『5』

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Aquella confesión lo agarran completamente por sorpresa.

Whono y él eran amigos desde muy pequeños, nunca esperó que desarrollase ese tipo de sentimientos por él y de hecho... por como hablaba, creía que eran simples celos de un amigo creyendo que perdería a su mejor amigo.

Pero se equivocaba. Whono había guardado tanto tiempo esos sentimientos, pero él... no podía corresponderle de esa manera.

Al ver como su rostro se acercaba, colocó los brazos delante, tratando de apartar su cuerpo, o al menos, sostener cierta distancia.

Luchó contra todo el peso y fuerza que el rubio ejercía para llegar a besarlo.

—Who, mierda... ¡Detente! —se quejó Jimin al verse casi sin posibilidad de moverse.— Yo no...

—Jimin, no te hagas el santico conmigo. Sé que también quieres esto —se estaba acercando demasiado.

Jimin no quería hacerle daño a su amigo, pero si seguía así, acabaría besándolo y sólo traería más problemas.

—¡Mierda! —ese fue Whono maldiciendo cuando sintió el puño de Jimin en el estómago.

Consiguió alejarlo y vio cómo se inclinaba por el dolor.

—¡Maldita sea, Whono! ¿Por qué nunca me escuchas cuando te hablo? Yo no... no te veo como nada más que un buen amigo.

—Jimin... —susurró el más alto componiéndose al darse cuenta de lo que había hecho.— Lo siento, Jimin, yo no pretendía...

—Olvidemos que esto pasó ¿De acuerdo? —se ajustó los lentes mientras soltaba un largo suspiro.— Me tengo que ir.

Estaba nervioso. Su corazón latía a mi por hora debido al susto que se llevó, y aún así, salió de la casa.

No quería estar ni un segundo más ahí, no con ese ambiente caldeado que Whono había formado en un segundo. Quizá mañana pudieran hablar lo sucedió con más calma, pero hoy... sabía que el rubio no atendería a razones.

Era mejor que la situación se enfriara un poco.

Se montó en la bicicleta y pedaleó con fuerza hasta la carretera. Para su mala suerte, empezó a llover justo en ese momento y todavía tenía media hora de camino a casa. Llegaría empapado y Dios quiera y no pesque un resfriado.

Aceleró el ritmo.

La noche había caído demasiado rápido, y el tráfico, aunque intenso en algunas partes, era escaso en calles secundarias. Así que pensó en ir por las urbanizaciones para acelerar.

Se detuvo en el semáforo en rojo y esperó a que cambiara. Ni aún así conseguía que su corazón dejase de latir con tanta fuerza, seguía muy nervioso por lo que sucedió con su mejor amigo. En cuanto vio el verde, continuó avanzando. Los autos pasaban a su lado, dejando un margen de seguridad con él, adelantándole con cuidado mientras Jimin permanecía por la calzada junto al borde de la cera para obstaculizar lo menos posible.

Sus oídos pronto captaron una música alta, algún joven que vendría de fiesta o que iría a una. Ni siquiera quiso darle importancia. Venía a toda velocidad.

Era tanta que cuando fue a adelantársele a Jimin, tuvo que dar un ligero volantazo hacia la derecha. Ese auto no dejó la distancia de seguridad con él, golpeando su pierna y haciéndole perder el equilibrio. La lluvia no facilitó que la bicicleta se mantuviera estable pese a los intentos de Jimin por conseguirlo y, finalmente, cayó al suelo con tanta mala fortuna, que su cabeza golpeó contra el borde de la acera.

El auto no se detuvo.

La lluvia continuó cayendo.

La bicicleta permaneció estática cerca del cuerpo del chico, moviendo una de sus ruedas cada vez con menor intensidad hasta que se detuvo. En aquella calle secundaria, nadie se percató de aquel accidente.









Note:

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