidades, lo había tocado, lo recordaba perfectamente, se había aferrado a su cuerpo bajo el agua, no había sido una ilusión.

-Bright -susurró, y una angustia asfixiante comenzó a cerrarle la garganta-. Bright...

-No se preocupe, todo estará bien -lo consoló la enfermera-. Su amigo está afuera ocupándose de todo.

Win quedó paralizado. Lentamente, incrédulo, elevó la mirada.

-¿Qué ha dicho?

-Su amigo -insistió la mujer con una sonrisa-. Él lo trajo aquí y se está ocupando desde entonces. Ahora está hablando con los médicos. ¿Se siente bien?

-Mi amigo... ¿cómo es él?

-¿Que cómo es él? Alto, bien formado. Muy guapo, claro -comentó en tono cordial mientras chequeaba los niveles del suero y los medicamentos-. Y simpático como parecía en la televisión. Fue un gusto conocerlo en persona. Verá, no sé mucho de deportes, pero por aquí nuestros patinadores son muy populares... Señor Opas-iamkajorn, ¿qué le sucede? ¿No puede respirar? Le pondré una máscara de oxígeno...

-No... no... Llámelo -susurró ahogadamente.

-¿Cómo ha dicho?

-Llámelo, llame a mi amigo, quiero que venga.

-Vendrá en un momento, pero ahora respire profundo y...

-¡Que venga ahora! ¡Necesito que...!

-¡Tranquilo! Ahí lo tiene -indicó la enfermera, señalando al recién llegado que se acercó sin prisa hasta detenerse a los pies de la cama.

Win observó sin poder creer lo que veía, mientras sentía que su corazón comenzaba a partirse en pedazos.

-Dew  -murmuró con una mezcla de incredulidad y decepción. No era Bright, por supuesto que no. ¿Qué se había pensado? Los muertos no resucitarían ni vendrían a buscarlo por más que él quisiera unírseles.

           
             
                   
-Tenga. Presione este botón si necesita mi ayuda -dijo la mujer luego de mirar a uno y a otro y sentir la incomodidad que se había creado en el ambiente-. Estaré cerca.

Cuando hubo abandonado la habitación, Dew se acercó lentamente hasta la cabecera. Con gestos callados le indicó que le había traído un pequeño bolso con ropa y algunas otras cosas que pudiera necesitar, y luego lo depositó junto a la cama. Win asintió en silencio, mirándolo con los ojos llenos de lágrimas. Tan fuerte había sido la decepción de que no fuera Bright quien atravesara esa puerta que aún no había caído en la cuenta de que Dew hubiera venido a ayudarlo. Entreabrió los labios, intentando que su voz pronunciara palabras de agradecimiento, pero en lugar de eso lo que quebró el incómodo silencio entre ambos fue un sollozo. Un claro, sincero e incontenible sollozo que desencadenó un torrente de lágrimas, obligando a Win a esconder el rostro entre sus manos.

No sentía vergüenza. Qué le importaba llorar frente a su enemigo si su vida era un infierno al que ni siquiera podía dar fin. Estaba quebrado, sí, derrotado y desecho, si el otro quería gozar con su desgracia, que lo hiciera, no le importaba. Pero tal vez el único hecho increíble que iba a cumplirse fuera aquel. Con muda incredulidad vio cómo Dew se acercaba, se sentaba a su lado, y sin ningún signo de falsa misericordia, lo envolvía con sus brazos, consolándolo.

Tal vez estuviera demasiado cansado. Tal vez el dolor físico y espiritual ya habían pasado el límite de lo soportable, o quizás fuera por obtener al fin el consuelo que necesitaba con desesperación desde hacía semanas, pero lo cierto es que casi con un suspiro de agradecimiento Win aceptó el abrazo y abandonó la cabeza sobre aquel hombro a desahogar su pena.

Sólo entonces pudo comprender por qué la gente hablaba maravillas de Dew. Su abrazo, por simple que pareciera, contenía con la fuerza de un padre protector, dando seguridad y confianza. Su calor consolaba y obligaba a relajarse, y al mismo tiempo ayudaba a expulsar el dolor y la pena que lo estrangulaban como manos invisibles. Win se aferró a su cuello con la desesperación de un niño pequeño en busca de amor y amparo, aliviado porque al fin alguien consolara su llanto, agradeciendo que aquellas manos lo acariciaran y se hundieran lentamente en su cabello, como tantas veces hizo Bright para confortarlo.

-Quiero morir -confesó entre lágrimas-. ¿Entiendes lo que digo, Dew? Morir, ir con él. Ya no quiero estar aquí.

El castaño lo acercó a él con mano suave, como si se tratara de uno de sus hijos. Lo recostó contra su hombro mientras susurraba suaves e incomprensibles palabras en ruso, y lo meció conteniéndolo entre sus brazos, besándole el cabello de forma paternal.

-Déjenme morir... por favor -insistió Win, gimiendo su súplica con abandono y dolor.

-No. No más muerte, no -lo reconvino Dew con las pocas palabras que sabía en inglés, ayudándose de rotundos gestos de negación-. Basta. Mucha muerte. Con Bright ya hubo muchas lágrimas. Ya basta.

-Pero lo extraño, lo extraño mucho -sollozó con los ojos apretados, mientras se dejaba acunar contra ese pecho extraño.

Dew le acarició el cabello en silencio, sin saber o sin poder reconfortarlo de otra forma. Win gimió desconsolado. ¿Qué sentido podía tener su vida sin Bright? ¿Cómo podía continuar su historia sin él? ¿De qué le servía vivir si no podía amar? Deseó saber decir todo aquello en ruso, destruir la barrera idiomática y que sus palabras perdieran ese manto de incomprensión que las cubría. Quiso decir eso y mucho más. Pero el arrullo de Dew le quitó las fuerzas, y lo obligó a abandonarse.


Claramente era un error dejarse engañar por la aparente fragilidad de Win. Su cuerpo delicado demostró ser más fuerte de lo que él mismo hubiera pensado jamás. La endeble salud que acarreaba desde que Bright le partiera la vida en Munich, desmejorada por el ayuno y las penas de las últimas semanas, increíblemente había logrado resistir los mortales embates del río y la hipotermia. Irónicamente, el agua helada ayudó a que su vapuleado cerebro no sufriera ningún nuevo daño, y las consecuencias en su corazón fueron mínimas. De todos modos, su estado general estaba tan debilitado que los médicos decidieron que permaneciera internado por cinco días.

Ese tiempo no le sirvió tan solo para recuperar las fuerzas de su cuerpo, comiendo y durmiendo como era debido, sino también las de su espíritu. En la soledad de su habitación pudo ordenar un poco el torbellino de sentimientos que lo había arrastrado desde la noche de Navidad. Sin embargo, fue Dew con su silenciosa presencia quien le enseñó algo que su egoísmo no le había permitido comprender: Bright no había muerto solamente para él. El ejemplo más cercano de esto estaba sentado en una silla junto a su cama: Dew había perdido más que un amigo. Allí, pacífico y silencioso, sin escándalos ni actos de locura, ese hombre sufría con admirable entereza por quien fuera como un hermano menor, su consentido durante más de doce años, su confidente y el único guardián de su más profundo secreto. Tu también había perdido a su mejor amigo; sus hijos al padrino al que adoraban. Muchos otros amigos y colaboradores estarían llorando a Bright en aquel momento. Quién sabe cuántos fans en el mundo habrían derramado una lágrima por él, y sin embargo ninguno se había enterrado en su propia casa ni arrojado a un río helado esperando morir.

"No lo amaban como yo", se dijo tercamente, pero en el fondo sabía que no era cuestión de medir el amor. Bright no se había matado por dolor, sino por orgullo. A lo largo de su corta pero intensa vida no había hecho más que demostrar que era un guerrero, un sobreviviente, y que sin importar qué vientos lo derribaran, él siempre se volvería a levantar. En cambio él, Win , no había hecho otra cosa más que demostrar su flaqueza, su cobardía y su inseguridad.

¿Hasta qué punto hacía todo aquello por Bright y no por él mismo? ¿Acaso podía jurar que era más fuerte el deseo de volver a verlo que el miedo a vivir la vida solo? Si tuviera la oportunidad de revivir a Bright con la condición de no volver a verlo nunca más en su vida, ¿Acaso no le daría exactamente lo mismo?

Llegar al fondo también implica que ya no podemos seguir cayendo, y esa fue la soga de la que se sujetó Win para comenzar a escalar. La única opción que tenía era mirar hacia arriba e intentar divisar la luz de su dignidad.

Ya que no había muerto por Bright, viviría por él.












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Sangre Sobre Hielo Adapt.BrightWinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora