Relato #14: Casa en Venta.

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Amaba mucho estar en mi casa, de verdad. Había estado aquí desde su construcción y tenía muchos buenos recuerdos en este lugar. Justo el día de hoy, estaba tomando un muy merecido descanso, viendo la TV con todas las luces apagadas, comiendo algunos bocadillos que encontré antes y esas cosas. Podía escuchar a las arañas tejiendo sus escalofriantes telas mientras yo me divertía con un episodio de mi serie favorita (aunque ya la había visto un montón de veces). El viento que entraba por la única ventana que aún estaba abierta hacía crujir los tablones de la escalera y aunque eso antes me molestaba, me había acostumbrado rápido: ahora era reconfortante.

Sin embargo... toda esa calma no duró mucho. Pude escuchar las voces de tres personas acercándose a mi casa y reconocí una de ellas: Agatha Treehouse, la autodenominada mejor agente de bienes raíces de Autrain, como odiaba a esa mujer. Estaba acompañada por una pareja bastante mediocre y común si me lo preguntan.

—La casa obviamente necesita algunas reparaciones, pero créanme, este lugar es mucho más hermoso de lo que parece a simple vista —dijo antes de que sonara su teléfono y tuviera que salir de mi casa.

Mi casa.

¡No iba a permitir que nadie la comprara!

—Me gusta, un poco, aunque habrá que ver como se ve con luz y...

¿Querías luz? Ja, eso ibas a tener. Como si se tratara de una película de terror, encendí todas las luces de la casa de repente y las hice parpadear también. Por la expresión en su rostro, sabía que eso había incomodado de sobremanera a la mujer.

—Eso fue espeluznante —murmuró su esposo—. Probablemente haya una falla en el cableado y todo eso...

—Ja, ja, sí, probablemente a esas reparaciones se refería Agatha... —respondió mientras miraba la cocina y se acercaban a ella—. Dios, mira esta cocina... con una limpieza puede ser increíble... me gustan las losas y esta isla...

—Sí, es muy bonita —concordó el esposo, acercándose a los cubiertos.

Los deslicé sutilmente hasta hacerlos cerca de su pie. El cuchillo más grande casi le rebana un dedo, de no haber sido por el brinco que dio antes de que pasara... Bueno, mi intención no era herirlos ni matarlos, pero sí alejarlos de mi casa, era mía.

—Por poco...

—Deberíamos ver los baños, ¿no te parece?

Entonces hice crujir la escalera, haciéndolos tener escalofríos. Un fuerte viento entró por la ventana y voló los papeles de Agatha por toda la sala. Vale, estaban asustados, pero no lo suficiente. Corrí por las escaleras hacia el piso superior, asegurándome de que mis pasos se escucharan lo suficientemente fuerte y después me escondí en uno de los baños. Sólo era cuestión de tiempo para que...

—A-aquí hay uno... —pude escucharlos acercarse.

Antes de que abrieran, toqué la puerta tres veces y se callaron. Otras tres veces más, y otras más... y luego no me detuve hasta que tuvieron la (poca) valentía de abrirla. Obviamente, para ellos no había nada.

—Dave, esto no me gusta... —susurró.

Me acerqué a su nuca, soplándola para hacerle erizar la piel.

—¡Mierda! —gritaron—. Creo que es mejor que...

Toqué la puerta otra vez, muchísimo más fuerte. No tardaron en correr hacia las escaleras, pero gracias a que moví la alfombra unos centímetros tropezaron y cayeron por ella. Corrí hacia abajo y cerré la puerta que los llevaba al exterior...

Cuando abrieron los ojos, sólo podían ver oscuridad. Ninguno de los dos podía moverse y ella quería gritar. Entonces, con algo de esfuerzo, hice que muchas manos extremadamente alargadas y oscuras salieran de las paredes y del piso, queriendo atraparlos.

—¡DAVE! —gritó de terror mientras intentaba levantarse y correr hacia la puerta. Con algo de sangre escribí «FUERA DE AQUÍ» en la puerta antes de que la abrieran y salieran corriendo como un par de gallinas—. ¡ESTÁ LOCA SI CREE QUE COMPRAREMOS ESA MALDITA CASA! —vociferó la mujer mientras se metía al auto y huían del vecindario.

Joder, amaba esto.

Comencé a reír tan fuerte que Agatha pudo escucharme y no dudó en entrar a ver qué ocurría. La mirada de Agatha sólo reflejaba ira y frustración y cuando puso un pie en la casa, aquella ilusión se acabó.

—¡Escúchame, maldito espectro, voy a vender esta estúpida y horrible casa así sea lo último que haga! —gritó con todas sus fuerzas. Podía ver como la vena en su frente parecía querer reventar...

Hice cerrar las puertas y ventanas con una fuerte brisa. El candelabro sobre ella comenzó a mecerse y parpadear como si no hubiera un mañana, y de los tablones de la escalera brotaba sangre que llegó a tocar sus zapatos. Ella estaba aún de pie, temblando y aterrado, pero decidida con sus palabras.

Tomando algo de la sangre de la escalera, escribí «INTÉNTALO, SACO DE HUESOS» frente a ella.

Sólo para que segundos después el candelabro se cayera... 

Welcome to Autrain | Colección de Historias Cortas | COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora