Capítulo 31

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Habían pasado dos semanas desde que le conté a Alex que puedo ver a La Muerte y desde la visita de los policías, La Muerte desaparecía con más recurrencia y aparecía de la nada. Estaba sentada en la cafetería mientras Camil discutía con Tyler sobre un trabajo en parejas que le tocó hacer; Lukas, Martin y Alex hablaban de un entrenamiento y yo solo pensaba en qué tanto sé de La Muerte. Estaba tan metida en mis pensamientos que no me di cuenta cuando Sara se acercó.

     —Miren, un espectro y su circo de monstruos —dijo ella riéndose juntos a sus amigos.

     —Tengo mejores cosas que hacer qué escuchar tus insultos, Sara —le respondí ignorando su mirada, le molestó que no la viera a la cara y le dio un pequeño golpe a la mesa, haciendo que resonara.

     —Mírame a la cara cuando me hables, Espectro —me amenazó, todos en la mesa volteamos y nos la quedamos viendo.

    —Si vienes a hacer tu drama de cada día, mejor mete tu cola entre tus patas y regresa por dónde viniste, que hoy no tengo ganas de humillarte —hablé molesta, las personas que la acompañaban se medio rieron mientras veían a Sara, esta se molestó aún más e hizo un ademán de que me iba a pegar, detuve su mano y me levanté.

    —¿Qué haces, idiota? Suéltame —intentó soltarse de mi agarre y yo solo la apreté más.

    —Sara, lárgate y déjanos en paz o te juro que te parto la muñeca —la miré a los ojos y vi su terror reflejado en ellos, seguía intentando soltarse pero yo solo le apreté más la mano, haciendo que soltará un pequeño quejido.

     —Alessia, déjala, no vale la pena. Vámonos de aquí —habló Camil con la voz un poco temblorosa.

Solté a Sara de una forma brusca y cayó de espalda al suelo, agarré mis cosas y salí de la cafetería. Los chicos iban atrás de mí intentando alcanzarme pero sencillamente los ignoré, no sabía a dónde estaba yendo y dejé que mi intuición me guiará; terminé en la azotea y cuando una brisa fresca pegó en mi cara me relajé un poco, no sabía por qué estaba tan enojada, no sabía qué estaba sintiendo, pero estar en este lugar siempre me daba paz.

Me senté viendo los alrededores de la escuela y escucho como la puerta se abre, no volteé a ver quién era ya que no me importaba; me sentía en paz y no quería que nadie me sacara de ella, en eso vi de reojo como Alex se sentaba a mi lado, logrando apreciar el mismo paisaje que yo.

    —¿Quien diría que está escuela tiene unos árboles muy lindos? —habló pero eso no le hizo preocuparse de apartar la vista de los árboles.

    —A veces estamos tan metidos en tantos problemas que olvidamos lo que nos rodea —seguí viendo el paisaje, pero en un momento volteé mi mirada a Alex y este me sonrió.

     —No dejes que los problemas te quiten la oportunidad de observar el exterior —me vio directamente a los ojos—, terminarás sin conocer las lindas vistas que te rodean.

Me sonrojé un poco y volteé hacia el campo de fútbol dónde se encontraban unos árboles, arrecosté mi cabeza en el hombro de Alex y este puso su mano en mi hombro, haciéndole cariño.

     —Ayer hablé con los policías —solté casi en un suspiró.

     —¿Pasó algo malo? —preguntó, solo me quedé callada con algo de tristeza.

     —Empezaron a hacerme preguntas de cada asesinato en el que estuve presente, me mandaron a describir cada cosa: cómo murió, que hora era, qué estaban haciendo esas personas, qué sentí al ver eso, qué arma utilizó el asesino, qué paso cuando murió Erick... Me mandaron a describir la escena de la escena del asesinato de mis padres, qué estábamos haciendo Erick y yo ese día, dónde estábamos, cómo estaban ubicados mis padres cuando los mataron —una lágrima se escapó y rodó por mi mejilla.

     —¿Lo contaste todo? —asentí con la cabeza.

     —Me estaban gritando, me hacían dudar de mis acciones, me hicieron dudar de lo que yo hacía en esos momentos, manipularon lo que decía para saber si cambiaba la historia o tenía algún rastro de mentira —me tembló un poco la voz al acordarme del interrogatorio.

     —Esos hijos de puta —Alex me abrazó—. Tranquila, fantasmita, no te culpes de nada y no dudes de nada; todo lo que hiciste estuvo bien, ellos solo juegan con los sentimientos para sacar la verdad.

Las palabras de Alex me hicieron sentir un poco mejor, pero no quitaba el hecho de que no sabía un detalle específico del asesino, de que veía a la personas morir con más recurrencia y que La Muerte tiene ciertos secretos que no me cuenta me hacía sentirme inútil y molesta, Alex me hacía cariño y intentaba relajarme, pero yo estaba perdida en mis recuerdos, intentando encontrar algo específico que distinguiera a la persona que a acabado con tantas vidas. La campana sonó, sacándome de mis recuerdos.

     —Vamos a clases, fantasmita, no vaya a ser que tengamos problemas —asentí con la cabeza y nos levantamos.

Estábamos llegando a la puerta cuando Alex me giró hacia él, haciendo que nuestros cuerpos quedarán muy cerca el uno con el otro, sentí su respiración  chocar con la mía y susurró:

     —Deja de pensar tanto y sonríe, que verte triste me molesta.

Me plantó un beso algo lento, pero poco a poco se convirtió en un beso más apasionado, sentí mis mejillas sonrojarse y pasé mis manos por atrás de su cuello; él me agarró un poco más fuerte de mi cintura, jalándome para que me acercara un poco más, después de un rato nos separamos y nuestras respiraciones eran algo aceleradas, nos separamos un poco y decidimos no hablarlo. Ambos estábamos sonrojados por lo que había pasado, nos despedimos el uno al otro y nos dirigimos hacia nuestras respectivas clases.

"Cada día aprendo un poco de ti, Alex Brown, y cada vez me siento más enamorada de eso".

La Amiga de la muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora